

Hace poco más de una década los antiguos calendarios maya fueron centro de noticias por la posibilidad de que adelantara el fin del mundo. Ahora, el hallazgo de un particular altar con su propio calendario no vuelve a encender las alertas pero si deja pasmados a los historiadores.
El Altar Q de Copán, en la antigua capital maya de Honduras, ha intrigado a investigadores durante más de 1300 años. Esculpido en el siglo VIII, representa a 16 gobernantes y contiene inscripciones jeroglíficas que se han interpretado como la historia dinástica de la ciudad.
Un nuevo estudio propone que los gestos de manos plasmados en la piedra no son simples símbolos de poder, sino un código que podría ocultar fechas del calendario maya. De confirmarse, se trataría de una segunda forma de escritura hasta ahora pasada por alto.
Descubrimiento cambia lo que se sabe sobre los calendarios maya
La investigación, publicada en Transactions of the Philological Society por el antropólogo Rich Sandoval de la Universidad Metropolitana de Denver, sostiene que los gestos tallados representan valores numéricos. Esto sería una segunda escritura, hasta ahora desconocida, que funcionó junto con el famoso sistema jeroglífico maya.

En total, identificó 16 formas distintas, agrupadas en cuatro conjuntos que corresponderían a fechas precisas entre los años 437 y 820. De estar en lo cierto, esto aportaría una nueva dimensión a la escritura maya y revelaría cómo la civilización registraba tanto sus rituales como su gobierno.
Debate académico sobre los hallazgos
Para probar su hipótesis, Sandoval analizó las manos como signos estructurados y halló once formas numéricas vinculadas a los textos calendáricos circundantes. El número 16, frecuente en el altar y en rituales mayas, reforzaría la idea de un sistema simbólico paralelo al jeroglífico.

Sin embargo, varios epigrafistas cuestionan la propuesta, advirtiendo que la evidencia puede ser selectiva y que se necesitan más ejemplos antes de validar los gestos como un sistema formal de escritura. Pese a las dudas, la investigación abre nuevas perspectivas sobre cómo los mayas integraban arte, ritual y tiempo en sus monumentos.


