Cómo son los trabajos para recuperar la histórica Confitería del Molino

Con la mirada puesta en la próxima Noche de los Museos, un equipo de la Comisión Nacional de Monumentos de Lugares y Bienes Históricos del Congreso Nacional, trabaja para recuperar el edificio de 6.900 m2 (que incluyen 5 pisos, azotea y tres subsuelos) después de 20 años de abandono. 

Protagonista silenciosa de gran parte de la historia argentina del Siglo XX, la Confitería del Molino podría volver a recibir visitas dentro de dos meses, en la próxima Noche de los Museos. Ese es el objetivo que se fijaron los equipos de restauración que trabajan desde hace poco más de dos meses para devolverle el esplendor a un edificio icónico de la Ciudad de Buenos Aires que, desde el cierre de sus puertas en 1997, sufrió descuidos, robos, usurpaciones y maltratos.

 

La otrora Confitería, hoy Edificio del Molino, fue expropiada por ley hace cuatro años, aunque los trabajos de restauración arrancaron recién el 27 de junio. Antes de que pudieran entrar los equipos de trabajo, fue necesario desalojar a dos matrimonios y un grupo de artistas que vivían en algunos de sus pisos. Además de desratizar y desinfectar.

La ley de expropiación (que atravesó un larguísimo trámite parlamentario aunque finalmente fue aprobada por mayorías que estuvieron cerca de la unanimidad) declaró de utilidad pública al edificio “por su valor histórico y cultural . La norma estableció que la planta baja debe volver a ser confitería y que el resto del edificio será destinado a un centro cultural. En total, son 6.900 metros cuadrados distribuidos en 5 pisos, azotea y tres subsuelos (que alojaban las cisternas, la sala de máquinas y el área de elaboración de pastelería y el molino harinero), en la emblemática esquina de las avenidas Callao y Rivadavia.

Bajo la coordinación de la comisión legislativa que quedó a cargo de la restauración, presidida por Ricardo Angelucci, trabaja un equipo multidisciplinario de especialistas en patrimonio cultural y asesores de la Comisión Nacional de Monumentos de Lugares y Bienes Históricos. Además, con intervención de la comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, que preside Daniel Filmus, el Congreso está gestionando convenios con universidades nacionales de arte y arquitectura para que los estudiantes puedan trabajar en la restauración.

Como parte de la recuperación, un equipo trabaja en el patrimonio inmaterial, vinculado principalmente con las recetas que se preparaban en la Confitería (algunas famosas por no haber sido nunca reveladas, como la de las medialunas). Con entrevistas a ex trabajadores y a habitués del lugar, hasta la semana pasada los investigadores fueron encontrando información que creían perdida o que ni siquiera sabían que existía, como la receta del postre Cabello de Ángel, del que no habían tenido noticias hasta hace días.

En la cocina de la Confitería trabajaban unas 90 personas que hacían todo en el lugar. Desde la molienda del trigo hasta la crema para las tortas. En los pisos de arriba, divididos en dos alas, el edificio tiene una serie de departamentos amplísimos, que en su momento estaban destinados a viviendas, y que incluso ofrecen ambientes separados para los empleados domésticos y a un patio de estilo español que, en el medio de la Ciudad, es increíblemente silencioso.

Parte del patrimonio inmaterial pasa también por los acontecimientos históricos de los que fue testigo El Molino. La estrategia de varias diputadas para forzar la sanción de la Ley de Cupo Femenino, a comienzos de los 90, se gestó en sus mesas.

Durante los años de abandono, muchos apliques de bronce y revestimientos de mármol fueron arrancados y robados. Aun así, el esplendor original se conserva.

Además, como parte de las tareas de restauración, está previsto retirar en los próximos días los andamios que ocupan toda la esquina y tapan de piso a techo la fachada del edificio. La Ciudad recuperará entonces, además de la Confitería, a sus veredas.

 

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