RESEÑA

La mejor escritora de crónicas de Argentina publicó un libro sobre Malvinas

"La otra guerra, una historia del cementerio argentino en las islas Malvinas" (Anagrama) de Leila Guerriero, reúne entrevistas e investigaciones sobre el documento inglés que desencadenó la identificación de los cuerpos de soldados argentinos que permanecían como NN en Darwin.

Hace apenas dos semanas, la guerra de Malvinas volvió a las primeras planas de los medios tras conocerse la identificación de los restos de seis excombatientes del conflicto en el Atlántico Sur, por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense.

Los familiares y amigos del subalférez Guillermo Nasif; los cabos primero Marciano Verón, Carlos Misael Pereyra y Víctor Samuel Guerrero; el primer alférez Ricardo Julio Sánchez; y el gendarme Juan Carlos Treppo, pudieron conocer tras 39 años dónde estaban sus cuerpos.

"La otra guerra, una historia del cementerio argentino en las islas Malvinas" (Anagrama) de Leila Guerriero, reúne entrevistas e investigaciones de la autora sobre un hecho que poco se conoce: ante la retirada argentina de las Islas, el comando inglés encomendó a un oficial de su ejército que identificara -en lo posible- y diera sepultura a los soldados argentinos en un cementerio creado a tal efecto.

El oficial inglés de apellido Cardozo, aceptó la orden y recorrió el desangelado territorio buscando las víctimas argentinas, identificó a los que pudo, anotó su lugar de caída y otros datos de identificación y les dio sepultura. Sus anotaciones llegarían a través de la Cruz Roja hasta el Gobierno argentino.

Pero inexplicablemente, salvo algunos casos puntuales, ese informe no se hizo público ni se compartió con los familiares de los caídos.

Muchos años después, y en el marco de restablecimiento de las relaciones entre los dos países, una comitiva argentina de excombatientes viajo a Londres y el mismo Cardozo fue asignado como traductor. Una de las noches, el oficial inglés que años antes había recorrido el campo de batalla buscando los cuerpos de los soldados argentinos, pondría en manos del excombatiente Julio Aro, un sobre con el informe.

Aro no entendía el idioma por lo que al regreso al país hizo traducir el documento y a partir de ese momento, comenzó para él ‘La otra Guerra': devolverle el nombre a las 122 tumbas anónimas que había en el cementerio de Darwin.

Según devela la autora de "Opus Gelber" y "Plano americano", esa nueva ‘guerra' que emprendió Aro fue contra la desidia oficial de varios gobiernos, pero también contra los miedos de familiares y las asociaciones de familiares de caídos, que desconfiaban del documento y sospechaban que se trataba de algo armado por la inteligencia británica para que se identifique a los cuerpos y luego sean trasladados al continente, una movida que afectaría según ellos, el reclamo de soberanía. 

Aro también cosechó muchos apoyos sin los cuales no hubiese logrado avanzar, desde el Papa Francisco a Roger Waters, también periodistas y algunos funcionarios aportaron y ejercieron presión frente a gobiernos para lograr los permisos para la identificación. 

En las páginas de "La otra guerra" conviven el relato del hecho histórico con la investigación periodística. 

Guerriero logró declaraciones de familiares y combatientes que aún sufren las ausencias de sus seres queridos y amigos; el de miembros del EAAF que explican cómo se realizó la identificación; la palabra de Eduardo Eurnekián, quién financió vuelos, la construcción y el mantenimientos del cementerio de Darwin; y otros testimonios reveladores y crudos, sobre el conflicto y el abandono posterior al conflicto en el Atlántico Sur.


 

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