A diferencia de la deuda, Guzmán no será el único timonel de la economía

Haber logrado un acuerdo con casi la totalidad de los tenedores de deuda en dólares es una medalla que Martín Guzmán lucirá con justicia. Algunos de los inversores que tuvieron participación en todo este recorrido tenían poca expectativa de que el resultado al que finalmente se arribó fuese posible. En su rol de policía duro (con un Alberto Fernández  que en todos los foros remarcaba que la Argentina no quería el default), eran varios los que arriesgaban que su falta de pericia en materia financiera era un obstáculo insalvable para una negociación exitosa. Sin embargo, los hechos mostraron lo contrario.

Cuando el tiempo permita descifrar los vericuetos de todo el proceso, seguramente será la oportunidad de reconocer el rol de otros jugadores, como el del equipo de la Secretaría de Finanzas y el de los bancos asesores que contrató Economía. Hubo episodios que desataron malos presagios, como el marco de extrema dureza en el que se planteó la primera oferta, y la decisión de incumplir los primeros pagos. Por eso, aunque parezca cosa juzgada, será interesante desentrañar si esta estrategia fue concebida como un todo, de principio a fin, o si hubo algunos quiebres que ayudaron a alcanzar la fumata blanca. A empresas e inversores les sirve entender el formato de toma de decisiones de la política económica.

El problema de la deuda era como un tapón. Muchas decisiones estaban atadas a su resolución, sobre todo aquellas que dependían del financiamiento externo. Empresas y provincias con emisiones en el mercado no sabían bien qué rumbo iban a poder adoptar ni cuándo. Pero eso el anuncio del martes fue liberador. Es el corcho que deja salir la espuma. Ahora hay que ver cuánto líquido queda en la botella.

Lo que Argentina tiene que poner en marcha ahora es un plan (palabra odiosa, tanto para el Presidente como para el ministro de Economía) que complemente el paso dado con la deuda y sea la base de una estrategia consistente. No hace falta un power point. Pero sí es necesario identificar objetivos, como le gusta decir a Guzmán, y transmitirlos. Porque para que el sendero de expectativas que abrió el canje se mantenga, hace falta algo más que prometer el reinicio de conversaciones con el FMI.

El Gobierno tendrá que explicitar una política fiscal y monetaria que le permita a los argentinos tener en claro hacia dónde quiere ir. La pandemia desplomó el nivel de actividad, hundió la recaudación y forzó al BCRA a cubrir con emisión todas las necesidades de gasto adicional. Recoger ese hilo será una tarea tan delicada como discutir con BlackRock. La diferencia es que acá no solo opinará Guzmán. La política tendrá otro rol y otro nivel de demanda, con el 2021 electoral en la mira. Mantener el timón firme en este trayecto será todo un desafío.

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