

“Cuando Juan entró con una jarra de agua al cuarto y vio a Eva dormida, el pelo oscuro cubriendo parte de su piel blanca, casi transparente, sintió que podía volver a querer”. Con estas líneas - de una sutileza visual y un tinte edulcorado- da comienzo el escritor Jorge Coscia al relato de la primera noche de Juan y Eva. De esta manera, esa pincelada de almíbar para retratar el primer encuentro estará presente en toda la novela para describir la relación entre ambos.
El autor, actual secretario de Cultura, humaniza a la pareja mítica de la política argentina introduciéndose también en sus pensamientos, especialmente en los de Eva.
Eva mantiene una relación distante con Blanca Luz, redactora por aquel tiempo de los discursos de Perón, y esposa del genial pintor mexicano Siqueiros. Una vuelta, Eva escucha un discurso de su Juan en el edificio de Trabajo y Previsión, pero nota algo extraño. Ciertas palabras que utiliza su amor le hacen ruido. “¿Frígido subsuelo”?- murmuró Eva con rabia contenida”.
Coscia, de esta manera, describe ese día como el momento que Eva se da cuenta quién era su rival directa. Sin embargo, Blanca Luz le deja bien en claro que si es ella es la que escribe los discursos, Eva es la que duerme en la cama de Perón.
En cuanto a la trama política, los hechos ásperos que el autor no puede eludir, los justifica. Un ejemplo es el caso de las charlas que Juan mantenía con Jauretche. El escritor yrigoyenista habría dejado los encuentros con el Coronel debido a que éste no habría ubicado a unos forjistas en cargos de la provincia de Buenos Aires, como le había prometido. “Era un vasco testarudo que sabía pensar y hablar, pero no entendía la política real”.
Según el autor, “Juan y Eva” es una historia de amor jamás contada, intrincada también entre el odio y la revolución. El relato comienza desde el evento para recaudar fondos por el terremoto en San Juan, donde ambos personajes se conocen, hasta la convocatoria en la Plaza de Mayo aquél 17 de octubre en 1945. Para ello, Coscia decide dividir la narración en tres momentos: amor, odio y revolución. Si bien el primer bloque alude a la unión de Juan y Eva, la división propuesta expone a todas luces a la gestación de cómo Perón adquirió mayor peso político en esos años.
El ex presidente del INCAA hace uso de su escritura visual para introducir al lector en aquellos años previos al movimiento peronista. De Eva logra un personaje empático, no escatima en detalles donde se la describe con una mujer que no se regía por los modales de las señoritas de la época, por el contrario, que hacía frente a lo que ella quería, inclusive cuando de un hombre se trataba.
Sin embargo, cuando de Perón se habla, no hay una descripción con matices sino un cierto respeto por parte del autor, y hasta admiración. “Esa plaza con la pirámide, con la estatua de Belgrano y el Cabildo enfrente, era una maqueta de lo que Perón llamaba patria”.
Con Juan y Eva, Coscia logra un relato para que el lector – a pesar de que comparta o no la ideología política de los protagonistas – se introduzca en la vida de estos personajes, a tal punto de que le resulten familiares.
Política, amor y enfermedad son tres pilares que tejen la historia de Juan y Eva, hilos que asociados a una coyuntura actual podrían ser los que narran otra historia, la de un “él y “ella” del presente.