Ponche y sangría: así son los cócteles vintage que están de moda este verano

Son fáciles de armar y compartir. Se sirven en jarra y combinan frutas de estación y especias con vino, destilados o cerveza. Cuáles son las dos recetas originales. 

Como muchas de las mejores bebidas, el origen del ponche se remonta a los días náuticos del imperialismo británico. Pensemos en ese marinero inglés asolado por la enfermedad, la desnutrición, las tormentas, los nativos hostiles y la incertidumbre acerca de su regreso… Y en cómo, llevado por las circunstancias extremas, se dio a combinar con alcohol los ingredientes fácilmente obtenidos en sus odiseas por los rincones más alejados de la Europa Occidental, tanto especias como azúcar y cítricos.

De los barcos, a las tabernas de los puertos. Y de allí a los salones victorianos, donde se impuso la costumbre de servir el ponche en ese enorme cuenco de plata o cristal que, con el tiempo, muchos ansiaron heredar de las abuelas, y que terminó convertido en el trofeo de la Copa Davis.

De modo que el ponche es antiguo, pero muy antiguo: diversos registros dan prueba del uso de la palabra allá por 1632, el mismo año de la construcción del Taj Mahal en India y en que Galileo Galilei fue llamado ante el Santo Oficio de la Inquisición por su revolucionaria creencia de que el Sol era el corazón del universo y la Tierra, sólo un planeta.

Originalmente, el ponche incluía cinco ingredientes, que variaban según la disponibilidad. No obstante, en los casi cuatro siglos transcurridos desde su gestación, siguió diversificándose. El alcohol base puede ser ron, whisky, brandy, porto, jerez e incluso cerveza; lleva también azúcar o algún licor, más jugos cítricos o un bitter, así como alguna bebida carbonatada (ginger ale, idealmente) y especias. El capítulo más reciente en la historia del ponche es resultado del revival de la coctelería vintage, un estilo con el cual se entiende muy bien por ser una forma sencilla de beber -y, por lo tanto, de dar placer- en formato colaborativo.

 

Ready-to-drink

Los tragos listos para tomar, como la sangría, fueron la categoría de mayor alza en bebidas alcohólicas en los últimos 10 años. Crecieron 22 %, según el International Wines Spirits Report (IWSR).

 

Un cóctel low cost

En los últimos veranos españoles, pero también estadounidenses, la sangría -esa mezcla de vino, fruta y azúcar que se asocia con el espíritu celebratorio de la temporada de calor- es protagonista de una movida chic gracias a su encanto y frescura innegable pero, también, a las innovadoras mezclas de autor y presentaciones design que propone cada bar y restaurante.

Además, por su bajo contenido en alcohol y su concepto esencialmente frutal, está asociada a la tendencia de alimentación saludable. Así, surgen versiones a base de vinos varietales como chardonnay o pinot noir, pero incluso también de jerez o porto; con limones valencianos, con melocotones asados o con ciruelas maceradas en vermú; con toques de licor de naranja, sidra e incluso espumoso. Se sirven en jarras de latón o en botellones antiguos que, ubicados en el centro de la mesa, resultan un éxito porque invitan a compartir.

 

Sánscrito

Punch proviene de la palabra sánscrita panch, o del antiguo indostánico paanstch, que significa cinco, lo que implica que es una bebida elaborada a partir de cinco atributos: dulce, ácido, alcohol, agua y especias.

 

 

 
En el afán de capturar nuevos consumidores, especialmente de la generación millennial, la industria de vinos y bebidas espirituosas comienza a poblarse de etiquetas de sangría ready-to-drink donde, a la tradicional elaborada a base de vino tinto ahora se suman las de blanco y rosado. Desde luego, todas son bebidas aromatizadas y endulzadas que no contienen la fruta fresca de la receta original sino sus jugos, y que resultan una tentadora alternativa piletera.
 
 
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