A principios de este año, cuando Donald Trump amenazó con darle la espalda a la OTANa menos que sus miembros aumentaran drásticamente sus contribuciones anuales a la alianza militar ("Si no pagan, no los defenderé"), sus lugartenientes viajaron a Europa con un mensaje adicional del presidente norteamericano: Trump no solo quería que cada uno de los 32 países de la OTAN reforzara sus arsenales, sino que también esperaba que compraran productos estadounidenses.

Quizás fue una exigencia de más. Aunque los países miembros finalmente apaciguaron a Trump en junio al acordar una suba de su gasto militar anual al 3,5% del producto bruto interno para 2035, e incorporar un 1,5% adicional anual en proyectos relacionados con la defensa, como la ciberseguridad y la infraestructura, su confianza en el compromiso de Estados Unidos con el pacto de defensa de 76 años de antigüedad se ha visto socavada.

En lugar de gastar el dinero que Trump les exprimió en una compra compulsiva de armas y municiones estadounidenses, algunos líderes europeos ven la oportunidad de invertir en armas diseñadas y fabricadas en sus países, con la esperanza de atraer a clientes de la industria de defensa estadounidense. De forma similar, Airbus SE redujo el dominio de Boeing en el sector de los aviones de pasajeros y, por inverosímil que pareciera, finalmente superó a su rival estadounidense de mayor tamaño.

"Anteriormente, el acuerdo consistía en que los países europeos aceptaban comprar importantes armas de alta tecnología a Estados Unidos, y a cambio existía un contrato implícito por el cual Estados Unidos iba a estar presente en el continente y defendería el territorio de la OTAN", afirma Guntram Wolff, investigador principal de Bruegel, un grupo de investigación económica en Bruselas.

Esas compras ayudaron a convertir al sector de defensa estadounidense en el más grande y lucrativo del mundo, con 318.700 millones de dólares en ventas de equipo militar a gobiernos extranjeros en 2024. Trump se queja con frecuencia de que la OTAN está estafando a Estados Unidos. Lo que no menciona es que los países europeos son los principales compradores de armas de fabricación estadounidense.

La inagotable necesidad de armamento para ayudar a Ucrania a combatir a Rusia ha impulsado ventas récord. Estados Unidos representó el 64% de las importaciones de armas de los países europeos de la OTAN entre 2020 y 2024, en comparación con el 52% entre 2015 y 2019, indica el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri).

El año pasado, los miembros europeos de la OTAN gastaron un total de 454.000 millones de dólares en defensa, y la mayor parte se destinó a empresas estadounidenses. Es posible que esto, poco a poco, empiece a cambiar. "Existe un debate muy importante en amplios sectores del espectro político en muchos países europeos sobre hasta qué punto debemos enfatizar y priorizar cada vez más las compras en Europa -señala Wolff-. Incluso en el sector de alta tecnología, donde, actualmente, la dependencia de EE.UU. es bastante alta".

Varios países ya frenaron este año las compras importantes de armas estadounidenses o están buscando alternativas fabricadas en Europa o en otros lugares. Tras las amenazas comerciales de Trump y sus dichos sobre convertir a Canadá en el estado número 51 de la Unión, Canadá anunció en marzo que el primer ministro Mark Carney está revisando un acuerdo de u$s 13.000 millones para comprar 88 aviones de combate F-35 de Lockheed Martin.

Donald Trump y el presidente de Ucrania Volodimir Zelenski durante su último encuentro en la Casa Blanca
Donald Trump y el presidente de Ucrania Volodimir Zelenski durante su último encuentro en la Casa Blanca

Su ministro de Defensa afirmó que el gobierno consideraría cambiar a cazas fabricados por empresas fuera de EE.UU. "Ya no deberíamos enviar tres cuartas partes de nuestro gasto de capital en defensa a EE.UU.", declaró Carney en un discurso pronunciado en junio, en el que describió los planes de defensa del país.

Polonia, otro comprador habitual de armas estadounidenses, negoció un acuerdo de 6.000 millones de dólares por una flota de tanques K2 de la surcoreana Hyundai Rotem. Estos se desplegarán junto con los tanques M1A2 Abrams de fabricación estadounidense que Polonia adquirió a General Dynamics. Dinamarca considera la posibilidad de elegir un sistema de defensa antimisiles desarrollado en Francia e Italia en lugar del sistema Patriot de RTX, fabricado en Estados Unidos.

"Los europeos dependen en gran medida de la industria de defensa estadounidense. Pero creo que, debido a los aranceles, a la actitud del presidente Trump hacia la OTAN y a su escasa disposición a aceptar la defensa de los países de la OTAN, los países europeos priorizarán cada vez más la inversión en empresas de defensa europeas", apuntó Todd Harrison, miembro del American Enterprise Institute, un centro de estudios conservador de Washington.

Harrison afirma que impulsar el desarrollo de la fabricación de defensa en Europa también ayudaría a justificar los elevados niveles de gasto de la OTAN ante un público receloso, "al demostrar que el dinero se destinará a desarrollar capacidades industriales y crear empleos en su propio país, y no en Estados Unidos".

Otros gobiernos siguen de cerca la decisión de Dinamarca, prevista para finales de este año, y lo toman como un indicador del estado de ánimo de Europa. Copenhague ha sido durante mucho tiempo un firme partidario y cliente de Estados Unidos. Dinamarca impulsó el programa F-35 en 2016 con un encargo de 3.000 millones de dólares por 27 aviones de combate, que ha mantenido a pesar de años de retrasos.

Esa lealtad se está poniendo a prueba. Trump ha indignado a los ciudadanos daneses con sus reiteradas amenazas de apoderarse de Groenlandia, un territorio danés autónomo. Hans Peter Michaelsen, analista de defensa independiente en Dinamarca, afirma que es probable que Dinamarca rechace el Patriot y opte por el sistema de fabricación europea. "Sería una señal política" de que es hora de "realizar nuevos encargos a la industria de defensa europea", observó.

En un comunicado enviado por correo electrónico, la subsecretaria de prensa de la Casa Blanca, Anna Kelly, afirmó que el compromiso de gasto militar que Trump obtuvo de los miembros de la OTAN "permitirá que Europa y el mundo entero se beneficien de la paz mediante la fuerza".

No está claro que los aliados de la OTAN vayan a cumplir con las ambiciosas nuevas metas de gasto o si apenas trataban de calmar a Trump con un pagaré simbólico que, convenientemente, no deberán honrar hasta bastante después de que haya dejado la Casa Blanca. Muchos países se verán en dificultades para solventar un brusco salto en el gasto militar sin poner en riesgo los límites de la UE sobre deuda y déficits.

En 2024 la carga militar promedio entre todos los miembros de la OTAN fue del 2,2% del PBI, indicó el Sipri. Para alcanzar la nueva meta del 3,5% del PBI el gasto en defensa de algunos aliados de la OTAN tendría que triplicarse.

Por mucho que los líderes europeos sueñen con rivalizar rápidamente con Estados Unidos como principal proveedor militar del mundo, es probable que eso tarde años en ocurrir. "Si la OTAN europea tuviera la capacidad de activar un interruptor y desarrollar esa capacidad de la noche a la mañana, es exactamente lo que querrían. Pero ese es el tipo de cosas que tardan una década en construirse", aclaró Andrew MacDonald, especialista en presupuestos de defensa de Janes, empresa que proporciona inteligencia sobre la industria de defensa.

MacDonald menciona al Patriot, cuyas ventas superan a las alternativas fabricadas por empresas europeas. "No creo que exista un sistema de defensa aérea con la gama de capacidades que tiene el Patriot -distinguió-. Así que ahora mismo, si quieres esas capacidades, tienes que comprar el Patriot". Lo mismo ocurre con otros armamentos complejos cuya demanda es cada vez mayor. Algunas ofertas europeas están por detrás de los productos estadounidenses en cuanto a características, preparación para el combate y precio.

Otra ventaja que suelen tener las empresas de defensa estadounidenses sobre la competencia es la capacidad de fabricación para entregar los productos. "Si los países europeos quieren invertir dinero rápidamente, la respuesta obvia es recurrir a EE.UU.", recordó MacDonald, "porque la capacidad productiva europea solo puede expandirse con una rapidez limitada".

Sin embargo, recientemente, incluso algunas de las mayores empresas de defensa de Estados Unidos han tenido dificultades para satisfacer la demanda, ya que los envíos de armas para ayudar a Ucrania agotaron las reservas estadounidenses y europeas. Dinamarca aún espera seis de los 27 cazas F-35 que encargó a Lockheed hace casi una década. Polonia compró tanques surcoreanos en parte porque no era tan fácil conseguir tanques de fabricación estadounidense. Los compradores de los Patriot pueden esperar años a que se los entreguen.

Estos retrasos podrían representar una oportunidad para que las empresas de defensa europeas consigan clientes que necesitan alternativas a productos estadounidenses con una larga lista de espera. Tendrían más suerte si los gobiernos europeos decidieran unir fuerzas, afirma Cynthia Cook, investigadora principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington. "Trabajando juntos podrían tener una industria de defensa más competitiva, una especie de segunda entre iguales detrás de Estados Unidos".

Esto sería difícil de lograr, en parte debido a las prioridades nacionales contrapuestas y a la burocracia europea, pero también porque la simple distinción entre "Hecho en Estados Unidos" y "Hecho en Europa" ya no es tan sencilla.

Las empresas de defensa estadounidenses establecieron numerosas alianzas con fabricantes de armas europeos en su empeño por expandir su presencia global. "Nuestras bases industriales están integradas de forma que cumplen con las normas de la OTAN", explicó Dak Hardwick, VP de asuntos internacionales de la Asociación de Industrias Aeroespaciales, que defiende a la industria aeroespacial y de defensa estadounidense.

A pesar de los obstáculos, los inversores apuestan por el futuro de Europa como productor de armas. Puede que sea lo último que Trump haya contemplado: que, sin darse cuenta, terminaría impulsando el crecimiento de un complejo militar-industrial extranjero que algún día podría igualar al de EE.UU.