Cabezas, Nisman y el homenaje de no olvidarlos

Muchos argentinos recordamos ayer el crimen de José Luis Cabezas. El fotógrafo de la revista Noticias murió hace 18 años por haber retratado al empresario Alfredo Yabrán caminando por la playa. Sus asesinos lo secuestraron de un cumpleaños en Pinamar, lo llevaron hasta un descampado, lo ataron, le pegaron dos tiros y lo quemaron dentro de su auto. Su muerte despertó una conmoción popular y Carlos Menem no volvió a ganar una elección hasta dejar el poder. Pero el saldo más patético de todo aquello es que ninguno de sus asesinos está preso.


La Argentina es un país cuya democracia restaurada en 1983 tiene todavía demasiadas cuentas pendientes. Y la muerte de Alberto Nisman nos muestra, dramáticamente, que la conducción de los espías y de las fuerzas de seguridad por parte del poder político es una de ellas. Como Menem entonces, la presidenta Cristina Kirchner es la primera responsable de que los mecanismos institucionales funcionen en serio para que sepamos cómo y porqué murió el fiscal que investigaba el caso AMIA.


No olvidar a Cabezas, y a Nisman, es bastante más que un necesario eslogan ciudadano. Es el homenaje mínimo que ellos (y muchos otros argentinos más) se merecen hasta el día en que podamos decir que sus muertes no fueron en vano.

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