Mandela: el legado de un buen hombre

La autora destaca que en épocas en donde cada tema nos lleva a una nueva grieta, Mandela nos muestra que es posible la tolerancia, la práctica del perdón, la apertura para transmutar el sufrimiento en amor, y la capacidad de empatizar.

En la semana en que se conmemoran los cien años del nacimiento de Mandela, se ha honrado su memoria alrededor del mundo. Casi nada queda por decir, sin duda ha sido una gran persona y uno de los grandes líderes del siglo pasado. Casi todo queda por aprender, su legado es un compendio de virtudes y valores que bien podrían convertirse en un manual de lectura obligatoria a quienes ejercen hoy la conducción de los países de este mundo convulsionado. 

En una época donde cada tema controvertido abre una nueva grieta y la tendencia a la que nos llevan los medios, las redes sociales y nuestro propio encierro es a separarnos cada vez más, repasar la vida de Nelson Mandela es un compromiso para dejar de hacernos los "distraidos". Este hombre extraordinario dedicó su vida a luchar contra las injusticias inhumanas del apartheid (que significa "condición de estar separados" en el idioma afrikáans).

Una persona que nos muestra que es posible la tolerancia, la práctica del perdón, la apertura para transmutar el sufrimiento en amor, la capacidad de empatizar y la vocación de entender a todos los actores en cada circunstancia. Un hombre que supo priorizar la solidaridad y la humildad sobre su propio ego. Que supo habitar el poder en busca del bien común y un liderazgo generoso para incluir a todos. Además de un "Manual para políticos" también podría convertirse su legado en "Máximas para una vida con sentido" y, entonces, sus enseñanzas nos servirían a todos. Como sociedad y como individuos. Porque en esencia es así: lo que verdaderamente trae mayor bienestar al individuo es lo que le hace bien a la comunidad y a la sociedad. Pero al quedarnos enganchados en nuestras mezquindades o diferencias, superficiales o profundas, nos resulta imposible ver con claridad y enfocar lo que nos auna como humanos y lo que necesitamos para hacer de cada comunidad un lugar más habitable y justo. 

Así como un proceso terapéutcio o de autocoocimiento busca en el individuo sanar a través de la integración de sus partes, las sociedades necesitan respetar sus partes para que entre todos conformen un algo mayor a cada parte separada. Basta googlear "frases de Mandela" para encontrar un repertorio de genialidades plenas de sabiduría para dejarnos guiar por cada una y responsabilizarnos de nuestras acciones. 

Claro que el cambio que necesitamos para sanar da miedo. Pasa en una terapia y pasa como sociedad. Cada uno se aferra a lo que conoce y lo atemoriza cambiar. Pero es necesario, es fundamental… Confiar en sus palabras cuando dijo que el coraje no es la ausencia de miedo sino el triunfo sobre él, me evocan su bello discurso (en el que incluyó las palabras de Marianne Willianson) cuando asumió la presidencia de  Sudáfrica, en 1994: "Nuestro miedo más profundo no es el de ser inadecuados. Nuestro miedo más profundo se debe a que tenemos un poder ilimitado. Es nuestra luz lo que más nos aterroriza, no nuestra sombra. Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para mostrarme brillante, espléndido, fabuloso y lleno de talento? Pero, en realidad, ¿quién eres para no mostrarte así? Eres un hijo de Dios. El hecho de que juegues a ser menos de lo que eres no beneficia al mundo. El hecho de reducirte para que los demás no se sientan  inseguros a tu lado no es nada recomendable. Hemos nacido para manifestar la gloria de Dios, que habita en nuestro interior. Y no está solo en alguno de nosotros ¡Está en todos! A medida que dejamos brillar nuestra luz, inconcientemente damos permiso a los demás para que hagan lo mismo. A medida que nos liberamos del miedo, nuestra presencia libera automáticamente a los demás". 

Aprendamos de Madiba. Demos lo mejor de nosotros para ser personas íntegras en un mundo que lo necesita. Da miedo, requiere coraje y vale la pena. Como dijo Obama al despedir a Mandela en su funeral: "Con honestidad, independientemente de nuestra situación o circunstancia, nos debemos pregunar: ¿qué tan bien he aplicado sus lecciones en mi propia vida?" 

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