Alan Disavia, el psiquiatra y cocinero low cost que es furor en redes sociales

Se hizo famoso por su participación en el reality Master Chef. Publicó un libro donde enseña a reemplazar electrodomésticos de cocina con elementos simples como frascos y alambres.

Cocinar con lo que hay a mano, una reinvindicación del hacer artesanal y un elogio de la inexactitud, en el sentido de buscarle la vuelta cuando no hay tantos recursos disponibles, ser creativo y encontrar soluciones.

Esos fueron los ingredientes principales que Alan Disavia, psiquiatra de profesión y cocinero por adopción, combinó para producir su libro 'Simple y sofisticado'.

En las páginas de la reciente publicación, y entre recetas tanto dulces como saladas, aparecen sus recuerdos familiares, desde donde emerge la figura de su abuela como mentora inicial en la gastronomía.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Por saber hacer feliz a los que amás, por tanto apoyo, por tu abrazo permanente, feliz cumple abuela. Te adoro.

Una publicación compartida por Alan Disavia (@alandisavia) el 10 de Ene de 2019 a las 7:37 PST

 

 

El cocinero, quien se hizo conocido por su participación en MasterChef, da tips para armar utensillos ‘low cost' y reutilizar plásticos de un solo uso. También propone un glosario de flores comestibles.

 

 

 

¿Cómo nació la idea del libro?

Fue un accidente: estaba haciendo una torta para una amiga que cumplía años y quería que la base de tortas tuviera una espiral y para eso se necesita un plato giratorio. No tenía. Entonces tenía un dispenser de agua mineral que estaba un poco vacío y puse la torta encima: giré el bidón sobre su base y de ahí pude hacer el espiral. Eso me pareció cómico y lo subimos a YouTube. A la editorial le llamó la atención y me propuso hacer el libro. Ese fue el eje central que por suerte pude lograr en el libro: hacer algo sofisticado de manera simple

Hay varias reinvindicaciones de lo artesanal en tu libro: desde las recetas, los utensilios caseros, los croquis que dibujaste, las fotos que hiciste vos mismo...

Eso está ligado a mi historia. Soy de Quiroga, un pueblo en el interior de Buenos Aires, que tiene 1.500 habitantes. Es muy chiquito y no se consigue todo. Entonces, me crié con la búsqueda de alternativas para todo lo que no se podía conseguir. Lo cual está plasmado en el libro: los ingredientes que uso se pueden conseguir en cualquier supermercado o despensa, no necesitás ir al Barrio Chino. 

 

También hablás de la virtud de la inexactitud aplicada a la pastelería, quizás la expresión más 'científica' de la gastronomía...

Eso lo pensé porque los libros de cocina, sobre todo los de pastelería, son muy exactos. La pastelería es una reacción química, donde cada ingrediente tiene que estar en su justa medida. Y digo de inexactitud porque en el libro hago las recetas en gramos exactos, para quienes tienen balanza. Pero para quienes no pueden tenerla, hay un cómo hacerlo también.

 

¿Por qué incluiste un glosario de flores comestibles?

Me pareció interesante que conozcamos que hay flores que vemos todos los días, que son muy comunes y se pueden utilizar en un plato. Hay cosas que tenemos a la vista que no las estamos aprovechando. La rosa, el clavel, la margarita, la manzanilla, la violeta, son todas flores que suele haber en la florerías y en nuestras casas. Claro que hay que saber cuestiones básicas, por eso lo que hice fue describir el sabor que tiene cada una y con qué marida mejor. Por ejemplo: la rosa es dulce, así que tendría que estar combinada con algo con limón.

 

 

 

¿Qué plato del libro es el que más ilustra tu cocina?

Es el de homenaje que le hice a mi abuela, que se llama Sorrentinos Adelina. Es lo que comí todos los domingos hasta los 18 años. Y ahora, cuando vuelvo a mi pueblo, es el que quiero comer. Para mí tiene mucha carga emocional. Vienen a mi cabeza esos sonidos de la previa de la reunión de la familia, que está esperando la comida esos domingos al mediodía.

¿Por qué tu abuela Adelina fue tu mentora inicial en la cocina?

Soy su nieto más grande y el primero que se fue a estudiar a otra ciudad. Antes de irme, me enseñó un montón de cosas, pensando que iba a ser una especie de supervivencia, para que pudiera hacer todo y no tuviese que comprar. Me enseñó la masa de los ravioles, cómo hacer del estofado el relleno de empanadas... Me fui con una importante información a La Plata, que me sirvió como cable a tierra luego de estudiar todo el día.

 

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Los médicos, fundamentalmente los que nos especializamos en psiquiatría, donde tratamos la adición al tabaco, sabemos que la nicotina es cinco veces más adictiva que la cocaína. El cigarrillo contiene más de 3.500 productos tóxicos y termina matando a la mitad de sus consumidores, por eso, dejar de fumar es la ‘decisión más saludable' que cualquier persona pueda tomar en la vida. El Instituto Universitario del Hospital Italiano @iuhiba creó este libro para ayudar a aquellas personas que quieren dejar de fumar y para las que buscan acompañar a sus familiares y amigos durante el recorrido. Está basado en la experiencia del grupo antitabaquismo del Hospital Italiano y contiene consejos, métodos y todas las razones por las cuales es importante dejar de fumar. Podés conseguirlo online, en el primer piso del Hospital Italiano de Buenos Aires (Perón 4190) o en librerías cercanas al mismo.

Una publicación compartida por Alan Disavia (@alandisavia) el 3 de Dic de 2018 a las 1:06 PST

 

 

¿Como siguió tu formación?

Hice cursos con Beatriz Chomnalez, pero siempre fui muy autodidacta.

¿Qué compatibilidad encontrás entre tus estudios de psiquiatría y la gastronomía?

Uno es varias cosas a la vez. Creo que cada persona tiene muchas cosas que la representan, y algunas parecen muy opuestas. La psiquiatría y la alimentación tienen mucho que ver con el dormir, con el estado de ánimo. Hay una relación bastante cercana. Me he dado cuenta más ahora en esta época de crisis: somos lo que pensamos y lo que comemos.

¿Como te preparaste para participar de Masterchef y cómo te acostumbraste a la exposición mediática?

Me preparé psicológicamente para lo que venía, porque sabía que era subir y bajar. Me concienticé bastante antes de empezar a grabar y me lo tomé como una especie de un pasatiempo: divertirme y no tener ninguna expectativa al respecto. Fue un alivio poder desempeñarme de manera más tranquila. Vi a varios compañeros participar y tenían otro tipo de carga, les complicaba un poco filmar... La alta exposición impacta y el anonimato repentino, también.

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