Texto: Jesica Mateu

Ferias internacionales como arteBA, iniciativas como La noche de los museos, recientes aperturas como la del Museo de Arte Contemporáneo (Macba), exposiciones con identidad latinoamericana como las que suelen montarse en el Museo de Arte Latinoamericano (Malba) y subastas de probada confiabilidad como las que celebra Banco Ciudad, marcan el buen pulso del mercado del arte en Buenos Aires.

Con cerca de 40 museos cuyas colecciones gozan de reconocimiento internacional, la ciudad aspira a consolidar su posicionamiento en el calendario mundial. Para ello, ofrece un menú tan ecléctico como integrado, tanto desde las salas oficiales (Museo Nacional de Bellas Artes, Palais de Glace y Museo de Arte Moderno), como desde los espacios o fundaciones privadas (Proa, Osde, Telefónica, Faena), a los que se suman circuitos (Gallery Nights) y ferias consagradas como arteBa, la más sobresaliente del país y la primera en su estilo en Latinoamérica. “Todas las propuestas culturales son importantes, sin importar su volumen de ventas o convocatoria. Cada una, a su manera, busca relacionar a las personas con el arte. Y estos movimientos ayudan, a través de la cultura, a facilitar la inclusión social y a colaborar con la mejora de la calidad de vida de la comunidad. Creo que debería haber menos egoísmos y celos, promoviendo más la integración y la amplia participación, sin distinciones sociales de ningún tipo”, evalúa Aldo Rubino, director ejecutivo de Macba, que abrió exitosamente sus puertas en septiembre pasado: hasta fines de enero (último dato disponible) se contabilizaron más de 15 mil visitantes a la muestra inaugural, Intercambio global. Abstracción geométrica desde 1950, que permaneció abierta hasta principios de marzo. Coincide Adriana Rosenberg, directora de Fundación Proa –también miembro del comité asesor del Museo Nacional de Bellas Artes y del comité de selección de Cancillería para la Bienal de Venecia –, quien apunta que “en la última década, los artistas vienen utilizando el videoarte y la fotografía como parte de los lenguajes expresivos y artísticos característicos de esta era. El acceso a la tecnología permite un acercamiento cada vez mayor a la creación artística, sin discriminar entre disciplinas, y esto se ve reflejado también en los espacios institucionales”.

A pesar del incesante movimiento expositivo fronteras adentro, bastar quitar la lupa de la Argentina y observar al mercado de arte latinoamericano para descubrir que el país está lejos de ser la vidriera artística principal de esta porción del planeta. “A la Argentina le faltan años luz para estar posicionada en la región. En los últimos años, Brasil nos sacó 100 cabezas”, dispara Victoria Giraudo, coordinadora ejecutiva de Curaduría de Malba-Fundación Costantini. Y explica que “eso tiene mucha relación con la economía. En Brasil, los museos tienen presupuestos más altos que aquí, los coleccionistas apoyan más a sus artistas y las galerías venden tantísimo más. Incluso hay grandes marcas que allá esponsorean exposiciones que, de otro modo, son imposibles de hacer”. Muchas de esas firmas, vinculadas al segmento lifestyle, son las que poco tiempo atrás dejaron de invertir en Buenos Aires. Giraudo concluye que “el mercado de arte en la Argentina se mueve básicamente en los cuatro días de arteBa”. Paradójicamente, el presidente de la feria de arte contemporáneo y regional pionera de Latinoamérica –que en mayo celebrará su 22º edición–, Facundo Gómez Minujín, comenta que realizarla “es todos los años un reto, porque el país siempre genera bastante dificultades. Hoy, es más fácil hacer una feria exitosa en Colombia, Brasil o México que en la Argentina”. El especialista coincide con Giraudo en que las limitaciones para posicionarse en la escena internacional están ligadas, fundamentalmente, a una cuestión económica: “La inestabilidad, las restricciones al dólar, a las importaciones y a las exportaciones. ¡Hay muchas trabas! Ya de por sí, venir a la Argentina es como ir a Sudáfrica o a Nueva Zelanda: no somos un país de paso. Y el arte contemporáneo se moviliza, de alguna forma, con pocos participantes activos”. Es decir, es una combinación de un público masivo –a arteBa acuden unas 100 mil personas cada año– y una verdadera movilización de compra: “Quienes generan ese movimiento no son más de mil personas. Los compradores clave son los directores de museos extranjeros, los curadores de museos internacionales y los coleccionistas profesionales”, apunta Gómez Minujín, quien puntualiza que el trabajo a futuro de las ferias con vocación de plataforma de negocios debe estar orientado en la generación de acciones que atraigan a más referentes e inversores internacionales, ya que son quienes tienen la capacidad de mover la aguja del mercado local. “Para empezar, necesitamos estabilidad económica: con la inflación, los costos suben y las obras de arte se hacen más caras. Después, ciertamente, hacen falta políticas de Estado más enérgicas. Sería muy bueno tener una ley de mecenazgo a nivel nacional. Ya existe una a nivel de la ciudad de Buenos Aires, que funciona relativamente bien, pero que es de alrededor del 2 por ciento de los ingresos brutos. También hacen falta iniciativas para contar con buenos centros de educación de arte. El Estado debería tener más participación en estas cosas y no dejar todo a los privados”, reclama el presidente de arteBA.

Así las cosas, Gómez Minujín considera que desde el ámbito público debería adjudicarse más dinero a acciones en ferias y bienales internacionales, de modo tal que la riqueza artística y cultural de la Argentina sea expuesta en sitios clave. En ese sentido, reconoce que “una iniciativa muy buena de este gobierno fue haber recuperado el pabellón en la Bienal de Venecia, porque es la más importante del mundo y una vidriera extraordinaria para el arte nacional”.

Por su parte, Adriana Rosenberg, desde el máximo sillón de Fundación Proa, considera que el crecimiento de la Argentina “debería basarse en la edición de grandes catálogos, el financiamiento de investigaciones artísticas y una mayor vinculación con el exterior, tanto a través de la presentación de los artistas argentinos en salas internacionales como a través de la invitación al país de artistas, curadores e investigadores extranjeros”. Asimismo, Giraudo, desde Malba, opina que es fundamental que “los gobiernos y los coleccionistas fomenten el arte, que colaboren para que se hagan muestras importantes que posicionen a los artistas. Es todo difusión y prensa; marketing, incluso. Todos tenemos que dar apoyo. Por ejemplo, en noviembre de 2014 vamos a traer a Malba la primera muestra internacional de Antonio Berni”. Antes, en febrero del año próximo, la exposición se exhibirá en el Museum of Fine Arts de Houston: “Es decir, vamos a necesitar obras de organismos gubernamentales para llevar a otros lugares”, adelanta la especialista, para dar cuenta del rol determinante que tiene la colaboración institucional en este tipo de acciones. En esa línea, Rubino, desde Macba, también resalta que el país debe buscar relacionarse sana y abiertamente con artistas e instituciones de otros países, lo que “fortalecerá la presencia argentina, porque la calidad de nuestros artistas siempre fue superlativa”. Así, por caso, el museo que dirige cuenta con la asesoría permanente de Patterson Sims –responsable de Whitney Museum durante una década– en el área educativa, y de Joe Houston –curador en jefe de Hallmark Collection– para las exposiciones de la colección permanente y estructuración de muestras que lleguen desde Estados Unidos.

“Si no nos valoramos nosotros mismos, es difícil que venga alguien de afuera y diga ‘¡qué bueno este artista argentino!’ Entonces, está en nosotros surgir y reposicionarnos en el mundo, sobre todo en la red de museos latinoamericanos”, propone Giraudo. En ese sentido, Gómez Minujín rescata que “si bien el segmento de las galerías de arte no está en expansión, sí se ha profesionalizado en estos últimos 10 años. Antes, sólo se trataba de tener el espacio, los clientes y una muestra cada uno o dos meses. Hoy, el desafío es salir, participar en las ferias del mundo y vincularse con los museos”. Claro que, para mantenerse activa en la movida global, la institución –sea oficial o privada, una fundación patrocinada por una empresa o un colectivo de artistas– debe asumir una inversión que promedia los u$s 50 mil por evento internacional en el que quiera decir presente.