Claves para invertir en un semestre electoral

Bonos, acciones e ¿inmuebles? Ante la inminencia del calendario electoral, la mejor opción a la hora de hacer negocios es mantener una cartera bien diversificada.

De cara al segundo semestre, el inver­sor tiene que estar atento a los shocks externos y a un año electoral que puede cambiar las reglas del juego. El negocio de los últimos 15 meses fue invertir en pesos obteniendo una tasa en dólares gracias al carry trade o bicicleta financiera, que generó rendimientos en verdes que no se repli­can en ningún lugar del mundo, algo que aprovecharon desde inversores sofisticados hasta debutan­tes. Pero la bicicleta no es para cualquiera: lamenta­blemente, muchos se descuidaron y no armaron una estrategia que les permitiera compensar ciertos riesgos, tanto por impactos exógenos como del tipo de cambio. El ‘gran negocio’ ya pasó y no vamos a volver a ver, durante este año, un dólar tan estable por factores externos e internos. Las tasas de interés seguirán siendo altas por el ob­jetivo que tiene el Banco Central, pero la volatilidad del tipo de cambio estará presente. Lo mejor, en­tonces, será ‘dividir la diferencia’, diversificando muy bien la cartera. Por eso, hay que seguir con un gran porcentaje de renta fija en pesos, ya que las ta­sas seguirán siendo altas porque el combate que está llevando adelante el Central contra la inflación re­cién comienza. Entonces, es momento de incorpo­rar cobertura en dólares frente a los movimientos, tal vez leves, del tipo de cambio que se esperan para el próximo trimestre y para luego de las elecciones legislativas. El riesgo más grande de la bicicleta no es sólo el mercado local, sino su versión global por­que, cuando el mercado está vendedor, las monedas reaccionan y la bicicleta ya no nos llevará a ningún lado. Es más, en poco tiempo se puede perder todo lo que se venía ganando en los meses anteriores.

Pesos y dólares buscan su destino

La deuda provincial y corporativa es lo mejor que te­nemos, con rendimientos en dólares entre el 6 por ciento y el 10 %, valores que no existen en ningún lugar del mundo y que son una oportunidad para balancear la cartera de inversión sin caer en la ten­tación de estar posicionados sólo en pesos ante un dólar que parece tranquilo. Muchos, haciendo alarde de sen­satez, descuentan que el tipo de cambio seguirá moviéndose por debajo de las tasas de interés y de la inflación. Para los que no están tan tranquilos ni seguros, tomar cobertura en dólares es un opción. Es probable que vayamos a transitar movimientos en el tipo de cambio con mayor celeridad en los meses más cer­canos a las elecciones, cuando las empresas que ya ganaron mucho con la bicicleta prefieran dolarizar sus inversiones. Y, en este sentido, también es probable que, tras los comicios e in­dependientemente del resultado, el Gobierno de­berá profundizar su modelo económico que, con un dólar atrasado, no ayuda a cambiar la historia de crecimiento de la Argentina de cara a 2018. Entonces, para un inversor que tenga ganas de asu­mir un riesgo moderado, un 35 % de su cartera pue­de destinarse a Lebacs. Para dolarizar, prefiero la deu­da provincial, pero también aconsejo incorporar bo­nos cortos, como el Bonar 2019 (AA19), el Bonar 2021 (AA21), el Bonar 2024 (AY24) y hasta las Le­tes porque, como sabemos, entre sus ventajas está un rendimiento muy superior al plazo fijo, la posibilidad de comprar a un tipo de cambio mayorista y los pla­zos de inversión de corto plazo. Para un moderado, un 35 % puede colocarse en inversiones dolarizadas.

Cartera de acciones

Para el resto de la cartera, un 30 % sugiero asignarlo a la renta variable argentina. Además de las ganancias en dólares obtenidas gracias a la tasa en pesos y al dó­lar planchado, los activos de la Bolsa argentina tienen un margen enorme para seguir creciendo, por su­puesto, con su característica volatilidad. Pero la Bolsa nacional tiene todos los números para terminar este año como la que generará la mayor ganancia entre emergentes. A modo de ejemplo, la cartera ideal con un horizonte de inversión de un año mínimo se con­formaría con: 30 % en servicios públicos (Transener, Edenor y Transportadora de Gas del Sur), 20 % en sector financiero (Galicia y BBVA Banco Francés), 20 % en energía (Pampa e YPF), 10 % en alimentos (San Miguel y Cresud), 10 % en tecnología (Tele­com), 10 % en infraestructura/construcción (Grupo Concesionario del Oeste y Caputo). Esta cartera mo­derada me convence porque, por un lado, el 35 % lo mantenemos en Lebacs, el 35 % en bonos dolariza­dos y el 30 % en renta variable. No hay dudas de que el negocio financiero le ganará al negocio inmobilia­rio y productivo en 2017.

La casa propia

Invertir en propiedades para obtener una renta de­jó de ser negocio hace varios años. Instrumentos como los bonos, en cambio, permiten obtener una renta que duplica por lejos el rendimiento de las propiedades... Y libres de impuestos. Además, ofrecen la gran ventaja de la liquidez. Es que, si uno invierte en una propiedad, tiene altos costos de entrada y salida, impuestos que pagar y el lastre de tener una inversión ilíquida; en cambio, el bo­no no tiene gastos, no paga impuestos, rinde más y es una opción absolutamente líquida. Desde el punto de vista financiero, comprar para alquilar no será un gran negocio, pero comprar una vivienda para dejar de alquilar no deja de ser una inversión patrimonial de resguardo para la familia y las pró­ximas generaciones. En momentos de expansión económica –con exis­tencia de crédito– y de la mano de la normaliza­ción de la economía –léase, cierta estabilidad–, his­tóricamente se considera una gran oportunidad pa­ra comprar una propiedad, porque el metro cua­drado sube ya que, muchas veces, la demanda su­pera a la oferta. La oportunidad no se presenta exclusivamente por el precio de compra o por las ta­sas de los créditos sino que, cuando hay estabili­dad, las familias pueden enfrentar el pago mensual con mayor naturalidad. Son, en síntesis, momentos en los que vale la pena asumir riesgos. Pasó luego de la crisis de 1890, también después de 2002: la estabilidad es una máquina de generar oportunida­des. Y creo que la economía argentina está en el ca­mino correcto: si bien algunas decisiones tienen perjuicio presente, tendrán beneficio futuro.

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