Blanqueo, dólar y hasta Starbucks se mete en Lebac

En ese mapa siempre cambiante que es la opinión pública, la reacción de los consultados a la salud de la economía y las resbalosas expectativas para el mítico segundo semestre del año parecen haber emplazado al Gobierno. Por eso no es difícil pensar que a pesar del 50% de aprobación que tiene la gestión presidencial en las encuestas, lo emergente de las demandas sociales y lo urgente de la agenda, le marcaron el límite temporal a los boys del gabinete económico, que de ahora en adelante prometen más gasto que ajuste.

En la traducción, y a pesar de que fue el propio presidente quien ancló las expectativas de recuperación para las próximas semanas, implica que llegó el momento de pensar en las elecciones de 2017. Si se lo piensa, los ajustes en tarifas, la exorbitante inflación, el recorte en los puestos de trabajo del sector público y la megadevaluación del arranque han acotado los márgenes del Gobierno a la hora de mostrar resultados. En rigor, un ejercicio caprichoso, perverso y amnésico cuya práctica suelen promover los exégetas del opúsculo kirchnerista podría saldar como negativo el resultado obtenido hasta ahora en materia de inflación, salario real, consumo, actividad económica y empleo, pero también en déficit fiscal y emisión monetaria, lo que no deja de constituir toda una novedad teórica.

Con estos elementos en la mano pueden comprenderse tiempo y forma de los anuncios previsionales los jubilados que cobran la mínima deberán esperar a septiembre y la subrepticia enunciación del blanqueo que se discutirá en el Congreso y que, para el Gobierno, se hizo oficial en las tibias enunciaciones del presidente Macri pero, sobre todo, en las respuestas que una vez terminada la alocución electoral, brindó el ministro Prat Gay, quien no dudó en enviar una advertencia por televisión a todos aquellos que tienen recursos fuera del sistema al señalar los vamos a ir a buscar.

En este sentido, la estrategia del Gobierno distará de ser original. En rigor, pondrá en juego una variante de la campaña del miedo, al sostener que será muy difícil que la AFIP no pase a detectar los ahorros que estén fuera del sistema bajo la puesta a punto de los convenios recíprocos de intercambio de información con otras plazas financieras. A ello le sumará una versión matizada del cerrojo kirchnerista, cuando enuncie que es ahora o nunca el momento de blanquear y empezar a pagar impuestos.

Aunque no se mencione demasiado, hay quienes en el propio gabinete plantean un interrogante no menor: ¿de dónde saldrá la plata? Los gobiernos se ven en la obligación de lanzar generosos blanqueos para que, cuando salgan de Suiza o cualquier otro lugar, esos ahorros no busquen otro paraíso fiscal más ignoto, pero estamos hablando también de quienes fugaron millonarias fortunas del país en los últimos años, en muchos casos, provocando una crisis cambiaria que terminó jaqueando la confianza en el peso, señala una fuente ministerial.

Con el resultado incierto que promueve el blanqueo, todas las miradas apuntan al Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Anses, que promete poner en juego sus recursos para financiar los compromisos de pagos por deudas a jubilados, con sentencia judicial o sin ella. Eso conllevará un desarme de la participación accionaria del organismo previsional en empresas que cotizan en Bolsa, lo que invariablemente terminará planteando si el Fondo de Garantía de Sustentabilidad podrá seguir siendo un fondo que sea garante de las futuras jubilaciones y sustentable en el tiempo.

Los flujos de la Anses son negativos, los ingresos que están formados por aportes, contribuciones y cajas provinciales son más bajos que los egresos que está compuesto por jubilaciones, señala un experto.

Mientras todas las expectativas están puestas en el próximo blanqueo de capitales, muy lejos parecen haber quedado los u$s 13.000 millones virtualmente congelados que las empresas no podían girar al extranjero en concepto de utilidades hasta fines de 2015.

En la Argentina del revés, el dato de las últimas horas es el llamado telefónico de algunos funcionarios del Banco Central que empujan a las empresas a aprovechar las compras de dólares en la plaza cambiaria para capitalizar la cotización de la divisa estadounidense en niveles mínimos.

De fondo, al Gobierno lo corre el momentum del mercado cambiario. El fuerte ingreso de dólares de la cosecha que se había demorado fruto de un rezago en las operaciones comerciales por las inundaciones y las dificultades para llegar al puerto y la entrada de inversiones que buscan lo elevado de las tasas de interés autóctonas, parecen haber generado una situación impar pero previsible, con mayor oferta.

Es legión el grupo de importantes empresas que se ven con incentivos para colocar en Letras del Banco Central su cashflow. Por ejemplo la cadena Starbucks, que acaba de llegar a los 100 locales en la Argentina pertenece al Grupo Alsea fue noticia en los rincones de la City por hacer una apuesta cortoplacista de fuste en estas cuestiones. El dilema entre tasas bajas y dólar parece haber quedado en suspenso, ya que para el Banco Central, parece haber llegado la hora del descenso en las Letras, aunque ello implique un reajuste del tipo de cambio.

Está claro que entre catorce y dieciséis pesos, Sturze va a ir a buscar este último precio, dicen en la City.

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