Argüello vs. Cárdenas: G20, liderazgos fuertes y el nuevo mapa del poder

En un contexto de liderazgos individuales cada vez más fuertes y cuestionamientos a los organismos tradicionales.  

En un contexto global cada vez más desafiado por la incertidumbre, los paradigmas que sirvieron para organizar al mundo se oxidan con la misma velocidad con la que avanza la tecnología sobre todos los aspectos de la vida cotidiana, el escenario resulta propicio para liderazgos fuertes como los de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Vladimir Putin. Cómo quedará el esquema de poder en ese nuevo mapa y cuál será el rol del G20 en los próximos años desde la mirada de Jorge Argüello (exembajador en los Estados Unidos) Emilio Cárdenas (exembajador ante las Naciones Unidas).

¿Cuál será el futuro rol del G20?

JA: El G20 es un emergente de la crisis de 2008 ante la creciente insuficiencia de los organismos multilaterales tradicionales, como Naciones Unidas (NU), de responder con velocidad y contundencia a situaciones globales tan críticas como la de hace 10 años que, por primera vez desde la globalización, se originó en el centro desarrollado pero terminó afectando  a la periferia, como hemos comprobado en carne propia. Desde entonces, ese ‘comité ejecutivo’ global fue ampliando su agenda de lo económico a lo político, incluso lo ambiental, compitiendo pero sin dejar de coordinarse mínimamente con NU. Era, al fin, otra variante de multilateralismo, aunque sólo participaran las naciones sistémicamente relevantes, y eso incluye a la Argentina. Ahora, con Trump en la Casa Blanca, la Unión Europea debilitada y China pidiendo pista, el G20 está encontrando sus límites en el logro de consensos básicos. La cumbre de Buenos Aires será una prueba para este foro informal y su capacidad, por ejemplo, de poner freno a una guerra comercial que puede tener efectos tan dañinos como la crisis financiera que el G20 pudo conjurar.

EC: El mismo de siempre: conformar un foro permanente y flexible para que los países que lo integran –que son algunos de los más importantes del mundo, aunque no todos– puedan conversar y analizar en conjunto sus urgencias y preocupaciones comunes. No lo veo, al menos por ahora, derivando hacia construir un esquema institucional propio.

Jorge Argüello. Es abogado (Universidad de Buenos Aires), fue embajador de la Argentina en Portugal
(2013-2015) y los Estados Unidos (2011-2013). Ejerció como Representante Permanente del país
ante las Naciones Unidas (2007-2011).

 

¿Qué tienen en común Trump, Putin, Xi Jinping?

JA: Es necesario evitar caer en la simplificación, porque se trata de naciones con experiencias históricas muy diferentes a las que la globalización económica y cultural las encuentra atravesando etapas singulares y diversas. No es lo mismo un régimen político como el de China, donde el poder se está reconcentrando fuertemente mientras aplica un capitalismo ‘peculiar’ pero de magnitudes desconocidas para un sólo país, que los contrapesos que seguirá teniendo aún una administración  como la de Trump en el sistema democrático estadounidense. Lo que es cierto es que esta era de las así llamadas ‘aceleraciones’ –sean tecnológicas, económicas y hasta medioambientales– crea un nivel de incertidumbre sobre el futuro que aumenta la demanda social de figuras fuertes con mensajes simples, frente a la complejidad y los vaivenes que propone el ejercicio de democracias con debate, abiertas y horizontales. La política, y eso nos incluye a todos, debe hacer un doble esfuerzo democrático por volver a dar respuestas eficientes a la sociedad reivindicando valores de solidaridad que la lógica económica ignora.

EC: Hay un notorio crecimiento de la preferencia del público por los liderazgos ‘fuertes’. Por el orden, sin demasiados tonos grises, como en el pasado reciente.

¿Cuál será el efecto en Europa del retiro de Angela Merkel?

JA: La figura de Merkel ha marcado a fuego más de una década de la política de Europa y del mundo. Ante el avance de las ultraderechas en Occidente, incluso de los neonazis alemanes, tal vez su liderazgo pueda ser revalorizado. Aunque el francés Emanuel Macron se propuso tomar su posta como garante de la continuidad del proyecto común; la crisis de los partidos socialdemócratas, la fragmentación política en países como España, Italia e incluso Francia; la dificultad para revivir el tradicional estado de bienestar europeo en plena globalización y el ascenso del antieuropeísmo expresado en el Brexit y otros movimientos, serán grandes desafíos para esa experiencia histórica cuando Merkel haya dejado el poder en Berlín.

EC: Con el liderazgo alemán descabezado, pese a que la gestión de Merkel debería extenderse hasta 2021, se fortalece el presidente Macron, de Francia, que tiene una agenda europea y mundial que luce no demasiado distinta de la que fuera la agenda de la Merkel, a la que Europa y el mundo extrañarán: su labor, prudente y firme a la vez, ha sido verdaderamente extraordinaria.

Emilio Cárdenas fue embajador de la Argentina ante las Naciones Unidas. Es abogado
(Universidad de Buenos Aires) y expresidente de la International Bar Association.
Actualmente es miembro del consejo académico de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral.

 

¿Cómo define el nuevo mapa del poder mundial?

JA: Por un lado, asistimos al final del orden multilateral nacido en la posguerra y fundado por los Estados Unidos, la misma potencia que hoy desafía desde el rol de Naciones Unidas hasta las reglas del libre comercio que ayudó a sentar. Por otro, con el cambio de siglo pasamos del mundo bipolar de la Guerra Fría a otro multipolar con grandes actores emergentes, como China. Desde la crisis de 2008 ingresamos en una fase ‘dispolar’, caracterizada más por conflictos que por coaliciones. En síntesis, nos toca vivir una transición global hacia un nuevo orden: desconocemos la forma que pueda adquirir y el tiempo que lleve consolidarse. Entre tanto, la balanza del poder mundial se ha movido del Oeste al Este. Y la forma de producir y de comerciar, a través de cadenas globales de valor, no obliga a revisar la tradicional noción Norte-Sur (centro-periferia).

EC: Estamos en presencia de un escenario con tres grandes potencias instaladas, a la manera de actores principales, en su mismo centro. Todas son actualmente muy activas en el escenario internacional: los Estados Unidos, China y Rusia. Concentran lo sustancial del poder político en el mundo. Se suma la Unión Europea, con su política exterior ahora unificada pero con una presencia que pareciera estar instalada un escalón más abajo y con algo menos de impacto y gravitación sobre el resto de las naciones.

¿El fenómeno migrante potencia la derechización?

JA: A primera vista, la respuesta es sí. Y los casos de varios países lo están demostrando, no sólo en Europa. El rechazo a lo distinto, al otro por el hecho de ser diverso, tiene un largo recorrido en la Historia. Habría que revisar antes el contexto de los fenómenos de migraciones forzadas de los últimos tiempos, desde la sequía seguida de guerra civil con intervención multinacional en Siria hasta el subdesarrollo en el Magreb, pasando por el abandono a su suerte del resto de África. Las potencias occidentales intervienen enseguida con las armas para ‘estabilizar’ regiones con grandes recursos naturales que extraer, como ha pasado en Medio Oriente, pero luego se quedan sin respuesta a la hora de garantizar las bases de su real desarrollo y evitar masivas expulsiones de la tierra.

EC: Sin duda. Las crisis de identidad encienden con frecuencia los nacionalismos. Y generan los consabidos discursos de la ‘derecha’ nacionalista. Así es ya bien evidente en los países de la Vieja Europa. Y desde la Historia resurgen innegablemente las preocupaciones del caso.

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