Argentina y China: la hora de una definición

El 12 de diciembre de 2016 -a 15 años de su acuerdo de ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC)-, China reclamará ser considerada economía de mercado. Esa inminencia pone a la Argentina ante el deber impostergable de explicitar su posición.

No se trata solamente de sutilezas diplomáticas. En momentos en los que el comercio internacional es poco favorable para Argentina, con un mundo fuertemente vendedor y nada comprador, tenemos que ser claros para que nuestro sector productivo no sea afectado por la competencia desleal.

Las señales que ha dado el Gobierno, hasta ahora, preocupan. Se ha hablado de la posibilidad de buscar, junto con el Mercosur, un tratado de libre comercio (TLC) con China. En estas condiciones, un acuerdo de ese tipo sería peligroso. Argentina tiene una estructura industrial importante que no puede rifarse.

Está claro que tenemos que insertarnos al mundo. Pero lo que hay que discutir es la forma en que nos vamos a relacionar con países como China, que pueden ser una palanca para el desarrollo nacional o una puerta abierta de par en par para ingresar a la primarización de nuestra economía. ¿Hay que salir a competir? Sí; pero en igualdad de condiciones. No se puede ir a jugar la final de Roland-Garros con una paleta de paddle.

Argentina y el Mercosur son fuertes como productores de materias primas. Con Brasil, por ejemplo, producimos el 35% de la proteína vegetal del mundo: fortaleza y debilidad al mismo tiempo. ¿Por qué? Porque China quiere comprarnos sólo porotos de soja, no quiere importar el aceite de soja ni biocombustibles. Ese agregado de valor quiere hacerlo en su territorio. Hoy cerca del 80% del comercio de Argentina con China es poroto de soja y sus derivados, y en cambio el 99% de lo que se trae desde allí es valor agregado y un 70% productos de media y alta tecnología: importamos puestos de trabajo chinos. Eso explica que nuestro déficit comercial con China fue en 2015 de u$s 6388 millones (11.435 millones si consideramos solamente el déficit en manufacturas de origen industrial). Un déficit que se mide en divisas pero también en empleo.

Reconocerle a China el status de economía de mercado puede profundizar esa relación asimétrica con el gigante. Y aun peor, intentar negociar un TLC con China con nuestra actual matriz económica podría condenar a nuestro entramado industrial. La industria del acero, no sólo en Argentina sino en todo el continente, es un ejemplo de ello. En 2015, China subsidió a sus empresas de acero por un total de u$s 18.300 millones y muchos países como Estados Unidos y la Unión Europea están en alerta ante el posible dumping.

Por eso es que el Gobierno debe tomar explícitamente una posición sobre la cuestión China. En esa decisión se juega gran parte de la política industrial que asumirá en adelante. Los países del mundo buscan cuidar y generar cada vez más empleo, ¿Argentina se dejará llevar por el canto de sirena de los atajos o asumirá finalmente su rol futuro de un país desarrollado económica y socialmente?

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