Llegó otra marca de lujo y vende zapatos entre u$s 500 y u$s 1.100 (25 % más caros que en Europa)
Bally desembarcó en Patio Bullrich con su portfolio de calzados made in Suiza e Italia. Cuestan un 25 % más que en origen. Es la segunda luxury brand más antigua del mundo.
Las manos del shop assistant ejecutan una delicada y precisa coreografía al presentar el modelo deseado: durante unos breves instantes, la pieza de factura artesanal luce tan etérea que es sencillo olvidar su terrenal funcionalidad. A una distancia milimétricamente estipulada, el dependiente acompaña al cliente en el pudoroso acto de desnudar el pie que, tras deslizarse en el interior de ese calzado de cuero made in Europe, lo percibe predestinado a caminar sus pasos. Otros gestos y detalles exquisitos definen el protocolo experiencial de Bally, la marca de zapatos de alta gama de origen suizo -creada hace 167 años- cuyo reciente desembarco en Patio Bullrich es otro hito en la renovada presencia de las global luxury brands en el mercado argentino, con Hermès, Louis Vuitton, Ermenegildo Zegna, Calvin Klein, Salvatore Ferragamo, Paule Ka, Zadig & Voltaire y Pandora entre los players que apuestan a Buenos Aires como una plaza estratégica en sí misma y también para sus planes de expansión en la región.
En la tienda de casi 100 metros cuadrados, ubicada en el primer piso del centro comercial porteño más chic, los exhibidores de nogal italiano presentan los hitos de la última colección de calzados, bolsos y accesorios (cinturones, billeteras, tarjeteros) para hombre y mujer de la segunda marca de lujo más antigua del mundo (1851), por detrás de Hermès (1837) y anterior a LV (1854).
Allí están los best-seller del portfolio: los drivers (mocasines), las retro sneakers, las botas street wear y los executive-style Scribe -todos en versiones de cuero o canvas- para ellos; así como la familia completa de las emblemáticas babouche para ellas, con la versátil Janelle -en versión slipper, flat, con tacos de 5 a 7 centímetros; con hebillas, tachas, flecos, perlas, piel- como protagonista absoluta, más una selección de carteras a las que, en breve, se sumarán gafas, foulares de seda y una selección de chaquetas y pantalones para componer un ready-to-wear total look.
Bally fue la primera marca de lujo en desembarcar en China, en 1986, mercado que actualmente representa el 80 por ciento de su facturación global, con 130 de las 260 tiendas de la brand. Un dato que explica el hecho de que, desde febrero pasado, la compañía sea controlada por Shandong Ruyi, gigante textil de la gran potencia asiática. “Si bien tiene presencia en Panamá y Paraguay, sabíamos de su interés por expandirla en el mercado latinoamericano. Y, también, que no encontraba el partner indicado , detalla Anabella Weber, Business Development Manager de Libson, el grupo inversor responsable del retorno de Zegna al país.
“Nuestro expertise en el segmento, tanto en Buenos Aires como en Santiago de Chile y Punta del Este, fue clave para ser elegidos como los operadores locales de la franquicia de Bally por cinco años. Es interesante el desafío de posicionar una etiqueta pionera del lujo que, entre producto y precio, tiene una ventaja competitiva en el país , describe la ejecutiva.
Y si bien reconoce que, por los costos impositivos, los precios están entre 20 % y 25 % más altos que en Europa -zapatos masculinos entre u$s 500 y u$s 800, calzado femenino entre u$s 700 y u$s 1.100, carteras y mochilas entre u$s 600 y u$s 2.000-, confía en que las cuotas y los descuentos de las tarjetas alentarán a los fashionistas argentinos a incorporar a Bally en la lista de los must have de su guardarropas de lujo contemporáneo.
A principios de septiembre, Bally celebrará formalmente su llegada al país con la inauguración, en un espacio contiguo a su tienda en Patio Bullrich, de una exposición de fotos vintage que repasará los grandes hitos de su centenaria trayectoria como marca de lujo. Todo comenzó en 1851, cuando el empresario suizo Carl Franz Bally, en viaje de negocios en París, decidió comprar la numeración completa de unos zapatos de moda ya que había olvidado cuánto calzaba su esposa. Ella se quedó con dos pares y el resto fue comprado tan ávidamente por sus acomodadas amigas de la ciudad helvética de Schönenwerd que Bally detectó la oportunidad: reconvirtió su fábrica de cintas, cordones y elásticos -accesorios infaltables en los botines en boga de la época- en una manufactura artesanal de high quality shoes.
Algunas curiosidades: fue el calzado oficial de la delegación suiza que arrasó con las medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno de St. Moritz en 1948, uno de sus modelos de hiking boots acompañó a los primeros exploradores en hacer cumbre en el Monte Everest en 1953, la reina Beatriz de Holanda lució un par en su ceremonia de coronación en 1980. Pero, sin dudas, el dato más llamativo para los argentinos es que, tras la apertura de su primera tienda en Ginebra y ya consagrado como el gran emporio zapatero europeo gracias a la incorporación tecnología de avanzada, Bally inició su desembarco en Montevideo y en Buenos Aires, plazas que precedieron al corte de cintas en París (1879) y Londres (1882). Se desconoce -al menos oficialmente- por qué la operatoria se truncó en ambos márgenes del Río de la Plata, a tal punto que ni siquiera llegaron a inaugurarse el taller y el local en la porteña calle Bartolomé Mitre.
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