¿Quién es esa chica?

Actriz, directora y dramaturga, Mariela Asensio es una hacedora incansable. Reina del circuito off, llegó a la avenida Corrientes con la taquillera Mujeres en el baño, la primera parte de una trilogía imperdible. Mientras se despide de El anatomista, prepara el estreno de su última creación: Lisboa, el viaje etílico.

Texto: Jesica Mateu

Está claro que Mariela Asensio es inquieta. Está claro porque es una joven actriz, pero también dramaturga y directora teatral, que no cesa de tejer proyectos. Y está claro porque los concreta. Uno tras otro. E incluso en simultáneo.

Sus obras, sus textos, sus convicciones, sus objetivos: un torrente vital, nutrido, extenso. Como su currículum. Imposible resumir tanto aprendizaje y experiencia. Pero, intentándolo, vale decir que estudió en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y que recibió una beca de posgrado de la Fundación Carolina a partir de la cual realizó el curso para profesionales de dramaturgia y dirección de teatro en la Casa de América, en Madrid.

Tras dirigir espectáculos –propios y ajenos– en España, Francia y Panamá, aquí se convirtió en una (convocante) referente del circuito off gracias a obras como Mujeres en el baño (tras su éxito en el teatro independiente, llegó a la avenida Corrientes de la mano del productor Daniel Grinbank) y Hotel Melancólico (que se mantuvo la friolera de cinco años en cartel).

El año pasado fue particularmente intenso en su agenda. Por un lado, la Secretaría de Cultura porteña la contrató para escribir Mundo amapola –basada en el texto El gigante amapolas, de Juan Bautista Alberdi–, espectáculo que se montó en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura. También actuó en Feizbuk míticos, del taquillero dramaturgo (e íntimo amigo suyo) José María Muscari, quien también la dirige en El anatomista, obra que terminará su exitosa temporada en marzo.

En 2011, Asensio tampoco se quedará quieta: en abril estrenará, en el Teatro del Pueblo, su pieza Lisboa, el viaje etílico. Y ya ultima los detalles de Mujeres en el aire, segunda parte de la trilogía que inició con la recordada Mujeres en el baño, y que será “una crítica al rol de la mujer en los medios de comunicación y en la publicidad”.

Está claro: la chica del flequillo dócil y las ideas inquietas es como un fruto que, cada vez que se exprime, parece renovar su jugo creativo.

¿La trilogía que comenzó con Mujeres en el baño es una tesis sobre las mujeres?

Sí. Intento indagar acerca de algunas cuestiones que tienen que ver con estereotipos de las mujeres en la sociedad. En la primera obra se trataba de la relación con los otros y con el cuerpo, pero siempre en el marco de lo privado. En cambio, Mujeres en el aire exhibe esa misma relación pero en lo público, a través de los medios. Y en Mujeres en ningún lugar, que será el cierre de la trilogía, hablo sobre la trata de blancas.

Para Lisboa, el viaje etílico realizó un casting al que se presentaron 1.300 personas.

¿Cómo vivió tal convocatoria?

En principio, me sorprendí. Sobre todo porque lo que tengo para ofrecer es un proyecto independiente. Me incentiva darme cuenta de que tanta gente tiene ganas de hacer teatro, que le interesa lo que hago y que estaría dispuesta a adaptarse a mi plan de trabajo porque quiere trabajar conmigo. Eso es muy gratificante.

¿Esa ronda de pruebas funcionó como un termómetro del nivel de los actores hoy?

Vi muchísima gente muy interesante. Pero lo que observo en general, porque no es la primera vez que hago audiciones, es que las mujeres están más sueltas que los hombres. Me cuesta más encontrar actores que actrices. ¡En Mujeres en el baño no me alcanzaba la vida para elegirlas! Para Lisboa, se me dificultó dar con los varones. Pero, en general, veo un buen nivel, gente con ganas, lanzada, con personalidad.

La música está muy presente en sus obras. ¿Le permite expresarse, junto con el texto?

Cuando era más joven, tenía mucha fascinación por la idea de lo musical, pero no por la música en sí misma sino por lo que hay alrededor de esa expresión. Me doy cuenta de que la música es un lugar en el que realmente aparece la creación para mí. Escribí Mujeres en el baño, por ejemplo, a partir de un universo pop donde reina Madonna. Y Hotel Melancólico, inspirada en las guaranias paraguayas. Ahora voy a hacer Lisboa, que está atravesada por el fado. La música es un estadío a partir del cual construyo, un lugar de partida, una columna vertebral que me sostiene. Además, me gusta mucho el arte del videoclip.

También se caracteriza por trabajar en el entrenamiento actoral de modo intenso...

Trabajo sobre la actuación porque me parece que, más allá de lo que puedo aportar, ella es la base sobre la que se sostiene todo. También pienso que el actor es un poeta y, entonces, hay que dejar que escriba sus propias rimas. En todo caso, las tomo porque me parece que es lo más interesante del ida y vuelta entre el director y el actor: que él pueda, a partir de una idea, potenciarse... y potenciar mi idea. De otra forma, sería muy aburrido: mis obras serían lo que imagino el primer día en que las pienso y no habría sorpresa. Creo que el trabajo del director es tomar aquello que el actor le da y saber guiarlo para que le de aquello que necesita.

¿Se siente tan segura dirigiendo como actuando o escribiendo?

Hubo un momento en que dirigiendo adquiría una seguridad que no lograba en ningún otro rol. Pero en estos últimos dos años en que me dediqué tanto a actuar, tengo esa sensación de: “Dame lo quieras que te lo actúo”. Creo que tiene bastante que ver con la práctica. Es como en todo: en la bicicleta no me sentía segura y ahora que ando todo el día, soy una bicivoladora total (risas). Entonces, podría decirte que en la dirección me sentía Fellini (risas), pero ahora estoy más equiparada y equilibrada.

Frente a tantas realizaciones personales, ¿con qué sueña Asensio?

Me encanta viajar. Y me gustaría, entonces, que eso se instale en mi dinámica de vida y trabajo. Y también sueño con seguir haciendo las obras que quiero hacer y vivir de esto.

Que sus obras se monten, al mismo tiempo, en diferentes partes del mundo, ¿es un anhelo vuelto realidad?

¡Sí! Y creo que la serie de Mujeres se presta mucho para eso. Cuando la llevé a Colombia, me la pidieron de Chile. Y hay otras propuestas... En mi imaginario figura el deseo de que, quizás, en unos años, sean de esas obras que cada tanto se reponen en distintas partes del mundo, como sucede con Art o Monólogos de la vagina, obras que ya no tienen nacionalidad.

Vivir en escena

De pequeña, Asensio tenía claro que su camino era lo artístico, aunque no sabía exactamente cuál sería su sendero expresivo. En la adolescencia, se anotó en el Conservatorio de Arte Dramático: no pasó mucho tiempo hasta que se convirtió en una artista integral.

¿Abandonó el Conservatorio el último año?

Sí. Tenía una gran necesidad de hacer y el tiempo que me consumía el Conservatorio era mucho. También estaba un poco agobiada porque allí había una línea que me no me generaba deseo sino desgano. Probablemente porque tenía inquietudes que no estaba pudiendo desarrollar, porque no encontraba ahí un espacio de experimentación. Entonces, empecé a sufrir creativamente. Me di cuenta de que me tenía que distanciar y me fui para dirigir mi primera obra. Fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida.

Qué paradoja que su primera incursión se titulara Últimas cosas...

Sí. En realidad, antes había dirigido en para muestras en el Conservatorio. Quizás por eso las tengo registradas como hechos aislados. En rigor, la primera obra que escribí fue Retazos, junto a mi colega Valeria Alonso, ahora radicada en España. ¡Ganamos un certamen y todo!

¿Eso la motivó para seguir adelante?

¡Claro! Una característica que tuve siempre, y  creo que es uno de mis bienes más preciados, es mi capacidad de autogestión. Entré en el Conservatorio y el primer año ya estaba haciendo obras de teatro. Nunca me quedé en un lugar pasivo. Mientras me formaba, hacía.

¿Y siempre con vocación integral?

Exactamente. En realidad, la práctica del teatro me fue llevando a entrenarme en otros rubros. Cuando autogestionás, te vas formando en un montón de áreas porque para hacer teatro independiente necesitás mucho más que actuar o dirigir: tenés que producir y saber cómo hacer para que todo eso sea posible. Cuando uno estudia, tiene la expectativa de que lo van a llamar. Pero siempre tuve conciencia de que no iba a ser así. Entonces, empecé a escribir para tener un material que actuar.

¿Qué le aportó su período en España?

Salí del Conservatorio en el ‘99 y la beca la obtuve en 2006, así que ya había dirigido bastante para ese momento. La experiencia fue estupenda porque éramos 10 latinoamericanos estudiando en Europa: me encontré con teatristas panameños, guatemaltecos, dominicanos, bolivianos... Fue muy enriquecedor hacer teatro con ellos, crear lazos. Independientemente de lo relevante que fue haber estado en España, conocido su teatro y sus dramaturgos. Pero lo que más rescato es el valor multicultural de la vivencia.

¿Detectó grandes diferencias en el modo de hacer teatro?

Es muy diferente la gestión. Lo que pasa es que Buenos Aires es una de las ciudades con teatro de mayor nivel en el mundo, y muy prolífica. Una anécdota muy linda es que me fui a España y estudié con 10 dramaturgos y directores locales. Y, cuando volví, lo primero que hice fue tomar clases con Mauricio Kartún porque allá todos me lo habían recomendado. Yo decía: “¡Cómo puede ser que crucé el océano para que me recomienden a un argentino!” Es una metáfora que explica que, para ellos, muchos de sus referentes son de aquí.

 

 

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