Balbo y Grobocopatel: las mujeres que quieren marcar la agenda al G20

La chair y co-chair de Women 20 –el grupo de afinidad de intelectuales, empresarias, políticas y activistas cuyo objetivo es proponer políticas públicas de equidad de género a los líderes del G20– hablaron en exclusiva con Clase Ejecutiva sobre los desafíos de las mujeres con vistas a la próxima cumbre mundial que se celebrará en el país. 

 

Tampoco podemos permitir más que una mujer gane menos que un hombre. No es justo. No está bien. Y, según el Indec, estas diferencias llegan hasta el 30 por ciento. Y esto no puede seguir así . Lo dijo el presidente Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa durante la apertura de sesiones ordinarias a principios de marzo. Este año, la Argentina es país sede del G20. Clase Ejecutiva dialogó, en exclusiva, con la diputada nacional Susana Balbo y la empresaria Andrea Grobocopatel, chair y co-chair de Women20 (W20), una red transnacional que reúne a mujeres líderes de la sociedad civil, los negocios, los emprendimientos y los think thanks, con el objetivo de influenciar a los líderes del G20 para que lleven a cabo políticas de equidad de género.

¿Cómo fueron designadas al frente del W20?

SB: Estaba en un retiro de silencio y meditación en Punta del Este. Cuando prendí el celular tenía unos 500 WhatsApp y mensajes de Presidencia de la Nación, de Cancillería... Querían hablar conmigo porque me habían elegido como chair del W20 y tenía que viajar a Alemania en forma inmediata. Así que esa misma noche, un domingo, conseguí el pasaje y el lunes, a las 9 de la mañana, estaba camino al summit del W20 en ese país que fue sede en 2017. Venimos trabajando desde entonces en conjunto: nos están dando una enorme ayuda desde el punto de vista logístico, financiero y de la experiencia, porque esta es una one shot experience y tenemos que tratar de cometer los menores errores posibles. La primera bajada de línea vino de la (ex)canciller Susana Malcorra a través de la Sherpa en ese momento, Beatriz Nofal. Yo ni siquiera sabía qué significaba el W20… Hay que pensar que tiene sólo tres capítulos, desde que se creó en 2015: Turquía, China y Alemania, que le dio un enorme impulso de la mano de Angela Merkel. Luego tuve una reunión con el Jefe de Gabinete, Marcos Peña: me comentó que los grupos de afinidad pertenecen a la sociedad civil que puede expresarse a través de ellos para acercarle a los líderes del G20 una especie de petitorio o pliego de sugerencias acerca de las políticas públicas que ayudarían al desarrollo de los países miembro. Nuestro eje de trabajo es generar una situación de mayor equidad en cuanto a la inclusión laboral, la inclusión financiera, la inclusión digital y, como aporte de esta edición, la inclusión rural de las mujeres.

AG: También estaba de viaje cuando recibí varios WhatsApp de Carolina Stanley (NdR: ministra de Desarrollo Social) diciéndome que me querían postular para el W20. Venía trabajando estos temas a través de Flor (NdR: Fundación Liderazgos y Organizaciones Responsables) en la Argentina, y tímidamente en América latina, por lo que sentí que era la gran oportunidad para generar un cambio en el mundo. Creo que es el momento justo: hay mucha gente -mujeres, empresas, organizaciones- interesada en estos temas y que quiere colaborar. Con Susana somos muy trabajadoras, sabemos lo que es el esfuerzo y creemos que la única forma de lograr cambios es poniéndose las cosas al hombro. Por eso somos una chair y co-chair que trabajamos para lograr cambios rápidos. No queremos más tantas estadísticas deprimentes que te dicen “esto va a tardar 100 años . El gran desafío es escuchar mucho y empezar a escribir papers con ideas concretas que el G20 tome como válida y lleve adelante, para que disfrutemos este cambio que vamos a lograr juntos.

AG: En un momento pensé que el estilo de liderazgo masculino era el que tenía que ejercer en la empresa familiar (NdR: Los Grobo), pero yo funcionaba de otra manera: era más de consultar, de ver qué opinaba todo el mundo antes de tomar las decisiones, de conversar con la gente sobre sus historias y sus familias. Llegué a pensar que no era tan buena como líder... A tal punto que jamás se me hubiera ocurrido que podía ser la CEO porque me parecía que no tenía las habilidades. Por eso me encontré saliendo de la compañía y siendo la constructora de mi propio destino. Ahora me doy cuenta de que tengo un lugar por mí misma y ya no por ser una Grobocopatel, aunque el apellido no me lo puedo cambiar.

SB: Comencé mi carrera profesional rompiendo muchos paradigmas, porque fui la primera mujer enóloga de la Argentina. En una industria muy dominada por hombres, tuve experiencias de trabajo en empresas, algunas más pequeñas y otras más corporativas, que me formaron mucho desde el punto de vista de los negocios. Hasta que tomé la decisión de ser la arquitecta de mi propio destino. Y es lo que trato de transmitirles siempre a otras: si bien hay una cierta barrera, mi experiencia de voluntad, trabajo y talento demuestra que la mujer puede llegar, aunque no es fácil. Mi caso fue duro: decidí tener mi empresa después de trabajar para una corporación durante 10 años, el último de los cuales no cobré mi salario, agravado porque era cabeza de familia. Entonces, me dije: “Esto a mí nunca más me va a suceder . Así que me volví de Salta a Mendoza y empecé a trabajar con mis padres, pero me di rápidamente cuenta de esto que Andrea dice, así que a los 6 meses me abrí de la empresa familiar absolutamente sin nada. Y empecé vendiendo vinos, golpeando puerta por puerta, desde muy pero muy abajo, pero decidida a que el dinero que entrara a mi casa fuera por mi propio trabajo y no porque un jefe decidía si pagármelo o no.

En su formato actual, el G20 data de 2006. Pero recién en 2015 se incorporó el W20 como grupo de afinidad. ¿El hecho de que sea una temática de abordaje paralelo, en lugar de transversal, no termina siendo funcional a la inequidad que se pretende erradicar?

SB: No, precisamente nace como una iniciativa de mujeres del B20 que se dan cuenta de que el tema de género se trataba en los otros grupos de afinidad pero nunca, en ninguno de los comunicados, se proponía alguna política para mejorar la inequidad. Entonces, surge la necesidad de tener una voz. ¿De qué se trata el W20? De influenciar al G20. Nuestro máximo objetivo es que presten atención a la problemática y nos incluyan en el comunicado oficial para que nuestras sugerencias se trasladen a todas las economías del mundo. Por eso también estamos armando en este momento, y sugiriendo que hagan lo propio los demás miembros, la formación de observatorios de la mujer para medir el impacto real de estas iniciativas y así tener estudios comparativos a futuro. Es algo que estamos trabajando en la troika, que integramos los tres países sede del pasado, presente y futuro: la Argentina, Alemania (2017) y Japón (2019). Pero nos queda mucho más trabajo por delante, dado que el año próximo seguiremos en la troika, a la que se sumará Arabia Saudita (2020). Estamos abogando por la formación de una Secretaría Permanente: ya que va a haber capítulos más fuertes y más poderosos que otros en materia de género, estamos buscando esa figura para que esto sobreviva. Quizás lo podamos presentar como uno de los logros a largo plazo del W20 Argentina. Estamos muy cerca de conseguirlo.

AG: Fíjense qué tan importante es el trabajo del W20 que casi todos los grupos de afinidad dicen que les piden trabajar el tema de género. Pero no tiene sentido hacerlo en cada grupo sino concentrarlo. Hay muchas instancias para abordar la equidad de género. Esta es la etapa que denomino inclusión consciente: todos estamos pensando en este tema. Quizás llegue el día en que este tema ya esté incluido en el inconsciente de las políticas públicas y privadas. Pero para eso falta, aunque esperemos que no mucho.

SB: Esto estaría en línea con el #nuncasinellas de Francia, una iniciativa muy fuerte que ojalá fuera copiada por muchos países. Pero para llegar a esa instancia voluntaria, primero tuvieron que instalarlo como obligatoria. Entonces, para que el G20 tenga conciencia de género, por ahora tiene que ser obligatorio que exista el W20. Después ya será espontáneo y natural.

En el documento oficial, cuando la Argentina asumió la presidencia del G20, se aludió a la “desigualdad estructural de género . ¿Cómo se reconstruye algo que está mal calculado desde los cimientos?

SB: Hay que hacer un rediseño basado en distintas políticas públicas que permitan nivelar la mesa. De todos modos, diría que la Argentina, dentro de América latina, es uno de los mejores países para vivir como mujer porque tiene muchísimas leyes e iniciativas por la igualdad. De hecho, políticamente somos el país que primero adoptó la iniciativa de un 30 % de cupo en las legislaturas, que hoy es el 50 %. Hay voluntad por parte del Gobierno para que el tema género esté siempre en primera plana porque es lo que corresponde, pero además porque es una de las formas de desarrollar más la economía ya que hay una cantidad de mujeres formadas que están fuera de la fuerza laboral y que pueden contribuir al incremento del PBI: de hecho, para el año 2025 el PBI mundial podría aumentar 7 % y el de los países del G20 puede llegar al 15 %.

AG: Hay que trabajar el tema cultural además de las políticas públicas. Es decir, trabajar sobre nosotras mismas y darnos cuenta de cómo es nuestro estilo de liderazgo, sin imitar al masculino ni sentirnos peores líderes porque no hacemos determinadas acciones. Primero, y esto es un pensamiento personal, creo que tenemos skills o herramientas diferentes, y eso hace que no queramos que toda la gente funcione de la misma manera sino que cada uno pueda desarrollar lo mejor que tiene. Segundo, claramente está faltando mucha más participación femenina en las mesas de decisión, y la mejor forma de construir empresas sustentables, que permanezcan en el tiempo, es incorporarnos en la economía. Me gusta el concepto de ayudar a que otras se den cuenta de que pueden, que no se limiten ni se exijan demasiado, sino que desarrollen su máximo potencial. Y, por supuesto, que tengan la libertad de elegir sin estar condicionadas por el contexto.

En cuanto a inclusión laboral, ¿es mayor la deuda de participación o de equidad?

SB: Todo depende de qué es lo que estamos midiendo. Cuando se trata de cargos ejecutivos, las diferencias salariales y de equidad no son tan grandes y no es tan evidente que la mujer gane menos que el hombre. Pero la estadística tiene un enorme defecto, que es el promedio. Cuando estás promediando la inclusión laboral, tenés que en los segmentos más vulnerables y en la clase media emergente la principal fuente de trabajo que tiene la mujer es el servicio doméstico o los servicios en general, mientras que el trabajo equivalente del hombre es en la construcción, donde su salario es mucho más alto porque hay un sindicato poderoso.

AG: Hay otro tema con esas mediciones: las mujeres dedicamos más de cuatro horas por día al cuidado, una tarea que no es remunerada. Me parece importante el tema del gap salarial: si bien es cierto que no es tan grande y que se va achicando de alguna manera, lo que sí es cierto es que no somos grandes negociadoras y creemos a veces que, como queremos pedir flexibilidad, no podemos también pedir aumento. Creo que eso hay que trabajarlo en nosotras mismas y también hacia adentro de las organizaciones: no por acceder a flexibilidad vamos a rendir menos. Creo que en la medida en que nos preparemos, el contexto cambie y las políticas aparezcan, vamos a lograr la equidad laboral.

Otro objetivo es la inclusión financiera, clave para que las mujeres emprendan. Un dato alarmante es que, aunque el 30 % de las Pymes son creadas y lideradas por ellas, sólo reciben el 10 % de los créditos disponibles. ¿Cómo revertir esta tendencia?

SB: Así es. Y es tremendo. De hecho, en el marco del encuentro del Banco Interamericano de Desarrollo, en Mendoza, vamos a convocar a algunos presidentes de bancos para sugerirles que hay muchas formas de evaluar el track financiero de una persona, y que no pasa solamente por tener dos o tres balances de una empresa constituida. Podés evaluar financieramente a una emprendedora viendo si es cumplidora con el pago de su tarjeta de crédito, de su alquiler, de sus impuestos. Hay muchas dificultades de acceso y, generalmente, te ofrecen esos planes cuando ya tenés suficiente respaldo para garantizarle al banco dos veces lo que te va a prestar, siendo que está probado que la mujer, aunque sea un microcrédito, lo multiplica y cumple. A mí, por ejemplo, me vinieron a ofrecer créditos cuando ya nos lo necesitaba porque todo lo había logrado a través de un enorme esfuerzo de ahorro. Fue durísimo, porque me tocaron dos hiperinflaciones.

AG: Coincido mucho con Susana. Creo que ese es el gran rol que tienen las instituciones financieras: pensar estrategias para disminuir un poco o bonificar la tasa, ampliar o mejorar los plazos, no pedir tantas colaterales. Me gusta mucho un recurso que hay en la Argentina y que empecé a usar porque es un ganar-ganar-ganar: es el sistema de sociedades de garantías recíprocas, por el cual las Pymes o los emprendimientos acceden a colaterales o avales de ese fondo sin someterse a las altísimas tasas financieras.

SB: Además, en el tema concreto de la mujer rural, es bancarizar lo que ellas ya producen. En Mendoza, que es una economía regional, hay muchísimas mujeres que trabajan en el área agrícola produciendo muchos de los vegetales que llevan a las ferias y luego se consumen en Buenos Aires. Pero como son unidades pequeñas no tienen una formalización de su trabajo, ni una remuneración y ni acceso a las instituciones financieras. Hay un estudio muy lindo hecho por la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) que se titula Las nuevas generaciones de mujeres rurales como promotoras del cambio. Señala que estas mujeres, cuando tienen un ingreso por lo que producen en su huerta, usan ese dinero en la educación de sus hijos y en la capacitación propia. Es muy importante mejorar ese acceso para que se forme un circuito económico con mayor valor agregado y que no se queden solamente con el producto primario: pueden hacer conservas, invertir en packaging para llegar a otros mercados e incluso exportar a través de una plataforma o un consorcio de exportación. Hay muchísimas herramientas para incluir a la mujer en la economía real del país.

Sin dudas, que la inclusión rural esté por primera vez en la mesa de debate del W20 tiene que ver con la importancia del campo en la matriz productiva del país y de la región pero, también, con el perfil de ambas, que vienen de actividades vinculadas al campo…

SB: Pensábamos que iba a ser un eje muy abrazado por los emergentes (Brasil, México, India) pero, sorprendentemente, al menos en esta instancia, los países desarrollados como Francia y Gran Bretaña nos empezaron a decir que también les interesa. Nos dimos cuenta de que hemos dado con un milestone, con una piedra fundadora de algo que va a seguir sin duda en los futuros W20 porque las mujeres de los países desarrollados encuentran más dificultades y barreras en esta área que en términos de inclusión financiera o digital. Falta foco y lupa para empoderar a las mujeres en áreas rurales.

AG: Siempre digo que soy una mujer rural. Y cuando empecé a leer las definiciones de mujer rural de la ONU, pensé en mi abuela, que se hacía el pan, cultivaba su propia huerta, criaba a sus gallinas y de eso vivía. Era un enorme trabajo, porque además atendía a su marido y a sus hijos, y encima no era remunerado. Es una problemática que me inspira mucho. Y el abordaje también tiene que ver con infraestructura: cómo hacer para que el campo tenga más conectividad, mejores rutas y trenes. Y también incentivar que más universidades con carreras focalizadas en las economías regionales se instalen en el interior.

¿Consideran que la inclusión digital es la madre de todas las batallas en términos de igualdad de oportunidades?

SB: Desde mi punto de vista, la inclusión digital es el comienzo para lograr las demás equidades. Es el vector de los otros tres ejes porque, por ejemplo, necesitamos que una mujer rural disponga de un teléfono inteligente para acceder a una plataforma bancaria sin tener que trasladarse al pueblo o la ciudad para pagar, comprar o vender. No es solamente que las más jóvenes aprendan a programar y estudien las STEM (NdeE: Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemática, por sus siglas en inglés), si bien es muy deseable que lo hagan, y lo señalo porque soy apasionada de esos temas: de chica quería estudiar Física Nuclear. Pero la inclusión digital no es sólo fomentar en las mujeres el estudio de las carreras vinculadas a la tecnología sino su condición de herramienta fundamental para acceder a una inclusión financiera, educativa, laboral, de salud e incluso de asistencia en caso de violencia de género.

¿Por qué dos exitosas mujeres de negocios deciden dar un salto de compromiso con la sociedad civil: Andrea desde una ONG y Susana desde una banca?

AG: Llegó un momento en el cual me dije: “Ya trabajé mucho para mi familia, para mis hijos y para mí también . Me pareció que era hora de empezar a devolver todos esos aprendizajes como una manera de agradecer lo que pude lograr. Al principio no entendía desde qué lugar: empecé en la Universidad Católica Argentina, también en la Universidad Siglo XXI, generando programas que unieran la empresa con la academia porque me parecía que había una necesidad. Pero de golpe sentí que no era ese el espacio. Y así nació Flor, en 2012, una plataforma de iniciativas formadoras para transformar. Lo que más me gusta es cuando veo que hay mujeres que no sólo se transforman a sí mismas sino que sienten que tienen que ayudar a otras mujeres, cambiar sus organizaciones y mejorar sus entornos. Eso me importa mucho: acompañar a quienes asumen la responsabilidad de trabajar para sí mismas y por la sociedad. Me gusta tanto que lo disfruto más que el resto de mis actividades, si bien necesito seguir vinculada a los negocios familiares porque todavía mis 4 hijos no son todos independientes. Realmente disfruto mucho más el éxito de otras mujeres que han pasado por la Fundación que cualquier buen negocio que pude hacer en mi carrera. Me siento mucho más feliz. Y eso es lo que me da la pasión de seguir cada día: sentirme parte de los logros de otras personas. Es una buena nueva etapa de mi vida.

SB: Tomé una decisión personal en el marco de tratar de contribuir a la política con una visión distinta: la de alguien que hizo toda su vida trabajando en la vida privada y que, desde la nada, construyó una empresa. Tengo una visión muy empírica de cómo a veces las políticas públicas nos afectan negativamente a los emprendedores y a los pequeños empresarios... Me van a matar los diputados (sonríe), pero muchas veces te das cuenta que están legislando sin tener toda la información y proponen leyes que no tienen el impacto que prevén sino que, por el contrario, puede ser negativas. Creía, y lo digo en pasado, que se podía aportar más desde el punto de vista legislativo, pero es difícil, sobre todo siendo oficialista, porque el oficialismo tiene más como misión defender las leyes que el Ejecutivo necesita para los grandes planes de gobierno. Nos falta madurez política como país para darnos cuenta de que las leyes deben ser integrales y sustentables, cualquiera sea el color del gobierno, para que sean políticas de Estado sostenibles en el tiempo porque benefician a todos.

 

¿Y cuál es el lado menos luminoso de esa decisión de patear el tablero?

AG: Lo que más me molesta es que me gusta ser amable y estar bien con todos, pero las críticas todavía me incomodan: me preocupo, quiero salir a aclarar, no me gusta que la gente dude de la buena fe con la que trato de hacer las cosas todos los días. Esa es la parte que no me gusta: la exposición tan alta a veces hace que la gente, con tal de que no fluyan o florezcan las buenas intenciones, empiece a mirar lo que falta sin detenerse en el esfuerzo y lo positivo que querés generar.

SB: El lado negativo es la alta demanda de tiempo que implica, sumado al hecho de que vivimos en el interior. Tengo tres nietos nacidos en los últimos dos años y no me quiero perder la etapa de crecimiento de ellos, como tuve que perderme la de mis hijos. Para mí es un tironeo íntimo permanente y hago malabares para llegar a tiempo a verlos. La parte menos fashion es el tiempo, así como la intensidad del trabajo y la exposición a una crítica muy sesgada.

Dados sus logros pasados y sus aportes presentes, queda claro por qué fueron designadas como chair y co-chair del W20 Argentina. ¿Cuál creen que será el impacto de esta experiencia en su futuro inmediato?

SB: No le ha gustado mucho a mis hijos, pero ya les dije que, terminada la troika, me voy a dedicar absolutamente a la problemática de la mujer para ayudar a emprendedoras desde una posición de facilitadora, para enseñarles cómo construir desde la nada, como me tocó a mí. Es muy social lo que busco hacer en el futuro próximo...

AG: Una vez que esta experiencia termine, me gustaría dedicarme a la inclusión integral, porque tengo un hijo con discapacidad. Mi libro se titula Pasión por hacer. Y es algo que tenemos en común con Susana: nos gusta hablar, pero lo que más nos gusta es hacer. Y eso es fundamental en este momento histórico de cara a W20: como mujeres orientadas a las metas concretas queremos ver realizado este sueño colectivo que es lograr la igualdad de oportunidades.

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