Altuna: "Es jodido cuando te quieren encuadrar. Estoy en medio de la grieta"

Radicado hace 35 años en España, es el gran maestro de los historietistas. Por qué cree que "la censura universal se ampara en "lo políticamente correcto".

Autor de clásicos como El Loco Chávez, El Nene Montanaro y Las puertitas del señor López, en sus 40 años de trayectoria produjo más de 10 mil páginas. Su secreto: retratar la actualidad de la Argentina a través de personajes que ya forman parte del patrimonio cultural popular.

Desde 1982 está radicado en el pueblo costero de Sitges, muy cerca de Barcelona, pero regresa con frecuencia al país. Así, hace unas semanas participó en La noche de los dibujantes, donde interactuó con sus seguidores: "Es lindo el feedback. Porque los dibujantes somos tipos solitarios: nuestro trabajo es bastante obsesivo y de estar muy encima del tablero. En mi caso, son 40 años de tiras diarias. Eso significa más de 7 mil páginas, a dos tiras por página... Debo tener unas 10 mil páginas de distintas cosas. La ventaja que he tenido siempre es que, además de hacer lo que quiero, que es dibujar, he podido elegir. Soy un privilegiado", asegura el dibujante que, durante más de 12 años, firmó en Playboy.

Suele decir que el cómic no agotó su lenguaje ni su posibilidad de expresión, con relación a su actual momento de gloria. ¿Cómo lo explica?

No se agota porque es un medio de expresión y, como tal, se adapta a todas las posibilidades. El lenguaje de la historieta está muy apegado a reglas que nacieron hace un siglo. Así como el cine ha evolucionado y hay otras formas estéticas de encararlo, también la historieta incursiona en otros formatos y lenguajes. Tal vez no es lo que más me gusta, pero me parece que es una posibilidad formidable porque la historieta tiene que abrir todas las puertas posibles.

¿Cree que, en los próximos años, se seguirán consumiendo viñetas en papel?

El papel no creo que desaparezca, pero me imagino que, con las nuevas tecnologías y los formatos digitales, el historietista va a tener que trabajar con un programador para darle más posibilidades estéticas dentro de lo digital. Va a ser una cosa distinta. Personalmente, no me veo capaz, en este momento, porque me gusta trabajar solo, pero me parece, sin ser conocedor, sólo como intuición, que es el futuro.

¿Diría que la agenda social, política y económica de 2017 supone un mayor desafío para los historietistas de actualidad?

Con el ejemplo de Donald Trump, ya estamos hechos. ¡Es un filón! Es como Carlos Menem, en su momento: uno podía hacer cosas, pero la realidad era tan infernal que te superaba siempre. Entonces, no sé de qué manera el historietista o el dibujante pueden igualar la repercusión que ya da, de por sí, algo que Trump hizo o dijo. Uno se pregunta cómo robarle protagonismo a algo que diga la bestia esta... Y, sinceramente, es difícil.

A dos años del atentado contra Charlie Hebdo, ¿diría que ese hecho marcó un antes y un después en el humor gráfico a nivel global?

Lamentablemente, me parece que no hubo cambios. Pese al clamor universal que hubo después de ese crimen horrible, que hizo que todos fuéramos Charlie, se está censurando como siempre. Se hablaba de la muerte de los colegas como un atentado a la libertad de expresión, y realmente lo fue. Pero los mismos que se quejaban y se rasgaban las vestiduras, están censurando hoy. Y no hablo de yihadistas, sino de los poderes públicos en España, donde vivo, y en otros países. Es una censura universal. Lo políticamente correcto es la censura de nuestro tiempo. Hace 20 años, los humoristas podíamos hacer chistes que hoy serían considerados racistas, machistas, discriminadores. No digo que no haya algún tipo de humor que a uno lo ofenda, pero con no consumirlo ya está. Lo que no se puede hacer es prohibir.

Lleva 35 años viviendo fuera del país, ¿cómo ve a la Argentina a la distancia?

La analizo, la sufro, me alegra. Me fui en la época de la Dictadura, después vinieron Alfonsín, Menem, De la Rúa... Entonces, es jugar al frío/calor. Además, soy de Racing (risas). La Argentina siempre se padece y se festeja. Hay situaciones que te maravillan y otras que te duelen, como una montaña rusa. Desde afuera, hay momentos en que parece que pueden mejorar las cosas, pero después se caen y queda una crispación permanente. Es jodido cuando te quieren encuadrar: si no sos macrista ni kirchnerista, te volvés sospechoso. Tengo amigos de uno y otro signo, y trato de no discutir con ninguno. Estoy en medio de la grieta.

La versión original de esta entrevista fue publicada en la edición 188 de Clase Ejecutiva, la revista lifestyle de El Cronista Comercial

 

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