Al cierre del 2015, América del Sur está dividida

A lo largo de la última década, América del Sur se encerró políticamente en sí misma. Se aisló, entonces. Para ello: UNASUR. En lo económico, en cambio, las cosas no fueron tan así. América del Sur se dividió. Los países del Pacífico (y Paraguay), a los que pasaremos sucintamente revista en esta breve nota, eligieron operar con economías que están sustancialmente abiertas y que fundamentalmente son de mercado. Los demás, en cambio, en menor o mayor medida, prefirieron el estatismo y se condujeron dentro de esquemas en los que imperó el populismo. Por eso han crecido menos y, en general, están más inestables.

La región, en su conjunto, está creciendo a un promedio del 2,5% anual de su PBI. No está tan mal, pero es un ritmo inferior al del resto del mundo en desarrollo, donde los países llamados emergentes crecen a un promedio del 3,1% de sus PBI.

Los países latinoamericanos del Pacífico (México, Chile, Colombia y Perú) crecen a un ritmo que supera al promedio regional en un 1,5% del PBI, con una inflación más o menos normal. Veamos algunos de sus principales datos macroeconómicos.

El mejor ritmo de crecimiento del área del Pacífico se refleja en que hasta los inversores de nuestra propia región eligen y prefieren trabajar en los países del Pacífico. Por ejemplo, el banco brasileño Itaú ha invertido ya más de un billón de dólares en su expansión en Chile y Colombia. A su vez, los grupos minoristas chilenos Cencosud y Ripley se han expandido muy fuertemente en Colombia y en Perú. Las empresas de servicios colombianas, por su parte, se han proyectado claramente hacia el sur. Desde México, Fensa ha pasado a controlar a dos importantes cadenas farmacéuticas, Cruz Verde, en Chile, y Farmasanitas, en Colombia. Y hay más.

Todos ellos tienen operando normalmente a los fondos de pensión privados. Chile, con unos 156 billones de dólares de activos, lo que equivale nada menos que a los dos tercios del PBI chileno. México, con 158 billones de dólares de activos, pese a que Chile los vio nacer en 1980 y México recién en 1997. Los Fondos de Pensión chilenos, cabe agregar, invierten en el exterior el 44% de sus carteras. En Colombia, esa cifra es del 30% en el exterior. En ambos casos están sanos. Y razonablemente diversificados.

El fin del providencial viento a favor de los altos precios internacionales de las materias primas, que ya ha cesado, impactó de modo diferente en los distintos países del Pacífico. Lo sucedido con la minería es un buen ejemplo de ello. Porque la minería es el 12,3% del PBI chileno. El 11,7% del PBI peruano. El 9,1% del PBI colombiano. Y el 7,6% del PBI de México, que tiene una economía muchos más diversificada y, por ello, cuenta ya con un importante sector industrial que opera con pujanza -y alta productividad- en todo el enorme mercado del norte del hemisferio, ampliado por el NAFTA. Muy particularmente en el moderno y creciente sector automotriz.

La inversión extranjera, pese a todo, ha seguido creciendo bien en México y Colombia y, en cambio, se ha detenido algo en Chile (quizás por la cuota de inestabilidad que proyectan las opacas propuestas de modificación constitucional con las que Michelle Bachelet ha estado insistiendo, contra viento y marea) y perdido algún dinamismo en el Perú, especialmente en el sector minero. España es hoy el principal inversor extranjero en Chile. Los Estados Unidos lo son en México. El Reino Unido en el Perú, seguido de cerca por España. Y en Colombia también los Estados Unidos son el primer inversor extranjero, seguido por los de México y China.

Entre los países del Pacífico, al cierre del año que viene habrá ya un 92% de los productos que circulen entre ellos que lo harán sin aranceles aduaneros. En siete años se espera desgravar el saldo, esto es el 8% restante.

El Pacífico está impulsando a la región. Es su tracción principal. Particularmente en lo comercial. Atrae, entonces. El resto de la región está sufriendo las consecuencias de la suma de populismo y estatismo, que ha terminado paralizando su crecimiento y generando el descontento que comienza a expresarse en las urnas.

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