Quién es Dafne Schilling, la influencer que enseña yoga, meditación, baile y cardio contra el estrés
Actriz y bailarina, Dafne Schilling importó de los Estados Unidos la técnica Yoga Booty Ballet, que combina yoga, baile, cardio y meditación. Es un fenómeno en redes sociales con sus videos. Y lanzó una plataforma online para entrenar al propio ritmo. Además, ofrece programas de bienestar para empresas con empleados en home office por el coronavirus
Un viaje lo cambió todo. Llegó a Los Ángeles con su sueño de actriz a cuestas; volvió a Buenos Aires con la disciplina que le abriría una nueva etapa como gurú de bienestar.
Alumna de danza desde chica, Dafne Schilling decidió apostar a un camino artístico: mientras daba clases de yoga para tener un ingreso, estudió teatro, hizo algunos pequeños papeles en 'Rebelde Way' y fue convocada para la película danesa 'Superclásico', que se rodó en Buenos Aires y fue seleccionada para los Oscar.
Junto al elenco de ese filme, a los 21 años viajó a Estados Unidos: “Era el sueño de cualquier actriz , recuerda. “En 2011, en California había un recontra boom del yoga y la espiritualidad. Mientras vivía allá para promover la película estaba totalmente empapada de esa nueva forma de entender la vida. Era algo que estaba en todos lados , cuenta. En un festival de cine conoció a una amiga que la invitó a sus clases de Yoga Booty Ballet, una disciplina made in USA que combina yoga, danza y actividad cardio.
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“Sentí que eso era lo que tenía que hacer , recrea. A través de ella, Dafne conoció a la creadora de esa disciplina, quien le dio vía libre para expandir ese tipo de clases en otros países. Así, dejó la meca del cine para construir un nuevo sendero propio. Hasta el comienzo de la cuarentena, Dafne encabezaba encuentros de cientos de mujeres en sus talleres de Intención en Movimiento, como llamó a su versión de esta nueva disciplina.
“Lo que hago, mi trabajo, es no sólo mi pasión sino algo que no puedo separar de mi forma de vida , cuenta. Daba clases en un espacio del Hipódromo de Palermo, creó su plataforma online de clases en base a su libro 'Doce estaciones del alma' y ya tiene lista su segunda publicación, llevó sus talleres y workshops a diferentes festivales de bienestar, desde la Patagonia hasta Ibiza.
En marzo, Dafne viajó a India para tomarse un mes de descanso. Pero después de 14 días, volvió a las corridas ante la posibilidad del cierre de fronteras por el Covid-19.
De regreso en Buenos Aires y en versión 100% online, convoca a miles de personas con sus clases por Zoom e Instagram y desarrolló algunos talleres para empresas que buscan motivar a sus colaboradores en las extenuantes jornadas de home office. Hasta ahora, los facilitó de modo remoto para Novo Nordisk, Banco Galicia, Visa Signature, Mercedes Benz y Natura.
Viajaste a Los Ángeles con un sueño pero volviste con otro. ¿Te costó ese cambio, sentiste que allá dejabas algo pendiente?
Siento que siempre estuve vinculada, no diría con lo espiritual porque en mi adolescencia no lo veía así, pero sí con el mundo más sensible, más sutil. A los 17, cuando terminé el colegio, decidí dedicarme al arte. Y ahí también apareció el Hatha yoga, hice el instructorado y empecé a dar clases, aunque mi foco estaba en la actuación. Cuando surgió la posibilidad de ir a vivir a Los Ángeles no lo podía creer. Fue un momento muy mágico pero también clave. Me abrieron las puertas de Yoga Booty Ballet y tomé la decisión de volver a Argentina. La vida allá también me costaba, yo era muy chica. Por mucho tiempo me arrepentí de no haberme quedado en Los Ángeles, internamente no terminaba de soltarlo, pero ahora entiendo por qué lo hice: el camino era por otro lado.
Ya hacías yoga y meditabas, pero con Yoga Booty Ballet trajiste algo nuevo a la Argentina: incorporaste el baile, una experiencia que hoy no falta en tus clases virtuales. ¿Qué pasa en tus talleres online?
En 2012, cuando empecé, era algo muy novedoso. Tanto que era difícil contarlo para que la gente se animara a venir, me costó muchos años explicarlo. El movimiento te pone en un momento presente que no te permite pensar en otra cosa más allá de lo que estás haciendo, eso es muy poderoso. Es un espacio libre de juicios, de críticas, para resetearse y salir renovada. Quizás no participa gente que quiere hacer fitness sino que encontrarse con sus emociones. Eso se vuelve una gran masa revolucionaria.
En uno de tus videos de Instagram decís “no te puedo tirar encima la presión de que tengas que ser feliz . ¿Sentís que hay esa expectativa sobre vos y que puede ser contraproducente?
Es terrible. Esa es, para mí, una de las grandes complicaciones –por no decir fallas– que tiene esta era new age. Hay mucha presión por estar bien, estar fit, comer saludable, conocerte. Cada uno hace lo que le sirve. Si un día no tenés ganas de meditar o hacer yoga y querés tomar una copa de vino y mirar una película, tenés que poder permitirte eso, no te hace menos espiritual.
Hay mucho wellness que llama la atención pero al final nos volvemos exigentes por tener que hacer un montón de cosas. Hay un shopping espiritual. Ponele que sos curiosa y te encanta probar cosas, pero tenés que tener herramientas para ver qué haces con toda esa información, porque sino te terminás perdiendo quién sos. Hay una fina línea con la que tenemos que tener cuidado.
Tus clases movilizan el cuerpo y también las emociones. ¿Notaste un ánimo diferente en esta cuarentena?
Noté que hubo una gran apertura hacia la práctica personal, a buscar respuestas a los interrogantes de quién soy, qué quiero, en qué utilizo mi tiempo, qué conexión tengo con mi cuerpo y mis emociones. Me llamó la atención cómo la cuarentena activó esa posibilidad de preguntarte sobre tu interior. Es algo que celebro, porque con todas las cosas que solemos hacer, a veces nos olvidamos de ver qué pasa por dentro. Obviamente hay mucha gente que convive con esas preguntas, pero siento que la cuarentena nos puso enfrente un espejo del que es difícil de escapar. Hay una vulnerabilidad, no queda otra que controlar el bocho.
Siempre le digo a quienes se unen a mis clases virtuales: tenemos un teléfono, nos encontramos por las redes, seamos agradecidos porque hay gente que está sin agua para lavarse las manos. Trato de enfocar las prácticas en la gratitud: creo que es una gran herramienta para llevar este momento tan crítico.
Tu nombre se convirtió en una marca buscada por las grandes marcas. ¿Fue difícil asumirte como emprendedora?
Creo que fue muy intuitivo. Empecé a dar clases cuando Instagram recién arrancaba, armé una página de Facebook, imprimí y repartí postales y flyers en los centros culturales de la ciudad. Muy old school. No tuve un plan de negocios ni un cash flow hasta el año pasado. Nunca quise poner un estudio propio (alquilé muchos años un subsuelo hasta que me llamaron del Hipódromo) porque sentía que iba a quedar atada, iba a convertirme en una administradora del lugar. Yo quiero escribir, hacer mis proyectos, dar clases, tengo otros intereses. Solté ese deber. Todos me decían: “Tenés que tener tu estudio . No, no quiero. Y estoy feliz con eso.
En estos últimos meses pasaste a un formato 100% online. De un encuentro personal, una sintonía de grupo, ¿cómo fue pasar a la pantalla?
En febrero lanzamos la plataforma de clases, obviamente sin imaginar lo que iba a pasar. Fue una locura haber tenido ese timing y, por eso, también fue un boom. En estos meses, a muchos les sirve tener 'el Netflix de Dafne' con las clases para organizarse. Pero yo quería seguir encontrándome con mi comunidad en vivo, por eso empecé a dar clases por Zoom: se conecta gente de todos lados y es muy emotivo. Me piden que cuando pase la cuarentena, siga. También me llegaron pedidos de clases de empresas, para sus empleados, para bajar del home office. Siento que quizás hoy valoran más ese espacio que si se hubieran tomado una hora libre en la oficina.
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