Tour por Israel: qué visitar en el país que combina lo clásico y lo moderno

Jaffa, uno de los puertos más antiguos del mundo, es la memoria; mientras que el resto de la ciudad de Tel Aviv, con sus miles de torres de última generación y movida nocturna simboliza el futuro en tiempo presente.

HaTsorfim es una de las callejuelas del laberinto del viejo puerto bíblico de Jaffa (Yafo, en hebreo). Desemboca de repente sobre una diminuta plaza o, mejor dicho, un cruce un poquito más ancho que los demás. Allí mismo crece un naranjo a partir de una especie de huevo lleno de tierra, suspendido en el aire por cables tensados desde las casas vecinas. Esta obra de arte viviente va creciendo. Ahora el árbol es relativamente grande pero los vecinos recuerdan cuando empezó a brotar, hace algunos años. A imagen y semejanza de esta planta y de las casas que la rodean, Jaffa parece ser solamente oriental y tradicional. Pero es un pujante barrio bohemio donde los hoteles más lujosos se instalan en edificios históricos, como The Setai, construido en las antiguas cárceles otomanas.

Varios milenios de historia siguen abrazando Jaffa, el núcleo original de la ciudad. Desde sus jardines, en la parte más alta de la colina, se ve la ciudad occidental, erizada de torres y de grúas. Ahí abajo está la Start-Up Nation en perpetuo crecimiento, el Israel moderno y cosmopolita. El centro y Jaffa son como Jano, las dos caras de Tel Aviv.

A pasos del naranjo, por la misma calle HaTsorfim está el mejor ejemplo de esa dualidad y complementariedad. Se trata de una boutique de moda, la más prestigiosa del país. Y tiene una historia muy singular. Fue creada dos veces, ambas bajo el mismo nombre: Maskit, una palabra hebrea que aparece un par de veces en la Biblia y designa una joya, un ornamento o un presente pequeño. La primera vez fue en 1954 y por Ruth Dayan, la esposa del general que logró la victoria israelí en la Guerra de los Seis Días. La segunda fue en 2013, por la diseñadora y modista Sharon Tal, quien se formó durante años en la casa Lanvin de París.

Desde su orígenes, Maskit es la vidriera de la creatividad israelí. Ruth Dayan rescataba los talentos y los saberes de las costureras que migraban desde Europa central y el Oriente. Fusionaba sus creaciones y sus tradiciones vestimentarias con diseños modernos que tuvieron mucho éxito en Europa y los Estados Unidos en los ‘60, conquistando a figuras de la época como Audrey Hepburn. Pero Sharon Tal hace otra cosa: sus colecciones son clásicas y modernas a la vez, al igual que su ciudad. Luego de pasar por delante del naranjo que crece en el aire, no hay que dudar en empujar la puerta de su tienda. Aunque sea sólo para curiosear y charlar con ella, cuando no está presentando sus colecciones en París, Milán o Nueva York.

Volviendo sobre nuestros pasos, por debajo de los arcos de los muros de la ciudad antigua, la casa-museo de Ilana Goor es otro de los atajos temporales de Jaffa, entre los viejos tiempos orientales y el mañana occidental. La artista se instaló en una de las partes más altas de la ciudad, en una casona que fue durante el siglo XVIII un caravasar donde se alojaban los peregrinos judíos de viaje por Tierra Santa. Conservó y transformó las numerosas habitaciones en torno al patio central y puso en valor sus propias obras y una impresionante colección que acumuló a lo largo de su vida. Es una especie de isla vertical cuya terraza es un apostadero para ver el Mediterráneo y los techos de la ciudad antigua.

La ciudad blanca

Luego de haber visto Tel Aviv desde los parques y los puntos panorámicos de Jaffa, se baja para llegar hasta las playas por un camino similar al que hizo Jonás en tiempos bíblicos. Cerca de su museo, Ilana Goor instaló en la calle una fuente con una ballena que recuerda la odisea del profeta en el mar. La artista no quiso darle el aspecto terrible que le prestan los escritos sagrados: su ballena sonríe, como un personaje de cuentos infantiles.

Finalmente se llega a los muelles, a orillas del mar, por donde transcurrieron 3.500 años de historia. Vieron pasar a los fenicios, los egipcios, los romanos, los griegos, los cruzados, los otomanos y hasta a Napoleón. Quienes hacen el recorrido con un guía aprenden a descubrir los indicios de cada momento histórico. Un poco más tarde se llega a la

Torre del Reloj, una parte en plena transformación en el límite entre Jaffa y el resto de Tel Aviv; y luego a la vieja estación de tren, transformada en un complejo de bares, restaurantes y tiendas de diseño.

Un poco más lejos Neve Tzedek, la parte más antigua de Tel Aviv fuera de Jaffa, también fue aspirada por este ciclón permanente que reforma, reacondiciona y transforma los barrios de la ciudad. Las viejas casas son ahora cafés, heladerías, wineries y galerías de arte en torno a la calle Shabazi.

Pero la verdadera identidad de Tel Aviv está en la Ha-ir Ha-levana, la ‘ciudad blanca’, donde se conserva la mayor concentración de construcciones Bauhaus del mundo (unas 4.000). El estilo fue llevado a la Palestina del mandato británico de los años ‘30 por arquitectos judíos, cuando este movimiento estaba prohibido en su Alemania natal por los nazis. Buena parte del centro se afirma en esta corriente y se organizan visitas interpretativas los fines de semana. Se trata principalmente de viviendas construidas para recibir rápida y racionalmente a grandes oleadas de migrantes en poco tiempo. Hoy forma parte del Patrimonio de la Humanidad, tal como se cuenta en el Bauhaus Museum.

Los pecados no duermen

El modernismo de Tel Aviv no alcanzó algunos rincones bien orientales, que se esconden entre las torres y los barrios residenciales racionalistas. Es el caso del suk de la calle HaCarmel, un mercado de puestos de vendedores de comidas y de especias, pero también de joyas, recuerdos y hasta ropa. Los viernes, antes del shabat, el mercado desborda hasta la Plaza Magen David, donde se instalan artesanos, joyeros y artistas.

Este barrio está cerca de Jerusalem Beach, la primera de las playas en dirección al norte de la ciudad. Cada una tiene su carácter. En algunas, más liberales que otras, se ve que distintas comunidades conviven mientras otras son muy comunitarias, como la reservada a los judíos ortodoxos (la playa kosher del Hilton). Desde la costa, la movida pasa a los entornos del Bulevar Rothschild, al anochecer.

Tel Aviv es la ciudad que nunca duerme, donde todo es posible y casi todo permitido, a diferencia de la muy religiosa Jerusalén. Por esta razón, los israelíes la llaman, con un grado mayor o menor de ironía, ‘ciudad de los pecados’. Discotecas, bares, salas de espectáculos, restaurantes: buena comida, buena música, lindos encuentros y mejores recuerdos... La vida nocturna es uno de los grandes atractivos de Tel Aviv. Desde la altura de la Gran Sinagoga y el Hall de la Independencia se remonta esta especie de Champs Elysée hasta la plaza Habima, donde está el Pabellón Helena Rubinstein para el Arte Contemporáneo.

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Cosmopolita

El bar Rega se hizo famoso bajo su primer nombre, Tamar. Desde su reciente reapertura, trata de conservar el mismo espíritu bohemio de cuando era el punto de encuentro de los artistas y los personajes de la izquierda israelí, como Yitzhak Rabin. Mientras se disfruta un café muy fuerte, se escuchan de fondo los clásicos del pop y del rock en hebreo y conversaciones en inglés… y porteño.

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