El chef descendiente de samuráis que es embajador de su isla natal

Estrella de ElGourmet, vive en el país hace más de 20 años. Pasó de ser 'el chico del carbón' en un 3 estrellas Michelin de España al cocinero-embajador de su isla natal en la Argentina

Nació en una isla al norte de Japón en una familia descendiente de samurais. Estudió nutrición y se formó en la cocina vasca. Vivió en España, donde pasó de cargar carbón a chef de un reconocido restaurante y después en la Argentina, donde fundió un negocio gastronómico en 6 meses y luego se ganó su lugar en la señal Elgourmet. La vida de Takehiro Ohno, más que una película, merecería una serie de Netflix.

Asentado en Buenos Aires desde hace más de 20 años, actualmente divide sus días entre charlas magistrales, programas de televisión, cursos y más recientemente como encargado de promocionar junto a JETRO (Japan External Trade Organization) y la Embajada de Japón en la Argentina nada menos que su tierra natal: la isla Hokkaido, la prefectura más nórdica de Japón. “Hokkaido es una tierra de inmigrantes japoneses, entonces no es una ciudad antigua, por lo que se puede conocer otra cara de Japón , explicó Ohno durante un evento para la promoción de este destino realizado en el hotel Hilton, en Puerto Madero.

Entre lo más destacado de su lugar de origen, Ohno subrayó: “Hay mucha naturaleza e increíbles paisajes. La comida es muy buena: hay vegetales, frutas, mariscos y para mí, que soy cocinero, es un placer la buena materia prima que hay porque es de verdad especial. Por último, la gente de Hokkaido es moderna, no es cerrada, quiere saber cosas nuevas, más que la gente de Tokio , explica.

Pero ¿cómo llegó un chef japonés a hacer de la Argentina su hogar? La historia empieza cuando Ohno empezó a formarse con su maestro Akihiko Manda, quien le enseñó los secretos de la cocina vasca y lo motivó a irse a España. Llegó sin hablar una palabra de español y entró a Zuberoa, un restaurante con tres estrellas Michelin, donde pese a ser chef y haber trabajado en restaurantes de Tokio, fue nombrado 'el chico del carbón'. "Sólo entraba a la cocina cuando escuchaba que desde adentro gritaban “carboooón , momento en el que aprovechaba a ver los platos", relata. A pesar de la feroz competencia, un año y medio después, Ohno pasó de cargar carbón a cortar pescado, hasta convertirse, por fin, en uno de los chefs del restaurante.

Al cumplir los 27, tomó la decisión de hacer las valijas porque no veía que un japonés cocinando vasco tuviera muchas posibilidades de abrir allí su restaurante allí. En Zuberoa había conocido al chef Fernando Trocca, con quien trabó una profunda amistad y a quien prometió visitar. Así fue como en 1997, Ohno llegó a Argentina.

En ese primer viaje el fracaso fue estrepitoso: en 6 meses, el restorán de sushi que tenía que liderar cerró por su mala gestión, lo que lo obligó a volver Japón para aprender de negocios junto a su padre, un exitoso ejecutivo de Yamaha recién jubilado. “Pasé muchas cosas en mi vida, pero trabajar con mi viejo fue lo más duro multiplicado por 10 , cuenta. Tuvo que pasar de llamarlo padre a jefe y se formó con él en los secretos de gestión y proyección de una empresa.

 

Cuatro años después, Ohno volvió a la Argentina para la revancha. Empezó trabajando en el patio de comidas de un shopping en Moreno hasta que participó de un casting en el canal El Gourmet, donde ganó y terminó trabajando durante 10 años cosechando fanáticos a través de distintos programas como 'Fusión cúbica', 'Narda en Japón', '4 chefs 4 ingredientes',  'OHNO' y 'OHNO en Japón', entre otros. Su estilo de cocina tiene que ver con sus tres grandes influencias: la cocina japonesa, la cocina española (principalmente la vasca) y la cocina argentina.

¿Cuál es tu mirada sobre la cocina argentina actualmente?

La cocina argentina tiene por mejorar el desarrollo de materia prima y transporte para que llegue fresco. Eso es algo en lo que hay que trabajar mucho y el Gobierno debería fomentarlo para que crezca la cultura gastronómica. La gastronomía no es llenar la panza. Es cultura: dentro de 100, años, 200 años, se van a ver los resultados. Somos un pedazo, nada más, de un gran movimiento, y todos tenemos que trabajar juntos.

En tu primera estadía en el país fundiste un restaurante por no saber del negocio. ¿Qué recomendás a los cocineros que recién empiezan?

Cuando aprendés a cocinar, también tenés que saber vender. Uno tiene que vender su arte. Y, en mi caso, tenía que ser yo quien lo hiciera. Me di cuenta que si uno hace arte pero no vende, ese arte se queda en casa. Son dos partes que hay que equilibrar bien nuestra parte de cocineros, que nos da orgullo y nos hace artistas, con lo de marketing. A veces nos molesta porque lo que hacemos no lo hacemos para vender, sino desde nuestro corazón. Pero eso hay que madurarlo. Porque nosotros también somos responsables socialmente: si yo hago mi negocio, tengo que hacer las cosas bien para que crezca la cultura gastronómica y así la Argentina crezca y los trabajadores crezcan. 

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