Quién es el sastre millennial que rescató el oficio gracias a Instagram

Confeccionar un traje a medida le lleva 60 horas como mínimo, y el 90% es cosido a mano. Asegura que gracias a las redes sociales llega a su atelier el 80% de sus clientes. 

En los últimos años surgió, en Buenos Aires, una nueva generación de sastres dispuesta a reflotar un oficio que parecía destinado a languidecer. Francisco Gómez es parte de esa camada. Desde su cuenta de Instagram @franciscanosastre compone grandes postales visuales que subrayan la destreza manual, la dedicación, el buen gusto y la extrema calidad que exige el trabajo a medida. Acentúa, desde lo moderno, un mundo clásico.

Oriundo de Corrientes, Gómez se distingue con los códigos que evocan otra época pero son leídos con la necesidad de hoy. A la entrevista con Clase Ejecutiva llega con un bolso de cuero, una especie de atelier portátil con sus herramientas de trabajo: catálogos de tejidos y muestras de telas, botones y el metro, que lo acompañan por las calles porteñas y el interior del país. A paso firme, como su exclusivo servicio bespoke.

 

 

 

 

Los códigos del vestir cambiaron. ¿La sastrería puede generar un vínculo con el urban style predominante?

Sí, es necesario. Hay hombres que se visten de traje y precisan también mezclar otras prendas porque se sienten cómodos dentro de un círculo donde pueden ir con un jean roto y un saco. Hacen esas mezclas y me parecen necesarias porque hoy, en Buenos Aires, el código de vestimenta se está ampliando. Se volvió más versátil y asexuado.

 

 

 

¿Desde qué nuevo lugar los varones se relacionan con la moda?

Desde la seguridad y la comodidad. En una época de tantas mezclas, cada uno termina decidiendo con qué se siente mejor. El cliente siempre llega a la cita con referencias y detalles de lo que vio y le gustó en la calle, en las revistas, en las redes sociales o en la televisión. Es muy interesante cómo se arma la imagen. El hombre se permite disfrutar de esos detalles, incluso experimentar. Actualmente hay una competencia sana: le gusta usar algo que lo destaque, como un botón o el detalle de un ojal bordado con hilo de seda.

¿Cómo es el trabajo de un sastre en 2019?

El proceso inicial se da entre la mirada del cliente de sí mismo y cómo el sastre puede adaptar y, de a poco, acercarse al estilo deseado. Entre las necesidades y las actividades, implica buscar piezas que permitan movimiento y llamen la atención. Todos los hombres quieren vestirse mejor e incluso ponerse más color, pero les genera desconfianza dar ese paso. Mi rol es entenderlos. Muchas veces seguimos en el mismo estilo pero trabajamos con materiales diferentes o con otra paleta. El catálogo que ofrece el estilo italiano tiene más fantasía, es más jugado que los tejidos ingleses, que son clásicos. En la calidad que se elija también se define la cantidad de uso que se le pueda dar en el año. Los tejidos Súper 130, por ejemplo, se usan en todas las estaciones.

 

 

 

 

¿Cómo se compone el guardarropas básico en código sastrero?

El base es el traje azul, de dos piezas, o tres si se agrega el chaleco. La segunda opción es en gris y el tercero usa la fantasía; por último está el negro, destinado a las ceremonias formales. El cliente llega sabiendo cuánto cuesta un buen traje en una boutique y entiende por qué el sastre es más costoso. La diferencia de valor está en la confección y el tipo de telas, entre inglesas e italianas. Mi intención también es que los hombres puedan tener una continuidad en el armado de un guardarropa de sastrería más rico. Además, recomendarles cuestiones prácticas de acuerdo a las situaciones y el estilo de vida, como que la primera pieza a medida sea combinable con otras prendas para que puedan darle muchos usos, no sólo para un acontecimiento puntual.

¿En qué consiste el proceso artesanal?

Un traje demanda, como mínimo, 60 horas de confección. El 90 % es cosido a mano: sólo algunas puntadas van a máquina. El proceso artesanal es muy importante, y sigo el código de los viejos sastres: consiste en mojar la tela y dejarla descansar dos días para después comenzar a plancharla sólo con calor, sin vapor, para que sufra todo el proceso que podría pasar en la tintorería. De esa manera, al finalizar el trabajo, me aseguro que la pieza no tenga modificaciones.

¿En qué se diferencian los estilos sartoriales italiano e inglés?

El italiano es mucho más rico y el que hizo raíz en la Argentina, por un tema de clima y cuerpo. Acá hay una noción de que nos vestimos como niños ingleses, pero no es así. El estilo inglés siempre se mantuvo impecable y net, mientras que el italiano tuvo variaciones. La vestimenta años ‘50 tiene al estilo italiano como referente, donde los pantalones calzan bien arriba y la corbata baja el talle de la cintura. Los italianos se caracterizan por la mezcla de colores, las solapas anchas y los tajos de los laterales, mientras que el inglés admite uno o ninguno.

¿Por qué no se desarrolló un estilo argentino?

Cuando se pone de moda un color, hay una sobreexplotación de ese recurso; aparece un tipo de cuello como novedad y se exagera con su utilización de ese recurso o se lo adapta mal; se copia la silueta francesa cuando nuestra contextura es diferente. Se corre siempre el riesgo de ser una mala copia.

 

Men only
El oficio de sastre tiene una historia de más de 200 años. Savile Row, la calle del distrito de Mayfair en Londres que es sinónimo de elegancia y el equivalente a la haute couture parisina, concentra el colmo del vestir exquisito en código masculino.  En su ‘milla de oro’ hay más de 60  sastres y cortadores, y sólo dos mujeres: Kathryn Sargent y Anda Rowland. 

¿Por qué decidiste ser sastre?

Estudié Diseño de Indumentaria en Chaco, después de trabajar en el sector de producción en la industria. La carrera me pareció muy artística. Y yo prefería la parte manual, desarrollar molderías. Así que dejé, hice un curso de sastrería y me involucré en la moda masculina, primero con remeras y chombas, en Corrientes, mientras buscaba mi lugar en las ferias. En Puro Diseño me di cuenta que en Buenos Aires había un mercado para ofrecer ropa de hombre. En 2012 me instalé y probé con el trabajo a medida: en la técnica de sastrería encontré el nicho para reflotar el oficio. La ayuda del diseñador Elio de Angeli y del sastre Natalio Argento fue fundamental para insertarme en el mercado.

 

 

 

 

¿Instagram te ayudó a posicionarte en ese competitivo y exclusivo nicho?

¡Sobreviví por Instagram! Porque lo mío nació en la misma época que Instagram, por lo que desde el principio hice uso de esa herramienta que me permitió llegar a más personas. El 80% de mis clientes llegan por ahí porque permite que el cliente se sienta parte del proceso creativo.

¿Por qué vuelve a estar en foco el bespoke?

Parte de ese auge está en el cambio que hubo en la percepción del cuerpo, al admitir que no existe sólo un talle ni un ideal. Mi compromiso es interpretar la contextura y leer la necesidad de cada cliente, porque el bespoke trabaja con cánones totalmente distintos a los estándares que ofrece una marca. El hombre necesita sentirse contenido: son muchas las inseguridades y los complejos que afloran en el proceso de confección artesanal de un traje.

 

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