La tormenta perfecta del comercio exterior: balance de un año demoledor para el sector
La sequía, la depresión de los precios internacionales, la brecha cambiaria, las retenciones, los costos logísticos y el año electoral se alinearon para quitarle competitividad a un sector que viene en picada.
La balanza comercial sumó un nuevo rojo en octubre. El saldo entre exportaciones e importaciones de ese mes, el último difundido por el Indec, arrojó un déficit de US$ 454 millones, en una ecuación que dio un 52 por ciento de importaciones, contra un 48 por ciento de exportaciones.
Este fue un año demoledor para la balanza comercial argentina: una bomba de condiciones internas y externas difícil de desactivar. "Son varios factores", diagnostica Gastón Méndez Crespi, director de la Carrera de Comercio Internacional y Planes Conjuntos de la UADE. Las exportaciones del agro bajaron abruptamente. Las exportaciones de bienes primarios descendieron un 31 por ciento, comparando septiembre 2023 y 2022; y las de manufacturas de origen agropecuario, un 28,7 por ciento.
"La sequía afectó la cantidad de productos disponibles para exportar", apunta Méndez Crespi. Para empeorar más las cosas, los precios internacionales de commodities bajaron. "Cuando se desató la guerra en Ucrania los precios subieron abruptamente. El conflicto se prolongó, los mercados internacionales consiguieron nuevos proveedores y los precios bajaron", continúa el analista.
Nicolás Ginatta, analista económico de la Sociedad Rural Argentina, lo pone en números: "Hace un año la soja se vendía a US$ 600 la tonelada en la Bolsa de Chicago y hoy está a US$ 470. La exportación de granos bajó un 40 por ciento aproximadamente. Entre enero y septiembre se perdieron unos US$ 12.500 millones en exportaciones de trigo, maíz y soja", indica.
El panorama ganadero tampoco es mejor. "La sequía hace que se faenen más animales. Eso provocó un aumento del 7 por ciento en las exportaciones, pero la baja de los precios internacionales terminó por licuarlo. Hace un año la tonelada de bovinos se vendía a US$ 4000 y en octubre promedió los US$ 2000. La gripe aviar cerró las exportaciones de pollo durante un mes y provocó una caída del 32 por ciento, medida hasta agosto", agrega Ginatta y suma otra mala noticia: Israel es el tercer comprador de carne argentina, por lo que en los próximos meses se verá la magnitud que el conflicto en Medio Oriente tendrá en las exportaciones.
El panorama da rojo en casi todos los sectores del agro. "Las exportaciones de vino fraccionado tuvieron una caída del 26 por ciento entre enero y septiembre; a granel bajaron a casi el 39 por ciento", advirtió Daniel Rada, titular del Observatorio Vitivinícola Argentino. "Este año se han conjugado muchas razones. Siempre hay algún problema interno, como la inflación y la devaluación. Las bodegas pagan muchos costos a dólar blue y cobran a precio oficial y eso les resta competitividad. Y a eso se le sumó que el desplome de la demanda en muchos mercados extranjeros, que afecta a todos los países exportadores, pero a nosotros nos agarra con menos herramientas porque somos menos competitivos por nuestras propias cuestiones macroeconómicas", explica.
Más incertidumbre
Méndez Crespi agrega otra cuestión: el año electoral. "La exportación es un negocio a largo plazo. Las elecciones agregaron incertidumbre y complicaron las decisiones de las empresas, sobre todo de las multinacionales, que se rigen por escenarios mucho más previsibles en otros mercados", dice y señala otra cuestión bien ligada a la política local. "La campaña dilató decisiones económicas de fondo. Se tiende a poner más plata en el bolsillo de las personas, se atrasa el tipo de cambio y en un mercado con tantas restricciones. Esa falta de dólares afecta a la compra de insumos y hace que merme la producción y se exporte menos".
"La Argentina es uno de los pocos países del mundo que impone derechos aduaneros a la exportación. Y si bien son más elevados para los productos donde la Argentina es claramente un país competitivo (básicamente poroto de soja y otros productos primarios del agro), casi todas las exportaciones poseen derechos de exportación, aún en productos donde nuestro país no destaca por su eficiencia", dispara Christian Fuciños, socio de a cargo de Comercio Exterior y Cambios en la consultora Deloitte.
"Muchas veces, la realidad de una empresa exportadora de nuestro rubro es que se trabaja con una incertidumbre constante. Es decir que los cambios en las regulaciones y normativas son tan continuos que nos obligan a estar alerta continuamente", dice Gustavo Frontera, gerente Comercial Global de Aspro, una firma que desarrolla y fabrica sistemas de compresión de gases y exporta entre el 60 y el 70 por ciento de su producción.
La principal víctima de las retenciones es la competitividad. "En una economía que a nivel mundial no destaca por grandes márgenes, un derecho del 5 por ciento, por citar un ejemplo común a muchos bienes, puede terminar siendo la diferencia entre ser o no competitivo. En el caso del agro, donde nuestros productores son más competitivos, se encuentran con derechos de exportación muy superiores, eliminando en muchos casos esa mayor competitividad", diagnostica Fuciños.
El mapa de retenciones hoy es del 33 por ciento para la soja tiene 33 por ciento y del 12,5 por ciento para el trigo y el maíz. La carne del 9 por ciento y los lácteos entre el 4,5 y 9 por ciento. "En el caso de la industria lechera se bajaron al 0 por ciento por 90 días y aliviaron al sector. Sin embargo, un productor sojero sufre una quita del 62 por ciento de sus ganancias entre el tipo de cambio y las retenciones", explica Ginatta.
El analista de la SRA advierte que en algunos casos, la diferencia cambiaria llega al 107 por ciento y el productor termina perdiendo más por la diferencia cambiaria que por las retenciones. "Hay costos, como fertilizantes por ejemplo, que se pagan al blue y luego las exportaciones se cobran al oficial y eso termina desanimando a pensar en exportar", apunta Ginatta.
"El tipo de cambio ha ido perdiendo competitividad a lo largo del tiempo. Cuando se implementan programas especiales que otorgan un tipo de cambio más competitivo, resurgen las exportaciones", señala Fusiños. El consultor asegura que la brecha entre el dólar oficial y el libre es aún más perjudicial que las retenciones. "Las exportaciones de servicios son un buen ejemplo: aun cuando se eliminaron los derechos de exportación, estamos siendo poco competitivos", explica.
Méndez Crespi da ejemplos: "Imaginate una empresa multinacional que sabe desde un principio que va a cobrar menos por lo que exporta por el tipo de cambio, que la obligan a liquidar sus exportaciones en un plazo determinado, descuenta también retenciones y encima de eso no puede girar esas remesas a su casa matriz. Termina yéndose del país a otro que le ofrezca mejores condiciones", dice. Y cita casos insólitos, como agroexportadoras comprando muebles o empresas que terminan comprando obligadas a reinvertir en negocios que no son el suyo por no poder usar la plata, a veces, ni siquiera para importar.
"Necesitamos competitividad. En las últimas dos décadas los vinos argentinos se hicieron conocidos, ganaron mercados, se transformaron en una marca. Y ha sido un gran trabajo como para desaprovechar", implica Rada. Hoy cuesta competir con grandes exportadores, como España, pero también con países de la región que tienen horizontes más estables y que favorecen la exportación. El costo de un vino español es de 40 centavos de dólar y el de un argentino de USS 1,20.
Hay medidas sobre la exportación, como la extensión de presentaciones juradas, que se usan para intervenir sobre el mercado interno o influir en el precio del dólar. "La economía debe avanzar hacia la unificación cambiaria y hacia el cese de las retenciones. Somos conscientes de que no se puede hacer de un día para el otro, pero hay que avanzar hacia eso si queremos tener un perfil exportador genuino, porque hoy muchos productores se plantean si exportar o no", propone Ginatta.
Los cambios en cuanto a la moneda extranjera hacen que las gestiones se multipliquen y haya más margen de error. Algunos insumos importados tienen precio en dólares y luego los productos se liquidan al dólar oficial. Además, la incertidumbre, las burocracias y las gestiones interminables no nos permiten operar con normalidad. De todas formas, seguimos trabajando, produciendo y mejorando", explica Frontera.
La cuestión logística
A los problemas que hacen crujir a la ecuación exportadora se le suman los costos logísticos siempre complicados por distancias, costos de combustible dolarizados y la escasez en surtidores por todas esas razones. "Desde octubre de 2020 a esta parte creció más el costo de transporte que el precio de la tonelada de granos", asegura Ginatta. De acuerdo al cálculo de la SRA, el flete de campo a barco cuesta un 17 por ciento de la tonelada de soja y un 8 por ciento de la de maíz.
"El impacto en la evolución de los costos de cada operación es un tema neurálgico", afirma Alejandro González Arias, director de Desarrollo de Servicios Logísticos en Skynde, una firma del Grupo Ceta que ofrece soluciones logísticas integrales con fuerte foco en e-commerce. "El ritmo de las regulaciones aduaneras y fiscales en la Argentina traen aparejado la capacidad de flexibilidad permanente en cuanto a las operaciones logísticas asociadas", agrega.
Entre las complejidades de la logística exportadora, González Arias menciona a las barreras geográficas, las regulaciones intrincadas y los sistemas de transporte deficientes. "El tránsito es un desafío significativo que aumenta los tiempos de entrega y complejiza la planificación de ruta", explica. Los operadores agregan tecnología para sortear inconvenientes. "Nosotros contamos con vehículos con dispositivos IoT, capaces de capturar, transportar y almacenar datos por medio de sensores, nubes escalables y redes de comunicación. De esta forma, podemos monitorear en tiempo real cada una de las actividades estratégicas dentro de la cadena logística, fundamentalmente la última milla", explica.
No todo es escalable. "Entre los factores que encarecen la logística encontramos los altos impuestos, los aranceles aduaneros, la evolución del costo del combustible y la necesidad de inversiones en mantenimiento de vehículos y equipamiento. El alza en los costos laborales y las limitaciones en la infraestructura de transporte contribuyen al encarecimiento de la logística", agrega González Arias.
Frontera asegura que la logística es un tema central en la actividad exportadora. "Nuestros productos son de gran porte, por lo tanto, los costos de transporte tienen una incidencia importante. Perder un buque o caer en un falso fletes puede llevar a que una operación pueda quedar sin rentabilidad. De todas formas, el costo más importante es no entregar el producto al cliente, en tiempo y forma".
Los mercados internacionales se manejan de otra manera. "Ganar un mercado internacional lleva mucho esfuerzo y mucho tiempo", explica Méndez Crespi.
El cortoplacismo es enemigo. "Ser un país exportador implica una política de Estado, sostenible en el tiempo y pensada más allá de las gestiones -insiste Méndez Crespi-. Requiere de planificaciones estratégicas en un mercado que se maneja por contratos a largo plazo".
Esta nota se publicó originalmente en el número 359 de revista Apertura.
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