Sapos para todas y todos: ni salud, ni economía, el ojo está en la Justicia

Un habitante de la zona incendiada en el Sur, productor de frutas finas, le decía el viernes a este periodista: "¿Sabe lo qué pasa? Que aquí nunca nadie va preso". Con el dolor de haberlo perdido casi todo, el hombre se refería a los brutales incendios que diezmaron la zona y que, por falta de refrigeración, le hicieron perder a él buena parte de su producción, la casa a 200 vecinos y la vida a animales y pobladores. El ambiente estaba caldeado en Chubut, la gente está saturada por la inacción y por eso pasó lo que pasó el sábado en las barbas de Alberto Fernández, reacción motorizada también por situaciones que hacen al rechazo a la minería a cielo abierto y otras rebeldías locales.

Ante la violencia, la imposición y el agravio a la investidura presidencial hay una sola actitud: el repudio. Como el mismo Presidente ha dicho no debe haber lugar "para los violentos". Ni para "los de arriba ni para los de abajo", hubiese agregado socarronamente Juan Perón. Si se mira el mapa de la actualidad hay violencia verbal en los ultras de los dos lados de la grieta, pero también una importante dosis de excesos en varias acciones y omisiones que el propio Gobierno encara todos los días, como las cargas contra el Poder Judicial, los ataques a la prensa o el relato parcial que busca seducir, aún sin decir la verdad plena.

Quizás estos hayan sido los golpes que más resonaron en el interior de la camioneta que llevaba al Jefe del Estado y ojalá le hayan servido para sacarlo de su letargo en varios temas fundamentales, a partir de un quietismo que preocupa. Esa actitud de parálisis fue potenciada por una semana cargada de situaciones negativas para él y para su gobierno, como su lenta resolución para designar un reemplazante de Marcela Losardo, el denigrante caso Formosa, el déficit de las vacunas (con el episodio de Beatriz Sarlo incluído) y el indomable índice de una inflación que golpea cada vez más los bolsillos. Puros aplazos, con una sola materia rendida a satisfacción: el torniquete que se le está aplicando a la Justicia.

En la enumeración están marcadas con claridad las tres vías por las que hoy de modo simultáneo discurre el Gobierno, aunque lo hace con diversos grados de dificultad de acuerdo al material que hay en la superficie de cada uno. El sendero 1, el de las cuestiones económicas, está totalmente cubierto de piedras del pasado propio y ajeno y por allí se marcha a los tumbos con un deslucido vehículo atado con los alambres de recetas fracasadas, aunque con un único elemento original para la ocasión, ya que se ha reconocido que la inflación es algo "multicausal". El vericueto dialéctico, algo raro de entender para el populismo distribucionista, quiere decir que la situación fiscal y la emisión para equilibrar el inmenso rojo es parte del problema. Este fue el aporte técnico que le hizo Martín Guzmán a la cabeza de Cristina Fernández en aquel viaje a El Calafate y hoy ya todo el kirchnerismo lo repite como loros, aunque sin creerle demasiado ya que por debajo se lo lima de lo lindo al ministro, mientras se le tirotea el Presupuesto.

Lo malo del traslado en ese carromato desvencijado es que a nadie parece importarle las dilaciones que se verifican en el recorrido, viaje que va dejando un tendal de ciudadanos de costado, sumidos en el desempleo, la pobreza y la ignorancia. No es sólo que se quiera dejar para después de las elecciones la negociación con el FMI (al que se ataca por elevación con querellas dirigidas a Mauricio Macri y sus ministros), sino que la incertidumbre mayor, la que frena inversiones (aún las más modestas de la vida diaria), está en la sospecha que no se quiere llegar a destino.

La número 2 es una carretera angosta, algo mejorada, aunque construida con demasiada impericia para soportar el tránsito hacia la salida de la pandemia. La evidente falta de vacunas es el corolario de múltiples errores que se dieron en catarata por privilegiar el credo que adora la acción monopólica de un Estado, ausente sin aviso en un tema tan sensible. No hay planificación; no hay una línea rectora; no hay ideas. El caso Sarlo fue el colmo de la subestimación, ya que creer publicitariamente que un grupo de famosos vacunados iba a convencer a la gente ha sido una auténtica falta de respeto hacia la sociedad. No hubo ofrecimiento por "debajo de la mesa", pero el gobernador Axel Kicillof se puso a la cabeza de esa campaña, la embarcó a su esposa y juntos no hicieron más que embarrar todavía más el camino y dejar al vehículo a riesgo de derrape.

Por último, está la ruta número 3, una autopista inteligente, lisa y ancha que le permite al kirchnerismo mucha fluidez en sus necesidades ideológicas y prácticas, ya que lo lleva a conseguir una Justicia sometida y, de máxima, viajar hacia un cambio constitucional. Por allí, circula también a gusto y velocidad, el entramado partidario de La Cámpora. Con la dirección de Cristina se la fue construyendo, sin prisa pero sin pausa, desde el mismísimo día uno y está ha sido la acción gubernamental más efectiva, casi la única, en 15 meses de gestión. Se propuso el control del Congreso a jueces y fiscales y ahora se habla de juicios políticos a magistrados y a miembros de la Corte que, junto a traslados y a designaciones masivas de abogados del palo o cambios de piezas a gusto, van conformado una Justicia de amigos del poder. Todo un éxito.

Para justificar el camino elegido resulta habitual escucharle decir a las usinas oficialistas que a los ciudadanos la situación de la Justicia les queda en segundo o tercer plano y que la estructura de la República no es motivo de preocupaciones. También se piensa que la gente votará por las vacunas y por la inflación y no por la Justicia. Más allá de la falacia de no reconocer que si las bases del edificio se mueven todo lo demás se moverá y de seguir subestimando la comprensión de la gente, el truco de naturalizar el tema con clichés de ese tenor es un buen modo de esconder aquello que se está cocinando a fuego lento para que no queme y para que la ciudadanía se acostumbre, como la rana, al hervor.

El caso Formosa ha sido un escándalo, pero no porque los medios le hayan prestado abruptamente atención a lo que allí sucede desde hace años, sino por el derrape presidencial. Su silencio abrumó a todos los que esperaban de él una reflexión más serena y justa. Fernández se calzó la camiseta del PJ más cristinista y privilegió los votos que el vitalicio Gildo Insfrán les puede arrimar todavía, a expensas del sufrimiento de mucha gente. Quizás no haya querido abrir otro frente de conflicto con la vicepresidenta, ya que con la Justicia tiene bastante, pero la actitud presidencial de callarse la boca es parecida a la vergüenza que seguramente siente mucha militancia oficialista para poner la cara en determinados temas.

Los defensores del relato flaquean porque se han ido saturando de cosas intragables y no hay cosa que haga el Gobierno que los ilusione nuevamente, pese a los esfuerzos de comunicación, sobre todo cuando los argumentos son demasiado frágiles. El gracejo de Perón lo graficaba también con aquello de "tragarse algunos sapos", aunque parafraseando a Cristina, la situación de Formosa resulta ser "too much". Por ejemplo, las compañeras que a la vez son feministas cada vez se tragan menos aquello de que la reforma judicial es para empoderarlas y para que no prescriban las acciones de los violadores. Nada más lejano a la realidad, así que fue muy difícil explicarles qué tienen que decir ante la barbaridad que ocurre en esa provincia con las madres por parir, quienes se van a esconder al monte para evitar que el gobierno les saque a sus hijos.

Es sabido lo difícil que es construir un castillo con naipes, ya que al primer sacudón de la mesa la cosa se desbarata. Un hilo de Twitter marcaba hace unos días varios de los hitos en los cuales la militancia oficialista tuvo que hacer de tripas corazón y poner la cara:

- Justificar la compra de alimentos caros al principio de la pandemia y decir que no fue Acción Social, sino los proveedores de aceite y fideos.

- Defender luego la cuarentena más larga del mundo y las muertes por millón de habitantes.

- Enchastrar a Pfizer con los glaciares y defender la Sputnik V sin la Fase III aprobada.

- Disimular que Victoria Donda le haya ofrecido un trabajo estatal a una empleada para no indemnizarla.

- Disculpar a Ginés González García primero y consentir luego que estaba mal que hubiese vacunados por fuera de la cola.

- Salir a justificar la vacuna dada a los jóvenes camporistas diciendo que eran "personal esencial".

A todas estas causas casi perdidas se le sumó en estos días que hubo que salir a bancar "a los pueblos originarios". La bronca en el Sur es con los funcionarios de cualquier rango o con quienes dejan pasar las cosas aunque haya violencia de parte de quienes esgrimen su derecho a la tierra, algo que no existe en el caso mapuche ya que no son originarios. Más allá del relato, el trasfondo de lo sucedido en Chubut es el de la intencionalidad de los incendios (no habría que descartar tampoco a los explotadores de leña), una veta que el discurso del gobierno nacional ignoró olímpicamente por abrazarse a una línea facilista, cuya reacción fue el increíble ataque al Presidente. Esa impotencia que el productor chubutense canalizaba con un nudo en su garganta es la misma que sienten muchos militantes con su gobierno cuando se les pide que lo defiendan.

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Comentarios

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  • 14/03/21

    La nota es interesante y certera logicamente. Pero inutil porque los que están de acuerdo no necesitan mas comentarios que estén de acuerdo. Y la gente que podría obtener el beneficio util de esta nota se dividen en "ignorantes" que entienden nada y los "ideologizados" que son un grupo de intelectualoides snob que sacan provecho de las fechorias que permite el peronismo(kirchenrismo. Aqui solo siren las balas

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