2018: Otro año en que la política le ganó a la economía

Motivado por un afán electoral, se endeudó al país para financiar un diagnóstico errado. El Gobierno nunca entendió las reglas de juego del mercado.

Llega fin de año y es momento de hacer los balances pertinentes. Para nuestro país se va un año muy malo, una mezcla de fracaso y desilusión. Pero 2019 –depende de cómo se lo mire y de cómo se vayan resolviendo algunas cuestiones de fondo– puede ser el comienzo de una nueva etapa en la Argentina, en donde nuestros gobernantes –por obligación y vínculo con el Fondo Monetario Internacional (FMI)– se propongan marcar un único rumbo posible de corrección de todos los desequilibrios macroeconómicos que son, al fin y al cabo, los que generan la desigualdad y el deterioro nacional.

Cabe recordar que 2018 estaba planteado como el año del crecimiento, una especie de bisagra o comienzo de despegue de la economía, con una inflación que iba a ir bajando para converger en un dígito, al igual que la pobreza y otros tantos indicadores. Por el contrario, se convirtió en una pesadilla que ni siquiera los más escépticos imaginaban. Lo que pasó es simple de explicar: una vez más se quisieron financiar los errores del pasado y los problemas estructurales del país con deuda, esa inyección de millones de dólares que supuestamente reactivaría la economía, generaría confianza y atraería inversiones.

Luego, esa deuda sería pagada con el crecimiento de la economía. Cualquier analista conocía los riesgos, pero lo que nadie imaginaba es que el flujo de dinero que venía recibiendo la Argentina se podía suspender tan rápido. Recordemos que, por ejemplo, durante el menemismo el mercado financió, casi durante una década, un déficit de balanza de pagos insostenible. Conclusión: pasamos de inundar los mercados de deuda a ser uno de los países que recibió la mayor reversión de capitales (sudden stop).

 

Ahora, los mercados financiaron ‘el cambio’, pero luego de las elecciones de medio término, en donde el Gobierno ‘se olvidó de gobernar’, confirmaron sus dudas: la Argentina no tenía la voluntad política para llevar adelante las reformas que sabía que tenía que encarar y que, de alguna manera, el proyecto político de Cambiemos había prometido con entusiasmo. Un déficit alto y creciente, sumado a un atraso cambiario que potenciaba el déficit de balanza comercial, era una bomba de tiempo que se debía detener.

La economía y su consumo interno seguían funcionando a un nivel que no era soportado por la estructura productiva. El mercado nos respondió con dureza y tuvimos que destruir el valor de nuestra moneda devaluando ferozmente, licuando sueldos y patrimonio de muchos argentinos en un instante. En el medio estuvo el desastre de la gestión del Banco Central –última etapa de Federico Sturzenegger y luego la corta gestión de Luis Caputo–, dilapidando más de u$s 30 mil millones en reservas y poniendo en evidencia que el Gobierno nunca entendió las reglas de juego de la economía: los mercados te prestan, pero te exigen certezas de que puedas pagarles toda la deuda que tomaron.

Se endeudó al país para hacer un proceso económico equivocado, no se hicieron las reformas estructurales en tiempo y forma y hubo que golpear las puertas del fracaso yendo al FMI para pedirles plata y aceptar un modelo económico impuesto porque nuestros políticos fueron incapaces de hacer lo que se debía porque terminaron, como siempre, ponderando su afán electoral en lugar del bienestar del conjunto de la ciudadanía.

Ahora estamos donde estamos. El mundo tiene memoria y sabe lo que somos capaces de hacer como sociedad cuando las papas queman: defaultear la deuda y volver a comenzar. Ya es tarde para preguntarnos si nos gusta o no que el FMI nos diga qué hacer y que el actual ministro de Economía, Nicolás Dujovne, tenga más injerencia que el propio presidente Mauricio Macri, que ha perdido parte de su autonomía

Se necesita orden y cambiar la metodología que nos ha llevado a un fracaso ininterrumpido por lo menos en los últimos 70 años, durante los cuales tomamos siempre el rumbo equivocado. El cambio aún no ha comenzado: sólo estamos administrando los embates de las crisis. Si analizamos el gobierno de Macri desde el punto de vista económico, pareciera que fueron cuatros años perdidos… Esperemos que 2019 sea el comienzo de una nueva etapa en la que, de una vez por todas, hagamos lo que sabemos que hay que hacer: nos guste, nos duela, nos moleste o nos perjudique en la esfera individual. 

 

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