Acuerdos de productividad son necesarios en economías regionales sin protección

Frente a los desequilibrios macroeconómicos de su inicio, el actual gobierno actuó para evitar una crisis, pero no con recursos permanentes. Apenas inicia la tarea en materia productiva, y mientras lidia con limitaciones de índole político, deberá correr a toda prisa para lograr un aumento en la productividad del sector privado, la reducción del déficit fiscal, y la mejora de la eficiencia en el sector público. El nuevo equilibrio al que se arribe dependerá mucho de su velocidad y coordinación.

El deterioro del comercio exterior es uno de los problemas clave a resolver. En el estancamiento del PIB observado desde 2011, debe notarse que sus componentes evolucionaron de manera heterogénea, las exportaciones cayeron en valor en torno al 30%, si se mide hasta 2016. Y a su vez, dentro de ese mismo agregado, las manufacturas de origen industrial, con menores ventajas competitivas, acusaron en sus envíos al exterior una merma mayor al 40%, mientras que los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario sufrieron caídas menores.

Un dato que también refleja esa situación es la fuerte disminución en la cantidad de empresas exportadoras. Según datos relevados por el ministerio de producción, en 2016 solo actuaron 9600 firmas, 36% menos que una década atrás.

Sin embargo, se dan ciertas particularidades. Las exportaciones de algunos productos del interior del país cayeron más marcadamente que las de la industria. Un caso claro se da en Cuyo y el Comahue, cuya producción de frutas tiene un fuerte sesgo exportador y demanda mucha mano de obra directa. Los envíos al exterior de peras, manzanas, frutas de carozo y uvas, cayeron 47% en el lustro.

Esto no se explica por los precios y el volumen del comercio mundial. Por caso, si bien el mercado mundial de peras y manzanas no ha sido el más auspicioso, nuestros competidores del Hemisferio Sur no han mostrado ni cerca un desplome como el de nuestro país, más bien se ha visto una aceptable performance, que tiene su base en unos costos más competitivos.

Si bien puede trazarse rápidamente cierto paralelismo entre las exportaciones de estas regiones y las industriales, debe notarse que tienen intereses comunes y encontrados. Ambas son productoras de bienes transables, y por ello están afectadas de modo similar por tipo de cambio y la competitividad externa, pero existe una diferencia importante.

La industria tiene mayor posibilidad, y lo logra, de obtener protección interna y colocar su oferta en el propio país. En cambio, los productores de las economías regionales mencionadas no pueden hacerlo ya que buena parte de su estructura productiva se orienta al mercado mundial. Esto es muy relevante, porque explica su necesidad de una política comercial menos proteccionista, que permita un mejor acceso a otros mercados.
Ante los severos problemas de competitividad externa, especialmente en actividades distintas a la agropecuaria, la estrategia del gobierno se encamina a lograr acuerdos de productividad con los actores de cada una de ellas. Y, dada la resistencia que podría darse a medidas generales y la existencia de muy distintas particularidades, esta vía podría ser un camino fecundo.

Algunos puntos que ya han sido acordados son, por ejemplo para desarrollar Vaca Muerta, modificar el régimen de trabajo para aumentar la eficiencia y reducir fuertemente los aranceles a la importación de bienes de capital. En el sector automotriz, se definió el compromiso de diversificar los mercados de exportación e invertir en la fabricación de nuevos modelos. En el sector textil, se destaca el estudio de una ley que reduzca los aportes patronales, en el marco del proyecto de reforma impositiva integral anunciado para el año próximo.
En el fondo son convenios con los gremios para mejorar la organización laboral y el compromiso del gobierno de reducción de impuestos, buscando impulsar inversiones que aumenten la producción y generen más empleo (o no lo pierdan).

En este marco, para sostener o promover algunas economías regionales, es oportuno aprovechar la ola e impulsar estos acuerdos con los actores del trabajo y las empresas. Si se está avanzando con producciones de bienes transables que compiten puertas adentro, aún más se requiere hacerlo con aquellos que lo hacen sobre todo puertas afuera y sin ninguna posibilidad de resguardo.

Como ejemplo emblemático, el visible achicamiento de la actividad frutícola del alto valle de Río Negro y Neuquén debería ser un potente estímulo para lograr compromisos que puedan aumentar o sostener el empleo. Todas las medidas antes mencionadas serían apropiadas. Producto de años de políticas desatinadas, muchas empresas se encuentran en el límite de supervivencia.

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