Un paseo por la vida de Cortázar

En la biografía sobre el escritor de Rayuela que se acaba de reeditar, su autor, Mario Goloboff, retrata al niño débil, inteligente y triste, al adolescente inquieto amante del jazz y al maduro narrador que escribió libros inolvidables. 

Originalidad, búsqueda permanente, fantasía. La obra literaria de Julio Cortázar (1914-1984) está plagada de estos condimentos y en ella se filtran, como ocurre en los textos de todos los escritores, elementos autobiográficos, situaciones que marcaron a fuego su vida. En sus cuentos, en sus novelas, aparece su pasión por el jazz, la relación que mantuvo con la política, con las enfermedades, el boxeo, el idioma bien argentino.

Pero, ¿Cómo fue su infancia?, ¿Por qué se convirtió en escritor?, ¿Qué significó París en su vida?, ¿ Y la revolución cubana? En su libro Cortázar, la biografía (Ediciones Continente), el escritor Mario Goloboff recorre todos estos aspectos y muchos más de la vida del autor de Rayuela.

¿Qué lo motivó a escribir una biografía sobre Cortázar?

Haber estado trabajando muchos años con su obra en cursos, seminarios, conferencias, notas y trabajos críticos, y haberlo conocido personalmente. A lo que se suma el haber frecuentado los lugares en los que él se movió, fundamentalmente Buenos Aires y París, y también conocer, de cuna diría, la región pampeana donde hizo sus primeras armas como profesor: Bolívar, Chivilcoy, muy cercanas del lugar en el que nací, Carlos Casares.

Durante la investigación, ¿Qué aprendió sobre él que no sabía antes?

 Muchas cosas, de su vida y de su obra. De la primera, como digo en el Prólogo, conductas y comportamientos muy generosos que no transcendían públicamente. De su obra, repasándola, sus innovaciones en los así llamados ‘géneros‘ y sus permanentes búsquedas. Su renuncia al éxito en la persecución riesgosa de nuevos caminos y nuevos horizontes.

Usted pertenece a una generación posterior a la de Cortázar, ¿Cómo era la relación con él, con su literatura?

Paradójicamente, como suele ocurrir, no muy buenas. Lo leíamos como novedad y con cierto deslumbramiento, pero, me parece, no muy profundamente, no viendo todas sus dimensiones y proyecciones. Y respecto de sus actitudes públicas, asumidas en París, mientras nosotros estábamos acá, peleándola, éramos muy críticos y se lo reprochábamos. Hoy, cierto, pienso que injustamente.

¿Qué significó París en su vida?

Muchísimo; desde adolescente, soñó vivir allí y, cuando lo consiguió, la exploró y disfrutó como pocos. La París de los 50 le dio una visión del mundo y del hombre que cambió bastante su cabeza y también le hizo ver la Argentina y América latina con nuevos ojos. De ahí sus cambios ideológicos y políticos que, para mí, tienen su raíz en esa época.

Cortázar participó del llamado “boom” de la literatura latinoamericana junto a García Márquez, Fuentes y Vargas Llosa, entre otros, ¿Qué lo diferencia de ellos?

En lo personal, todo lo que se sabe, sus actitudes humanas y políticas; en lo profesional, lo que digo antes, que no fue víctima del éxito, que llevó a casi todos los otros a la repetición, a la retórica y a la inoperancia literaria.

¿Qué lugar ocupa en la literatura argentina y latinoamericana?

Muy importante, creo. Fue uno de los grandes transformadores y enriquecedores de ellas. En Colombia, en México, en Cuba, ya se lo reconocen, con creces. Aquí, como a menudo ocurre con los nuestros, tardamos un poco todavía.

¿Cómo vería Cortázar el momento actual de América latina?

Haber escrito la biografía de Julio Cortázar no me autoriza, ni de lejos, a hablar en su nombre. Apenas puedo imaginar que, habiéndose adherido, como lo hizo, tan espontánea e íntimamente a las revoluciones cubana y nicaragüense, y al socialismo a escala latinoamericana, habría continuado apoyando y sosteniendo los cambios de los que hoy somos testigos.
 

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