Aprender a soltar para invertir mejor

La historia del dólar en Argentina refleja que desde hace décadas es el principal refugio al que acudimos cuando percibimos inestabilidad sistémica, ya sea política o económica. Siempre para el argentino ha sido un símbolo del modo en que nuestros ahorros buscan preservar su valor. Durante los 12 años de la gestión anterior se intentó, como lo habían hecho sin mucho éxito gobiernos anteriores, cambiar el hábito de ahorrar en moneda extranjera. Quién ahorró en pesos, a la luz de la evidencia, no sólo no fue exitoso sino que perdió gran parte del poder de compra de su dinero. La construcción de sentido del ahorro en dólares no fue gratuita para el inversor menos sofisticado porque si bien fue mejor que quedarse sólo en pesos, esta opción tuvo un rendimiento muy inferior que las alternativas un poco mas sofisticadas.

El precio del billete transitó el primer año de la gestión de Cambiemos un período muy volátil: arrancó arriba, de la mano del levantamiento del cepo cambiario que todos los mercados predecían, a pocos días de asumir el gobierno Mauricio Macri. Pasó de $ 9,75 a $ 14,5 en la segunda quincena de diciembre, para ir bajando y cerrar el 31 de diciembre de 2015 en torno de $13.

Durante el año su valor fue variando y surfeó dos cisnes negros como el Brexit y el triunfo de Donald Trump en EE.UU. Sobre el cierre de 2016 el resultado del blanqueo de capitales ofreció una muestra de confianza determinante en el precio que vemos hoy en pizarra.

Tomando solamente aquel año vemos que subió un 22% a $ 15,9, es decir muy por debajo de la inflación, que cerró en 40%. Al tiempo que determinó la menor suba de la divisa desde 2013.

El primer mes del 2017 tampoco augura un buen rendimiento de la moneda en términos de ahorro ya que sigue acentuando la tendencia que mostró después del salto que lo llevó a cotizar a $ 16,38 a comienzos de enero.
La trayectoria descendente en el valor del dólar de los últimos días revirtió aquella tendencia que había mostrado desde la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre pasado, momento a partir del cual, las monedas de los países emergentes se debilitaron frente a la divisa estadounidense.

En este marco, revisar nuestra capacidad para desprendernos de los activos que pierden valor relativo parece una actitud natural pero lo cierto es que solemos tener siempre el mismo problema, nos cuesta ‘soltar’. Podemos ponernos filosóficos y extender esto a cientos de ejemplos de la vida cotidiana. Pero en lo relativo a los aspectos financieros, parece que la racionalidad cede paso a esta dificultad.

Ya sean dólares, acciones o bonos, mantenemos los activos que pierden valor esperando que suban y olvidando que aprender a ahorrar supone, determinar nuestra estrategia en función de la elección mas conveniente en cada momento y no como mecanismo para justificar el error de decisiones previas. En suma, por más que esperemos que los activos "recuperen el valor perdido", lo cierto es que el valor de los mismos obedece a una sola cuenta: precio por cantidad. El resto es una ilusión.

En economía, llamamos ‘efecto dotación’ a la hipótesis cimentada por los aportes empíricos, a través de estudios de campo, juegos y encuestas, de Daniel Kahneman, Richard Thaler, Dan Ariely, entre otros. Básicamente, establece que las personas tienden a sobrevaluar objetos de su posesión en comparación a otros similares que no poseen, o por encima -incluso- de su valor de mercado. Su aplicación en finanzas indica que los agentes se apegan a determinados activos, ya sea por confort o familiaridad, aún a pesar de que ello le genere altos costos de oportunidad (el costo no materializado por perderse mejores oportunidades de inversión más rentables).

A veces, desapegarnos cuesta más de lo que parece. Mucho más, si venimos de una cultura y una historia en la que el ahorro pareciera ser una decisión binaria. Para el ahorrista de a pie, la decisión financiera generalmente es un cara o cruz entre plazo fijo y el dólar. Apuestas en las que se puede salir perdiendo cualquiera sea el resultado de la moneda: la tasa de interés de los plazos fijos se mantuvo por debajo de la inflación a lo largo de 2016, mien tras que el dólar también perdió poder adquisitivo en términos reales.

La alternativa de los fondos comunes de inversión en este sentido es un paso intermedio que nos permite dejar las decisiones en cuanto a la composición de cartera en manos de profesionales que operan según el nivel de riesgo que estamos dispuestos a asumir, sin ser (tan) afectados por los conflictos por el ‘efecto dotación’. A medida que la inflación converge a valores más bajos, y la volatilidad de los precios disminuye, es hora de comenzar a ahorrar con más cabeza y menos corazón. Un desafío que no es sólo individual sino colectivo ya que además constituye el mejor modo de convertir el ahorro en inversión.

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