Argentina y el largo plazo: dos programas económicos inviables y el ejemplo chino

La inviabilidad de la Argentina y sus dos programas económicos que vienen alternándose pendularmente desde los setenta es tan obvia que resulta casi imposible presumir la buena fe de aquellos que continúan culpando al programa opositor mientras defienden al propio tantas veces fracasado como el otro.

Desde hace varias décadas venimos empobreciéndonos en comparación con otros países, incluyendo nuestros hermanos latinoamericanos. Podemos tener muchas ganas de cambiar, pero si no asumimos el dolor inherente al cambio, seguiremos alternando entre ciclos formalmente antagónicos pero que en realidad son similares en cuanto a que privilegian el corto plazo a costa del largo, sea una economía cerrada estimulada en base de subsidios cruzados cortoplacistas, o una economía abierta estimulada a base de inversión extranjera que no se traduce en mayores exportaciones de bienes y servicios locales.

Ambos modelos en esencia comparten el mismo vicio: son un carísimo calmante de corto plazo que nos hace en el largo plazo cada vez más pobres.

El ejemplo de China

Cuando China resolvió salir de su continuo empobrecimiento de su modelo planificado estatista, optó por desarrollar un programa de inversión privada a riesgo para producir bienes exportables al mundo. Muy parecido a lo que necesita la Argentina para desarrollar su Vaca Muerta, su minería, o su sector tecnológico.

China no hubiese podido hacer dicha transformación, ni de un día ni para otro, ni en forma general a todo el país desde el primer día.

Así en los 70 del siglo pasado, con mucha resistencia interna, comenzó los primeros programas aperturistas pilotos, en zonas económicas especiales. Fue Xi Zhongxun, el padre del actual Presidente Chino, Xi Jinping, el precursor de las reformas en la pionera Zona Económica Especial de Guandong. Progresivamente China amplió el ámbito territorial de sus reformas y así pudo reconvertir una economía deficitaria y carente de innovación, en una economía pujante que en muchos ámbitos lidera la innovación global, como en el caso del 5G de tecnología móvil digital.

Reglas claras para la inversión

Igual que China, para desarrollar una política de estado destinada a la exportación de bienes y servicios nacionales con valor agregado, necesitamos de inversión. Y esa inversión necesita reglas claras y estables en el largo plazo.

No se trata de regalar nuestros recursos al capital extranjero. ¿O acaso China regaló sus recursos cuando permitió las inversiones extranjeras que hoy lo posicionan como el principal exportador mundial?

Como China en los 70, Argentina necesita crear un ámbito de estabilidad jurídica que aísle y proteja ciertas inversiones requeridas para su crecimiento de largo plazo de los recurrentes ciclos de economía abierta y cerrada que ocurren en Argentina. Sin este pilar, la única inversión que recibirá Argentina es aquella de corto o mediano plazo o aquella que incluye garantías del Estado o consumidores domésticos cautivos, ninguna de las cuales sirve para desarrollar nuestros recursos naturales y humanos a escala global.

Este nuevo programa de largo plazo debe desarrollar proyectos industriales con valor agregado destinados a ganar mercados en la economía global para productos industrializados a partir de recursos minerales, energéticos, petroquímica, tecnología nuclear, agrícola-ganaderos, pecuarios, servicios tecnológicos y demás sectores en donde la Argentina puede ser competitiva a nivel mundial.

Dicho programa debe instrumentarse a partir de una ley que otorgue seguridad y estabilidad jurídica en áreas de alta sensibilidad como lo son las regulaciones cambiarias, impositivas, laborales, y de suministro energético. Además, el largo plazo de las inversiones exige que dicha ley sea votada como una política de Estado con participación de todos los sectores políticos mayoritarios. La jerarquía legal del régimen, la instrumentación de las garantías a través de un contrato de inversión, fortalecen el cumplimiento en el largo plazo de los compromisos del gobierno, abaratando así el costo financiero de las inversiones. 

Son este tipo de políticas de largo plazo con miras a la exportación de nuestros recursos naturales y humanos el único remedio para revertir nuestro continuo empobrecimiento y, a la misma vez, la herramienta para alivianar el dolor de la necesaria e inevitable transformación de nuestra estructura industrial y de empleo, desde su dependencia a un mercado interno cautivo, a un posicionamiento en competencia con el resto del mundo.

Es ahora, durante la pandemia y la crisis económica, en que, en paralelo con la administración de la emergencia, los argentinos debemos comenzar a construir nuestro programa de largo plazo.

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