CRONISTA POR UN D A

Aplazado en comunicación y tironeado, igual Macri aspira al alargue

A los ojos de la opinión pública y a dos años y siete meses de haber llegado a la Casa Rosada, la figura política de Mauricio Macri hoy parece tener sus miembros atados a cuatro caballos que lo quieren descuartizar. Lo notable del caso es que se trata de un Presidente que no ha tenido aún mucho tiempo de mandato y que acaba de conseguir en octubre pasado un triunfo electoral meritorio. Fue la crisis económica la que lo bajó en la consideración de la opinión pública, lo colocó despatarrado en el suelo y lo dejó a merced del tironeo y habrá que preguntarse si el cimbronazo se produjo por errores propios, por el mundo que se le vino encima y dejó al Gobierno sin financiamiento externo o si eventualmente fue por la sequía o por todo en su conjunto.

Probablemente, para comenzar a salir de esta tortura que lo agobia, el Presidente hizo el 9 de julio una referencia central sobre los motivos de la situación, en una autocrítica que debería ser mejor valorada de lo que fue, sobre todo por el orden que eligió para expresarla, colocando en primer lugar, aunque genéricamente, sus propios errores, mientras ratificaba el rumbo de su gobierno: "Estamos pasando una tormenta, fruto de muchas circunstancias: temas de nuestra propia gestión, externas y políticas del gobierno anterior", confesó públicamente.

Aunque para algunos resultó una explicación algo mezquina y en formato telegrama (no se conoce a ningún político que desee ponerse explícitamente la soga al cuello) y que para otros faltó, tras la confesión, el arrepentimiento y el propósito de enmienda, la buena noticia desde la psicología es que Macri reconoció el problema y que eso le aflojó algo los tientos desde el lado de la imagen del gobernante, mientras que la mayor calma en los mercados le ha generado a todo el Gobierno un alivio extra por otro lado. Está claro que el Presidente se alejó del esquema de las buenas ondas y de las recurrentes promesas que nunca llegaron a concretarse y seguramente para contentar a muchos críticos hasta aludió a la herencia recibida, un tema que ha ido perdiendo fuerza a través del tiempo, ya que ahora muchas responsabilidades son comparten. La idea es levantarse y ponerse al frente de la crisis y ya se verá si esto se refleja así en las próximas encuestas.

Derivada de las causas de la crisis surge otra cuestión, para nada secundaria, aunque con algo de hipótesis, que le preguntó este periodista a un importante funcionario gubernamental, después de haberla dada por cierta un economista que asesora al Gobierno: ¿no lo vieron venir o a la crisis la agrandaron ustedes para poder hacer lo que debieron hacer antes y también para usar al FMI como excusa? Sorprendido, el funcionario respondió tajante, aunque algo nervioso: "¡Estás loco¡ Hubiese sido algo demasiado arriesgado", expresó, mientras en simultáneo y con cierta picardía, guiñaba un ojo y se esfumaba.

Es algo bien objetivo marcar que, más allá de todos estos interrogantes y especulaciones, desde que ha comenzado su Gobierno, el Presidente ha quedado tironeado por derecha y por izquierda por ortodoxos y por populistas de todos los colores, sectores que no paran de meterle fichas todos los días (y más ahora, en el actual declive) para sugerirle planes que él nunca habrá de encarar. También tiran de la misma soga de la imposición de recetas diferentes la CGT, la Iglesia, los movimientos sociales y hasta sus propios aliados de Cambiemos.

También Macri ha cometido pecados propios, como por ejemplo haber quedado encerrado en demasiadas contradicciones, esencialmente las que derivaron en la sensación de tiempo perdido y, al respecto, dicen que es quien dentro del Gobierno lidera el ajuste con mayor enjundia no sólo porque por primera vez en la historia quiere cumplir con el Fondo, sino porque se siente acosado por sus propias ineficiencias, sobre todo aquellas derivadas del armado gubernamental que imaginó. En este sentido, el Decreto de achicamiento del gasto en el Estado, que dispuso un congelamiento de las vacantes de empleo público hasta fin de 2019, la reducción de los viajes y de la flota de autos oficiales resultó ser una señal de austeridad, más allá del ahorro que se puede producir, calculado en 20,5 mil millones de pesos. Además, se esperaba que Macri mismo achicara la pirámide que armó, bajando de ministerios a secretarías y cambiando las dependencias para ahorrar tiempo en coordinadores, pero eso todavía no sucedió.

La política comunicacional del Gobierno es otro de los temas por la cual el Presidente, su gobierno y sus ideas sufren bamboleos que lo exponen innecesariamente, situación que hasta el momento no desea o no consigue corregir. En el gobierno de Macri, nadie prevé los hechos y sus consecuencias, como también nadie explica con idoneidad y con cierto sentido didáctico nada de lo que circula. La sensación es que el Gobierno siempre parece correr detrás de los acontecimientos y que llega tarde y mal a los incendios. En ese sentido, resulta crítica la situación de desprotección gubernamental, pero es mucho peor que no se adviertan las consecuencias.

Así, no sólo le entran al Gobierno las balas de las operaciones de prensa que le suelen hacer opositores, lobistas o aún periodistas para esmerilarlo, sino que no hay quien salga siquiera a corregir con seriedad las interpretaciones erradas, aunque hayan sido expresadas de buena fe. El caso del desmadre financiero y cambiario que terminó impactando en los bolsillos vía precios, jamás ha sido explicado con idoneidad y con cierto sentido didáctico por ningún funcionario ni se intentó una explicación sincera -más allá de cierta vergüenza que algunos puedan sentir- sobre los motivos por los cuáles se recurrió al Fondo Monetario.

Es verdad que el Gobierno ha dejado crecer tanto el flanco crítico sin contrarrestarlo con opiniones propias que hoy se necesitarían muchos voceros idóneos para equilibrar la partida, algo que a esta altura puede resultar desmesurado, pero lo cierto es que se intenta poco y hay como cierta piedra libre para que cualquiera diga cualquier cosa, ya que quien habla sabe que no se lo va a refutar, ni siquiera a contrastar. El ejemplo del proyecto de ley sobre legalización del aborto es algo muy claro, ya que los medios estuvieron discutiendo durante un par de semanas sobre el notorio agujero ideológico que había quedado en Cambiemos por las posiciones diversas de sus legisladores, pero nadie se ocupó de explicar que, debido a lo sensible del tema, esa misma transversalidad se había dado también en los demás bloques. Recién ahora se ha descubierto que en el PJ pasa lo mismo.

Justamente, el justicialismo ha pasado a ser la vedette de la situación, ya que su concurso resulta vital para aprobar el Presupuesto 2019. Macri hace de policía malo y dice que el peronismo nunca cumple con lo pactado, mientras el ministro Rogelio Frigerio trata con los gobernadores, quienes van a hacer lo necesario para que todo salga como quiere el Ejecutivo nacional, no sin antes sacarle muchas concesiones que se traducen en fondos. Diputados y sobre todo senadores van a refunfuñar, harán profesión de fe sobre que ellos no son el ajuste ni tampoco quienes adscriben a las odiosas recetas del FMI, hablarán de soberanía, pero van a terminar votando a dos manos. El razonamiento es sencillo: a nadie le conviene más que al peronismo de cualquier vertiente que el trabajo sucio lo haga el gobierno, ya que si ganan las elecciones el año próximo van a recibir una administración ordenada.

El peronismo es un factor más entre quienes tironean al Presidente. Pero si Macri encauza este tema y, sobre todo, si logra desatarse de la soga que representa la disconformidad genuina de buena parte de la sociedad en medio de una economía inflacionaria con pronóstico recesivo derivado del apretón monetario y de la menor cantidad de obras públicas, aunque el Gobierno jura que el signo del año será positivo, podría entonces entrar nuevamente a la cancha, aunque sea con media docena de goles en contra. Y entonces, a partir de ese momento, dependerá de sí mismo para empatar el partido y aspirar el año que viene a un alargue que le permita demostrar que es posible cambiar para salir, tal como él piensa, de las recurrencias ideológicas que, desde los años 30 del siglo pasado, sólo repiten recetas que han metido al país en un profundo tobogán.

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