Por Micaela Pérez

Corrupción, el signo oculto de la era

En estos diez años, el kirchnerismo no logró buenas calificaciones en materia de transparencia y los escándalos por supuestos hechos de corrupción que involucran a funcionarios y ex funcionarios pueden contarse por decenas. El último, la investigación sobre la ruta del dinero K que roza al propio expresidente, impacta con fuerza inusitada en tiempos de estancamiento económico.

El Gobierno habla de "década ganada". La oposición, de "década perdida". Y el escritor y periodista Jorge Asís se anima en estos días a terciar en esta puja con el novedoso término, de cuño propio, "década rifada" para denominar a los 10 años de kirchnerismo en el poder. No cabe duda que habrá motivos suficientes para que todos ellos se atribuyan una verdad, que siempre es relativa, a la hora de calificar a los tres gobiernos kirchneristas que, con sus más y sus menos, administraron la Argentina de la última década. Pero si de evaluarlos en una escala que mida el nivel de corrupción se trata, hay que decir que el kirchnerismo no saca buena nota en el boletín de la transparencia oficial. Y menos ahora, que un nuevo escándalo que involucra directamente al fallecido expresidente Néstor Kirchner y a su entorno íntimo vuelve a poner en primer plano el fantasma de la corrupción y provoca, según la mayoría de las encuestas de opinión, una abrupta caída en la popularidad de Cristina Kirchner. Todo esto, en un año electoral y en medio del gran acto autocelebratorio que el kirchnerismo prepara para mañana en Plaza de Mayo para conmemorar el décimo aniversario de su arribo a la Casa Rosada.

Escándalos por doquier

Es que, si se toman los últimos diez años, los escándalos de corrupción que sacudieron a los gobiernos de Néstor (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2011 y 2011-a la fecha), pueden contarse por decenas. Por mencionar los más emblemáticos: la valija de Antonini Wilson y los u$s 800 mil que supuestamente iban a financiar la campaña presidencial de CFK, las supuestas coimas en el caso Skanska para ganar licitaciones de obra pública, la bolsa con dinero oculta en el baño de Felisa Miceli, la expropiación de la ex Ciccone, denuncias de corrupción mediante, que tienen al vicepresidente Amado Boudou como protagonista; la ruta del dinero K y la presunta bóveda en la residencia familiar de los Kirchner; sin olvidar, claro, las compras irregulares de combustible a Venezuela, la mafia de los medicamentos que terminó con la salida de Graciela Ocaña del Gobierno, el caso Schoklender y los desmanejos de los fondos destinados a la construcción de viviendas sociales en el programa Sueños Compartidos, entre tantas otras sospechas que salpicaron y salpican a la actual gestión nacional. También un sistema de corrupción montado sobre los subsidios estatales al transporte, que desnudó su cara más perversa en la tragedia ferroviaria de Once, engrosa la lista de escándalos de esta era que tienen en la mira, además, a una extensa nómina de funcionarios y ex funcionarios de la pingüinera oficial: el ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime lidera ese ránking, seguido por su sucesor, Juan Pablo Schiavi, y alcanza también al encumbrado ministro de Planificación Julio De Vido, jefe directo de todos ellos.

A estas alturas, lo más grave, quizá, sea que ninguno de estos casos, que hasta no hace mucho no habían implicado grandes costos políticos para la Presidenta, tenga a la fecha un desenlace aleccionador en la Justicia (a excepción del caso de Miceli, condenada a cuatro años de prisión por el hallazgo de una bolsa con dinero en su despacho en 2007). Lo más llamativo, tal vez, es que todas estas denuncias estén lejos de ser novedosas. Arrancan en los inicios del Gobierno de los Kirchner, pero su impacto es hoy, sin duda, mucho mayor que en el pasado. La pregunta es por qué.

Efecto multiplicador

El director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, Rosendo Fraga, menciona varias razones que explican este fenómeno: "La primera, que la economía está estancada y la gente se vuelve entonces más intolerante a la corrupción", a diferencia de lo que ocurre en épocas de bonanza; la segunda, que "el conflicto entre el Gobierno y los medios privados por un lado y la Justicia por el otro, contribuye a que el impacto político de las denuncias sea mayor". Pero además, el analista le apunta a la existencia de "un estado de movilización de la clase media con sentido opositor convocada desde las redes sociales" que antes no existía y hoy alimenta aún más ese impacto.

Mariel Fornoni, de Management & Fit, coincide: "Hasta el caso de la ex Ciccone, la corrupción prácticamente no aparecía como preocupación en la ciudadanía y, evidentemente, el caso Shocklender también fue importante, pero en ese momento la gente no estaba tan preocupada por la economía ni por su situación personal. El tándem corrupción e inflación es letal".

En cuanto a las denuncias del periodista Jorge Lanata sobre la ruta del dinero K que involucran al empresario ultrakirchnerista Lázaro Báez y rozan al propio expresidente, Fraga afirma que "el efecto más relevante que han generado es que el tema de la corrupción llegue al hombre común, hasta ahora centrado en la inseguridad y la inflación como demandas prioritarias".

Modus operandi

Semanas atrás, en una entrevista con este diario, el ex secretario de Cultura del kirchnerismo, José Nun, arriesgaba una inquietante hipótesis para definir la transformación que, a su juicio, experimentó la corrupción en la Argentina a lo largo de la última década. "En los años 90, la corrupción era más descentralizada. Lo que acá va quedando en evidencia es que en esta década la corrupción es unitaria, que siempre remite al mismo vértice, algo que la hace mucho más cuestionable", apuntaba. Con el agravante, reforzaba, que "sistemáticamente, el Poder Ejecutivo ha desarmado los organismos de control y ha puesto gente adicta al frente", con la excepción de la AGN, que conduce, pese a los embates oficiales, el radical Leandro Despouy. En efecto; el desmantelamiento de los órganos que procuran la transparencia administrativa ha sido una constante en estos 10 años de kirchnerismo.

Fornoni amplía esta idea. La corrupción en su formato actual, dice, "es más sofisticada e importante. La de la época de Carlos Menem eran coimas por privatizaciones o sobreprecios en licitaciones", mientras que en estos tiempos, "aparentemente incluye quedarse con empresas o tener una participación mayoritaria en ellas".

Impacto electoral

Otro interrogante es cuál será el impacto de estos escándalos en las legislativas de octubre, ahora que el tema vuelve a estar sobre el tapete. "Hay una gran proporción de gente que cree que las denuncias de Lanata son ciertas y esto va a pesar en la elección", ilustra Fornoni. De hecho, la última encuesta de M&F refleja que un 53% cree que la investigación sobre la ruta del dinero K es verdadera, un 25,7% opina que lo es parcialmente, y apenas un 11,5% la considera falsa. El sondeo muestra también una fuerte caída de la imagen presidencial.

La sensación de impunidad aumenta, al compás de la sanción de una reforma judicial que busca subordinar a los jueces al poder político, mientras el blanqueo de capitales lanzado por el Gobierno se encarga de borrar de un plumazo la promesa original de Néstor Kirchner de procurar "traje a rayas para los evasores".

El malestar crece. No son buenas noticias para los K y su proyecto de permanencia en el poder, más allá de 2015. z we

Temas relacionados
Noticias de tu interés