Polo: el detrás de escena de una industria que mueve millones de dólares

La final del Abierto de Polo demostró que la disciplina ya es más que un deporte emblema. Es, también, una oportunidad que tiene la Argentina para mostrarse al mundo. Los números detrás de un sector pujante.

El Campeonato Abierto Argentino de Polo, que es hoy el gran escaparate internacional para el polo nacional, es sólo la punta del iceberg de una industria casi centenaria que mueve, según la última estadística que data de 2013, más de u$s 843 millones anuales.

Año a año, en el Campo Argentino de Polo desfilan los mejores caballos, los mejores jugadores y las marcas más prestigiosas pelean por un lugar de privilegio en las camisetas de los equipos. Pero detrás de esta vidriera hay un complejo engranaje que hacen de éste un deporte de excelencia.

Es por ello que, detrás de este acontecimiento anual, el polo es una "industria sin chimeneas" que funciona todo el año. Para ello se calculan un total de 50.000 personas que son empleados de forma directa.

"Hay un dato que no se conoce pero que es relevante para el sector. La industria automotriz emplea a 125.000 personas, y el polo demanda casi la mitad de ese número", detalla Carlos Menéndez Behety, directivo de la Asociación Argentina de Polo (AAP). "Se trata de un número importante que termina teniendo incidencia en el Producto Interno Agropecuario. Además es una industria que no puede ser remplazada, porque exige una mano de obra muy calificada", remarca.

Según detallan desde la AAP, este deporte se caracteriza por estar acompañado de cierta estructura, indispensable para su ejecución. Por un lado, están los equinos, su preparación y el gasto que esto implica; por el otro los clubes, las instalaciones y el acomodamiento; y por último, el equipamiento deportivo y reglamentario, tanto del jugador como de los caballos.

 

Cuna de polistas

En la Argentina, hay alrededor de 7.000 polistas que, al menos, tienen tres o cuatro personas que trabajan a su alrededor. En total se calcula que unas 300.000 familias viven del polo, incluyendo las industrias que participan de manera indirecta. Asimismo, cada equipo demanda unos u$s 2 a u$s 3 millones por año en todo lo que a su mantenimiento refiere.

Esta compleja cadena productiva se inicia con la cría del caballo como parte esencial, los veterinarios y los petiseros encargados de todo lo que refiere al cuidado de los equinos y los entrenadores. También tienen un rol clave sectores como el del cuero, el talabartero que se encarga de las monturas, el de la madera con las bochas o el petroquímico con las bochas de plástico, los guantes y las rodilleras, y el transportista, entre tantos otros. 

Cada uno de estos eslabones están formados por empresas familiares donde la tradición equina descansa de generación en generación. Sin embargo, a pesar de lo pequeña que pueda parecer, es su trabajo artesanal y de excelencia por el que son requeridas en el mundo entero.

“Aunque seamos los mejores necesitamos que esto sea relevante", remarca Menéndez Behety, haciendo referencia al objetivo de la AAP de posicionar el polo también como motor de la economía. "Es una industria netamente exportadora, ya sea de servicios con jugadores que dan la vuelta a todo el mundo, como los caballos y todos los productos relacionados con la actividad. Hoy, alrededor de 40.000 jugadores de 70 países se nutren de la Argentina".

Quienes trabajan en todo lo referido a este deporte son personas que se convierten en mano de obra altamente calificada, dada la dedicación que le dan a esta labor. Por otro lado, como la Argentina es referente en esta materia, no es necesario para ellos salir al exterior en busca de trabajo.

"Somos una atracción de inversión para cualquier país", sostiene Eduardo Novillo Astrada (h), presidente de la AAP. "Décadas atrás teníamos que comprar monturas o botas afuera. Hoy toda la industria del polo se produce en la Argentina. Además vienen desde el exterior a aprender de este deporte. Somos el lugar de inspiración y la fuente de talento para exportaciones de know how".

En las 11 fechas en las que se jugó el torneo unas 7.000 personas pasaron por Palermo para ser partícipes de la experiencia del polo argentino. Se calcula que más de un 20% habrán sido extranjeros, otro tipo de exportación que año a año aumenta aceleradamente.

La integración de la cadena de valor

Inicialmente el polo fue traído por los ingleses, pero fueron los gauchos quienes ganaron la habilidad con los caballos, por lo que desde 1922 Argentina es líder mundial.

Coronel Suárez, Lobos o Intendente Alvear en La Pampa son quizás las ciudades más emblemáticas donde la esencia del polo se vive en todo sus rincones, pero existen una gran cantidad de regiones en el interior del país donde la tradición ecuestre se mantiene viva como hace más de cien años.

A la par de lo que se puede ver en los campos hípicos y en los torneos más reconocidos, en todos los pueblos del interior las fiestas ecuestres se duplican por doquier. Es así que el caballo vive en la cultura del país, de cada región y fortalecer esa industria hoy es prioritario para este deporte.

Desde la entidad que nuclea a la industria del polo desde hace años trabajan activamente para fortalecer la cadena y darle mayor valor productivo. "Nos estamos juntando con toda la industria ecuestre para agruparnos e ir aprendiendo para tirar para el mismo lado", adelanta Novillo Astrada (h).

En la actualidad, el 3% de los jugadores tienen entre 7 y 10 goles de hándicap, lo que sigue siendo un un grupo muy selecto y sólo la punta de la pirámide. Es el resto el motor real de esta industria nacional.

Además, desde la AAP aseguran que se trabaja fuertemente en la inclusión de las mujeres y los niños, ya que éstos últimos son la entrada a la ampliación de la base y traccionan muchísimo su crecimiento, dado que se trata de una práctica que se inicia a a los cinco años y que puede terminar a los 70.

"Con todo lo que genera se puede empezar a pensar en el crecimiento del polo como un plan estratégico industrial y no como un deporte para unos pocos", concluye Menéndez Behety.

Innovación de pura raza

En el polo, el 80% depende de los caballos y es por ello que hablar de innovación en el deporte se relaciona con la mejora de la raza Polo Argentina. La diferencia generada por los equinos en el nivel de juego (velocidad, agilidad), sumado a la habilidad de los jugadores, la genética y la formación del animal, hacen que los caballos argentinos sean los mejores del mundo. Para tener una referencia, un caballo que participa en el Abierto tiene un valor de entre u$s 50.000 y u$s 100.000. Por la importancia de la genética en la cría de caballos, para 2013 ya existían en el país 18 centros de reproducción equina. Allí se ofrecen servicios como transferencia embrionaria, inseminación artificial, congelamiento de semen y vitrificación de embriones. 

En la Argentina, la clonación de caballos comienza a consolidarse, obteniendo réplicas perfectas de ejemplares codiciados. Según la AAP, la clonación se inició para no perder una sangre que era muy buena, y después para obtener yeguas para el juego. 

El puntapié fue en 2010 cuando se vendió en el país el primer caballo clonado en alrededor de u$s 800.000. En esa ocasión, la clonación fue realizada por una empresa texana cuya tecnología se basa en la técnica utilizada en 1996 con la oveja Dolly. Ya para 2013, el laboratorio Khairon Biotech había clonado en el país gran cantidad de ejemplares. Actualmente, espera llegar a fines de 2018 con 150 clones

A ellos se sumaron los polistas Adolfo Cambiaso (h), al mando de Crestview Genetics Argentina, que produce 50 clones al año, y Martín Barrantes. La clonación es un método para darle continuidad a la excelencia de un ejemplar. Esto permite que los polistas tengan una réplica de sus yeguas favoritas sin tener que sacarlas de juego. El servicio de clonación tiene un valor de u$s 80.000 y se estima que un caballo clonado debe tener un precio igual a su antecesor. Tal es así que en la final del Abierto de Palermo del año pasado se registró el récord de 7 clones jugando.

 

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