Auge y caída de la estrella de la revolución estadounidense

Chesapeake, el productor de oil & gas que alguna vez valió u$s 35.000 millones, coquetea con la bancarrota para afrontar el crash del coronavirus. Marcaría el fin de una era para el shale de ese país

Chesapeake Energy encabezó la revolución del shale hace una década. Marcó el inicio de una era de independencia energética para los Estados Unidos. A la vez, encarnó a un período de extravagancias corporativas, a medida que se convirtió en una empresa de u$s 35.000 millones. Ahora, el grupo, endeudado, está al borde de una quiebra que lo convertiría en la mayor víctima de la agitación provocada por el coronavirus.

Sus acciones cayeron un 90% desde enero, llevando su valor de mercado a sólo u$s 130 millones. Sus bonos tienen precios de default. Y un manotazo financiero que hizo en abril aumentó los temores de una insolvencia inminente.

Una presentación del Capítulo 11 es, en el mejor de los casos, "cuestión de semanas, no de meses", dijo un asesor de reestructuración de uno de sus acreedores.

Doug Lawler, CEO desde 2013, luchó durante años para limpiar el balance de la empresa y aligerar una pila de deuda de u$s 23.000 millones, acumulada durante un período de crecimiento explosivo bajo su predecesor, Aubrey McClendon.

"Heredó una empresa que era insostenible", dijo un ex ejecutivo de Chesapeake. Pero la pandemia de coronavirus y el brutal colapso del precio del petróleo aceleraron el descenso. "No hay mucho que un gran CEO pueda hacer contra la caída de las commodities".

Chesapeake se convirtió en la empresa de shale más conocida bajo el carismático McClendon, en cierto punto, el CEO mejor pago de los Estados Unidos, con un paquete anual que rozaba los u$s 100 millones. Murió en un accidente de autos en 2016, un día después de su procesamiento por fraude.

El insaciable apetito de la empresa por la piedra madre de la cual se extraen los hidrocarburos no convencionales la convirtió en el mayor locatario de tierra de los Estados Unidos.

Chesapeake creyó que sólo necesitaba perforar el territorio –lo bautizó "modo cosecha"– para recoger los beneficios. Firmó contratos de largo plazo con socios de gasoductos, pagándoles generosamente la infraestructura.

Su acción subió a medida que los precios del gas natural alcanzaron picos en 2008, a seis veces por encima de su valor actual. Pero la enorme posición de tierra se logró con compromisos de seguir perforando o ceder el acreaje. Los gastos de capital se catapultaron por encima las ganancias en efectivo. La pila de deuda se abultó.

Para el tiempo que los inversores forzaron la salida de McClendon, Chesapeake también estaba agobiada. La venta de activos ayudó a reducir la deuda por debajo de los u$s 11.000 millones para 2018 pero, también, significaron una menor producción, lo que obstaculizó su capacidad de la compañía para generar efectivo pagar intereses y, mucho menos restablecer dividendos, suspendidos en 2015.

Lawler prometió, en 2013, que su empresa generaría suficientes ingresos para cubrir los gastos. No lo logró. "Es difícil generar efectivo cuando se gastan u$s 700 millones al año intereses y u$s 1300 millones en transporte", dijo una fuente que conoce la posición de la firma.

Además, para protegerse de la debilidad del mercado del gas, había hecho una fuerte apuesta por el petróleo. Justo lo opuesto a lo que, en precios, el mercado muestra hoy día.

En este contexto, una quiebra le ofrecería liberarse de las viejas obligaciones que la obstaculizaron. "Entraron en estos acuerdos de transporte a largo plazo muy costosos para sacar el gas de las cuencas", dijo John Kempf, director de Fitch Ratings. "La bancarrota en este caso puede ayudar", agregó.

El proceso de quiebra debería ser relativamente fácil, dicen los asesores. Pero "sentará un precedente para las 50 (otras compañías de shale) que vendrán en los próximos dos años", dijo el asesor de la reestructuración. Lo seguro es que, en cualquier caso, la Chesapeake que emergerá será más pequeña y estará muy lejos del expansivo y revolucionario interruptor de energía creado por McClendon y Wall Street. Es difícil evitar la conclusión de que una era llegará a su fin.

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