A un año de la marcha por Nisman: lo que no se quiere investigar

Existen cuatro ejemplos de causas en las que sobre la actuación de la Justicia primó la decisión política de no avanzar en las investigaciones: Pacto con Irán, denuncia de Nisman, muerte de Nisman y escándalo de Hotesur.
Quienes hace un año marchamos bajo la lluvia, acompañados por cientos de miles de personas, todo lo que pedíamos era que se nos permitiera investigar la denuncia que el fiscal Nisman había formulado contra Cristina Kirchner y Héctor Timerman, más una patética corte de lacayos, bufones, obsecuentes, cortesanos y otros oscuros personajes del séquito de la soberana que le hacían desafinado coro.
Por supuesto no nos fue permitido intentar siquiera, las más elementales diligencias de investigación y prueba.
Esa vez nos habíamos cuidado muy bien de incluir la palabra Justicia en nuestras consignas y pancartas porque decían que era ridículo que pidiéramos justicia quienes estábamos a cargo de administrarla. Hoy quedó muy claro que esa justicia no la administramos nosotros y en cuanto a aquellos sobre los que recayó semejante responsabilidad, la verdad es que hasta aquí no vemos más que chispazos esporádicos de indefinición, dudas y hasta una pizca de desánimo y desesperanza.
De cualquier modo mejoramos: el año pasado hubo quienes echaron mano de cualquier artimaña sucia para asegurar que la suerte de esa denuncia que le costó la vida a Nisman, terminara en manos de un fiscal militante, de esos que tanto gustaban al Gobierno de entonces y tan buena acogida tuvieron en la Procuración General.
Vimos de todo: pasos de tragicomedia, recusaciones de las defensas tratando infructuosamente de sacarme de en medio, sugestivos olvidos, aclaraciones innecesarias, inasistencias sorpresivas que restaban el número imprescindible para sesionar, postergaciones injustificadas, demoras de cadetería y parloteos burocráticos que fueron consumiendo el calendario que separaba el trámite judicial en curso de la integración de la representación del Ministerio Público en la instancia superior que resultara funcional a los objetivos de la impunidad.
Pero militancia y Justicia son conceptos incompatibles. La Justicia no puede ser ámbito para militar porque militar implica, en último término, renunciar expresamente a toda fórmula de raciocinio propio. Quien milita se limita a someterse a una estrategia que le es impuesta desde el mando y a obedecer las órdenes para alcanzar los objetivos propuestos por la facción a la que pertenece. Administrar Justicia consiste precisamente en lo contrario.
Yo, con tres semanas de anticipación, había comenzado a anunciar diariamente la maniobra que estaba a la vista. Su finalidad era enterrar la denuncia y para eso eran necesarias todas esas maniobras dilatorias a veces infantiles, a veces desvergonzadas, y así esperar la llegada del esperado apóstol de ese engendro curiosamente llamado justicia y, para peor legítima siendo la antítesis de ambos conceptos, que daría cabal y obediente cumplimiento al evangelio de impunidad que es dogma de fe de su funesta cofradía. Cumplido ese requisito, todo se resolvió en 24 horas.
Una verdadera síntesis de la injusticia, más ilegítima que nunca. Por eso hoy pedimos Verdad y Justicia para Nisman.
La síntesis más gráfica de tanto cinismo y desfachatez, tal vez haya sido una publicidad mural que empapeló las calles de Buenos Aires en las vísperas de la apertura de las sesiones parlamentarias ordinarias del año pasado, mientras discutíamos los tramos agónicos de la suerte de la denuncia de Nisman, "Todos con Cristina; la democracia no se imputa". Y esa democracia era una sola persona: aquella cuyas conductas jamás podrían ser sometidas al escrutinio de los jueces porque intentarlo podría costarle a quien se atreviera, quizás el puesto de trabajo, quizás un escrache para escarnio de su vecindario y su familia o una campaña de prensa que enlodara su nombre y, ya se vio, tal vez hasta la vida.
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