Cómo es por dentro el festival gourmet más lujoso de Europa

Crónica de una experiencia singular en el exclusivo St.Moritz Gourmet Festival, el evento que reúne a cocineros famosos, aristócratas europeos y magnates sauditas. 

Se dice que quien no estuvo en St.Moritz no conoce el glamour. Esta máxima, si bien un poco categórica, tiene mucho de verdad. Sucede que la villa alpina suiza convoca, hace más de 150 años, al gratin europeo (y, más recientemente, de otros rincones del mundo). Entre los exclusivos eventos que ofrece la temporada de invierno, uno de los más destacados es el St.Moritz Gourmet Festival, que en enero pasado celebró sus bodas de plata.

Durante los siglos XVIII y parte del XIX, la joven élite inglesa realizaba el Grand Tour, una suerte de viaje iniciático a los orígenes de la cultura occidental: invariablemente visitaban Grecia e Italia y, luego de un periplo que duraba meses -o años-, la experiencia culminaba en los Alpes franceses o suizos donde, en sintonía con el espíritu romántico de la época, se producía un reencuentro con lo más bucólico de la naturaleza.

Uno de los destinos elegidos como coda final era la aldea de St.Moritz, famosa por su buen clima y bellos paisajes. Así fue como, en 1859, el posadero suizo Johannes Badrutt le apostó a un grupo de ingleses que estaban a punto de regresar a su tierra natal que si se quedaban a pasar el invierno en las montañas iban a disfrutar de un clima aún más excepcional que en el verano –St.Moritz cuenta con 300 días de sol al año–, caso contrario les reembolsaría el total de lo gastado durante la estadía. Los británicos aceptaron el reto y disfrutaron de un invierno excepcional. Con el propósito de matar el tiempo y divertirse utilizaron esquíes y trineos, hasta ese entonces apenas medios de transporte. También improvisaron pistas para el descenso, organizaron carreras e impusieron reglas, tal como suelen hacer los hijos de la Blanca Albión. Y de esa forma nacieron los deportes de invierno.

Al año siguiente regresaron más ingleses dispuestos a disfrutar de la nieve, a los que se fueron sumando aristócratas locales y de otros lares. Actualmente quedan algunos personajes cuyos bisabuelos hacían temporada en St.Moritz, aunque la fisonomía social ha variado un poco: si bien sigue habiendo mucha old money, se han sumado las grandes fortunas de magnates árabes, chinos y rusos que aprecian los activos de la villa.

Bacanal con estilo

Hace ya 25 años que Reto Mathis, empresario gastronómico local, organizó un pequeño evento gastronómico en gazebos sobre la superficie del lago congelado. Lo que comenzó siendo algo casi anecdótico en la agenda de la villa, con los años fue creciendo en cantidad de público, cocineros y espónsores hasta posicionarse como el festival gastronómico más glamoroso del mundo. En ediciones anteriores han participado chefs de fuste como Massimo Bottura, Jean-Georges Klein, Nobu Matsuhisa y nuestro Mauro Colagreco, además de marcas como la banca Julius Bär, los chocolates Sprüngli y el champagne Laurent Perrier. Entre los asistentes concurren destacados personajes que disfrutan el anonimato propio de St.Moritz, a prueba de paparazzi. Más allá del respeto por la privacidad, por esas fechas no es raro toparse con plutócratas de la talla de Lakshi Mittal, magnate indio del acero que tiene casa en la montaña; Stavros Niarchos III, que entre otras cosas es propietario del lujoso hotel Kulm; o Roberto Setubal, reconocido gourmand propietario del Banco Itaú.

En enero pasado, para sus bodas de plata, el festival invitó a Ian Kittichai, famoso chef tailandés; a Syrco Bakker, titular del restaurant Pure (1 estrella Michelin y 17.5 Gault Millau); Jörg Sackmann, dueño del restaurant Schlossberg (2 estrellas); Ana Roš, World’s Best Female Chef 2017; Jacob Jan Boerma, del restaurant De Leest, (3 estrellas); Tanja Grandits, del restaurant suizo Stucki (2 estrellas); Dominique Crenn, del Atelier Crenn de San Francisco (2 estrellas); Eelke Plasmeijer y Ray Adriansyah, del Locavore de Bali; y Julien Royer, chef del Odette de Singapur (2 estrellas). Todos trabajaron en tándem con los chefs Ejecutivos de los rancios cinco estrellas de St.Moritz: Suvretta House, Kulm, Badrutt’s Palace, Kempinski Grand Hotel Des Bains, Grand Hotel Kronenhof, Giardino Mountain, Nira Alpina y el famoso Carlton, elegantísimo edificio construido sobre un solar donde el zar Nicolás II planeaba hacer su villa de verano; más el romántico Waldhaus Sils Maria, hotel familiar que va por la quinta generación y conserva intacta la grandeur de la Belle Époque.

Además de las Gourmet Diners, el festival organizó una cata de vinos de grand y premier cru conducidas por el experto Jan Martel, además de la Wine & Cheese Celebration, realizada en la cava del hotel Steffani donde, entre túneles de piedra y candelabros de plata, el maître affineur Bernard Antony, celebridad mundial en su especialidad, ofreció sus mejores ejemplares acompañados de excelentes etiquetas vínicas. En el Badrutt’s Palace, en tanto, se llevó a cabo una orgiástica degustación de chocolates de alta gama, mientras que en los salones del elegante Suvretta tuvo lugar The Tasting, tríptico de champagne, vodka y caviar, ideal para connaisseurs.

Otro de los puntos altos del St.Moritz Gourmet Festival fueron el workshop sobre trufas que finalizó con un menú de tres pasos preparado en el Grand Hotel Kronenhof. El cierre estuvo a la altura del discurrir: en la Great BMW Gourmet Finale, quizás el evento más distinguido de la edición, todas las luminarias culinarias trabajaron juntas ante un público ornado con sus mejores galas.

High end y vértigo blanco

Más allá de esta cita gourmet, la temporada invernal de St.Moritz tiene mucho para ofrecer a los viajeros. En las boutiques de las grandes marcas – de Hermés a Loro Piana, pasando por Maserati y Van Cleef & Arpels-, no es raro ver cómo algún potentado tarjetea 15 mil o 20 mil francos sin pestañear. Todavía se recuerda por estos lares que, hace dos años, una familia saudita desembolsó u$s 800 mil en una sola salida de compras. Los rusos no se quedan atrás: suelen ser los ocupantes regulares del único penthouse del cotizado Carlton, que en temporada alta cuesta 30 mil francos la noche. A este grupo de consumo suntuario se están agregando las nuevas fortunas chinas, que tímidamente engrosan el contingente de habitués.

Otros eventos superlativos de la agenda de temporada blanca son el Snow Polo, torneo donde caballos y jinetes de desplazan sobre el lago congelado y que reúne a buena parte del jet set: si bien la mayoría arriba al vecino aeropuerto de Samedan a bordo de aviones privados, los sauditas suelen llegar en aeronaves de gran porte que vuelan hasta el más lejano aeropuerto de Malpensa, en Milán. Otro de los highlights de la época invernal es el White Turf, carrera de caballos que se lleva a cabo desde 1907. Y, para los fanáticos de los autos de lujo, se suele celebrar el Aston Martin On Ice, a fin de que ciertos happy few puedan conducir las últimas versiones de las máquinas británicas sobre el hielo, emulando a James Bond.

Amén de la gastronomía, el deporte y los objetos de lujo, también la cultura es protagonista en este rincón suizo. En la vecina Sils Maria se puede visitar la casa de Federico Nietzche, quien demolió las bases de la filosofía que gobernó buena parte del pensamiento occidental. Y los amantes de la literatura tienen la posibilidad de acercarse a la cercana Davos, sede anual del World Economic Forum, y hospedarse en el Waldhotel, donde Thomas Mann se inspiró para escribir La montaña mágica, opus magnum que refleja al detalle el estilo de vida de los exclusivos sanatorios alpinos durante el siglo XIX, espíritu que afortunadamente aún se conserva en St.Moritz. 

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