¿Es cara o no?

Textiles acusados: la ropa aumenta por encima de la inflación, pero en el sector se defienden y dicen que no son rentables

El sector fabril está bajo la lupa por los aumentos de precios superiores a la inflación y la histórica visión proteccionista atribuida a sus integrantes. Qué argumentan los industriales y los críticos.

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El desacople entre los registros mensuales del Índice de Precios al Consumidor y el aumento en el rubro Indumentaria puso a los textiles en el banquillo de los acusados. Si pudiese montarse la escena del juicio a la ropa, el jurado debería sopesar innumerables variables y citar a declarar a los testigos en esta cadena variopinta y extensa.

Los empresarios textiles tienen el gatillo celoso. No es casual que el mismo día en que el Indec dio a conocer el costo de vida de noviembre, donde el rubro Prendas de Vestir y Calzado arrojó 4,1 por ciento contra 2,5 por ciento del índice general, la Fundación ProTejer, que agrupa a las firmas más relevantes del sector, saliera al cruce con un documento propio que explica las razones de esta parábola ascendente en materia de precios.

"En los últimos meses se vio que el aumento de precios de la indumentaria estuvo por encima del IPC general, entonces nosotros empezamos a estudiar cuáles eran los factores y cuál era el análisis vinculado a esto. Buscando siempre hacer un aporte para entender esta complejidad", destaca Priscila Makari, economista y directora Ejecutiva de la entidad.

A la hora de argumentar, los textiles hacen foco sobre diversas variables en su informe. El documento enfatiza el aumento interanual en dólares de la materia prima, destacándose la suba del 59 por ciento en el algodón; el 26 por ciento en poliéster; 24 por ciento en rayón viscosa; 84 por ciento Spandex y el 70 por ciento en acrílico.

A esto se suma el incremento de precios de los fletes internacionales. ProTejer denuncia entonces que un contenedor pasó de costar US$ 2000 en la etapa prepandemia a US$ 12.000 en la actualidad, lo que se traduce en un aumento del 600 por ciento. Además, el paper contempla el efecto del tipo de cambio y otras dificultades estructurales propias del país.

La querella aquí preguntaría: si muchos de los factores esgrimidos como causas de los aumentos también afectan a otros rubros cuyos precios crecieron por debajo de la inflación, ¿es dable pensar que el sector textil tiene una dinámica inflacionaria propia? ¿Anida en los empresarios una expectativa que los hace remarcar por encima del dato real?

Makari sostiene que "a nivel mundial la inflación en prendas está ocurriendo. Inclusive Estados Unidos tiene hoy niveles récord de inflación y de inflación en prendas. En Brasil también ocurre. Es un fenómeno de efecto mundial. La pandemia generó una parálisis en los países productores de materias primas, sobre todo las sintéticas, que la Argentina no produce. Eso provocó aumento de precios en dólares, que son muy altos. Obviamente es un fenómeno complejo y son varios los factores que influyen".

El parangón con el proceso inflacionario en otros países genera discrepancias. "Hoy si uno viaja a los Estados Unidos, lo único que conviene comprar porque es más barato es la ropa. En esa línea va la explicación de por qué es tan cara la ropa acá", aclara el economista Aldo Abram, director Ejecutivo de Libertad y Progreso.

"Si uno mira el Indec, más o menos debe haber subido la ropa un 62 por ciento hasta octubre, y 52 por ciento el IPC. Con lo cual se nota que subió mucho más. No tiene que ver con la inflación sino con que el rubro se está volviendo cada vez más caro en la Argentina", agrega.

¿Por qué se encareció la ropa? "La verdadera razón es que las restricciones a las importaciones se han incrementado en todo lo que es bienes de consumo, bienes finales. Obviamente que si se abrieran las importaciones, cosa para lo cual no hay dólares, por eso se restringen, seguro que habría una baja de los precios de la ropa. Lo cual tiene que ver con que no todos los sectores textiles en la Argentina son ineficientes, pero tenemos una buena parte del sector que no es competitivo. Si existe ese sector es claramente porque lo han venido protegiendo hasta ahora. Si no lo protegieron por aranceles o restricciones cuantitativas, lo otro que les ha servido es el precio del dólar", argumenta Abram.

Estructura

La construcción del precio de la ropa tiene mil aristas diversas. Cada eslabón de esta larga cadena aporta lo suyo para que al final del proceso las prendas en la vidriera del comercio tengan uno u otro precio. El escenario dista de ser sencillo. Pero urge contarle las costillas para saber de qué se trata.

Aquí es donde entran a jugar los alegatos de la defensa. Claudio Drescher, presidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria, brinda sus razones: "En el costo de una prenda las materias primas son determinantes. Siempre comprenden un porcentaje importante del valor de un producto. En el caso de las marcas y retailers, los que venden al público, siempre en primer lugar está el costo de ocupación que significan los alquileres en general. Ese es uno de los porcentajes más altos".

En la composición del precio de una prenda, vale la figura, Drescher trata de hilar fino. "En el precio de venta al público hay 21 por ciento de IVA, 5 por ciento de Ingresos Brutos, 1,2 por ciento de impuesto al cheque. Esos son impuestos directos a la venta. Una cuarta parte del precio son impuestos. El 27 por ciento de lo que paga cualquiera cuando compra un producto de indumentaria u otro, tiene ese componente".

Luego señala que "aproximadamente el 20 por ciento es el costo de ocupación de un local. Ya la mitad del precio se fue. Después están las tarjetas de crédito. Hoy el mercado tracciona a través de la venta en cuotas. Ahí hay un costo con arancel del 10 por ciento. En total, el 56 por ciento del precio de la prenda entonces se volatilizó, no lo recibe nadie".

"De la otra mitad o menos, hay que poner el costo de las materias primas, el costo laboral y los costos de cualquier empresa en desarrollar una colección, como son el diseño, la moldería, el corte, la costura, la vendedora", continúa.

Con semejante incremento de precios fogoneado por el alza de las materias primas, el costo de los fletes y la estructura impositiva local, cabe preguntarse si es factible calcular la rentabilidad promedio del empresario textil. Si hay margen, aún, para no trasladar a precios todas estas subas que el sector carga sobre sus hombros.

Drescher responde: "Durante cuatro años se fundieron más de 1000 compañías. La renta es el resultante de tener una buena empresa, un buen producto, que lo sepas vender y que la gente te compre. Hay empresarios a los que les va fenómeno y ganan plata. Cuando uno tiene una empresa se puede perder plata, porque hay empresas que se funden, otras que son superexitosas y otras que pululan, ganando a veces y perdiendo en otras. No todos los empresarios se hacen millonarios".

Y agrega: "¿Cuál es la utilidad de las compañías textiles en el mundo? Yo analizo el balance de las compañías y veo que Zara gana el 24 por ciento y otros ganan el 6 por ciento. Es muy difícil establecer la renta empresaria. Acá el 40 por ciento no lo gana nadie".

En la brecha de precios que exhibe el propio sector tiene un peso relevante la locación. Las marcas premium enfrentan el costo de tener que alquilar un local en un shopping, para lo cual se prestan a una pulseada singular, una búsqueda de equilibrio donde el resultado final debería ser la vieja ecuación win-win.

El precio de un local en un shopping es muy variable y no depende de los parámetros considerados comunes a la hora de alquilar en otra parte de la ciudad. Quienes deseen estar en las entrañas del consumo de alto nivel deberán abonar no solo el alquiler sino también expensas y gastos de promoción varios.

"No todos los sectores textiles son ineficientes, pero hay una buena parte que no es competitivo y existe porque lo protegen". Aldo Abram, Libertad y Progreso

Las marcas de alto perfil juegan este partido a su manera, hacen valer su nombre. Se las considera marcas "ancla", es decir que son sellos que el shopping no puede dejar de tener en sus vidrieras. "Entonces se sientan a negociar de otra manera", cuenta un experto del sector inmobiliario.

Según remarca Drescher, fundador de la marca Caro Cuore, desarrollador de Vitamina y Jazmin Chebar, "el sistema de shoppings es de porcentual sobre las ventas. Puede haber un tipo que pague $1 millón y otro que pague 400.000 al lado. Es un 7 por ciento sobre la venta bruta".

Claro que existen otras bocas de venta de indumentaria. La demanda se encuentra con una oferta variable que se amolda a la capacidad de compra del cliente. Es un fenómeno que ocurre en todo el país y que en la Ciudad de Buenos Aires tiene un foco de relevancia en los locales y veredas de la avenida Avellaneda.

En el cruce de Avellaneda y Nazca, por un local de 70 metros cuadrados, dos ambientes y 1 baño se pide un alquiler de $ 390.000. Una superficie de 30x30 en tres plantas cuesta $ 200.000 mensuales, y una de 215 metros cuadrados, $ 180.000. A esto hay que agregarle algunas condiciones extra como el depósito anticipado.

El azote de la pandemia provocó la proliferación de los canales de venta online, una vía complementaria que podría ser de utilidad para morigerar los precios dado que muchos de los vendedores no tienen local a la calle ni empleados registrados.

Gabriel Przybyiski es el creador de la plataforma "Avellaneda a un toque", un instrumento que hace las veces de puente virtual entre vendedor y el comprador. Está convencido de que el desarrollo tecnológico y la competencia sirven para domesticar los precios. "La mejora en la competitividad contribuye a mantener los precios bajos. Ese es nuestro granito de arena. Los vendedores usan la aplicación para hacer estudios de mercado, comparan y regulan sus precios de acuerdo a la competencia. La aplicación valida la existencia del comercio y reduce el riesgo de estafa online", sostiene.

¿Caro o barato?

A esta altura del proceso del juicio a la ropa los consumidores han de preguntarse si, al fin de cuentas, están pagando caro o barato las prendas que compran.

"El que dice que es caro no sabe lo que son los precios del mundo -enfatiza Drescher-. Un jean de marca Levi´s, si es nuevo, de moda, está a US$ 150. Si es un jean básico vale US$ 50. En el costo de hacer un jean no todas las telas son iguales. Puede tener una cuota de algodón más alta, con lo cual lo hace más caro, o más de poliéster, que lo hace más barato. Hay un abanico de precios en la moda en el mundo".

El 56 por ciento del precio de la ropa son impuestos y costos financieros, dicen fabricantes.

"Un jean en la Argentina hoy no es caro. ¿Cómo se comparan los precios en el mundo? En dólares. En la calle Avellaneda un jean puede costar $ 1500 o $ 2000 y en un shopping cuesta $ 7000. Es tres veces más, por diseño, moda, porque está más en blanco, paga más impuestos. Lo que pasa entones es que la gente no tiene un mango. No es que el precio internacional de la ropa en la Argentina sea alto. De ninguna manera", subraya.

Drescher agrega que "el tema pasa por lo salarial. ¿Cuánto gana una persona en España? Tal vez 1400 euros. Ahí está la diferencia. El problema no está en el costo. A nivel internacional el costo de las prendas en la Argentina está muy bien, diría que es barato. El tema es que tenemos un 40 por ciento de pobres, que los salarios están atrasados y la gente está golpeada económicamente".

Es una mirada que los textiles, de manera original, han introducido en el análisis de la suba de precios: el problema no serían los incrementos sino los bajos salarios. "Hicimos el ejercicio con un jean de la misma marca y el mismo modelo, en la página online de la Argentina y sin promociones sale US$ 56. El mismo producto en Nueva York sale US$ 70", plantea Makari, de ProTejer.

La economista también apunta a ciertas fallas en el mecanismo de la medición de precios, un esquema antiguo que, además, dejaría expuestos a los textiles. Por lo pronto, remarca que la estructura de ponderadores utiliza la Encuesta Nacional de Gastos de los hogares del año 2004. "El IPC mide categorías que son Servicios, Bienes, y Bienes y Servicios. Que sean solo Bienes hay tres: Alimentos y Bebidas, Bebidas Alcohólicas y Prendas de Vestir y Calzado -explica-. El resto son servicios o bienes y servicios. Cuando nosotros vemos qué pasó con estas dos, advertimos que los bienes aumentaron mucho más que los servicios, naturalmente porque estos tienen precios regulados. Esas categorías híbridas nos dificultan ver cuánto aumentaron en realidad los bienes similares a las prendas de vestir".

Y agrega: "Por ejemplo, adentro de la categoría Transporte está un auto y el precio del colectivo. El precio del colectivo está regulado y tira para abajo el promedio, con lo cual no podemos ver cuánto aumentó un auto. Si pudiéramos verlo, advertiríamos que bienes de fuerte peso en el mercado interno y con componentes importados seguramente deben haber aumentado igual que los textiles".

¿Oligopolio?

En el primer eslabón de la cadena están las materias primas, que aumentaron de manera notable. La mayoría de ellas, salvo el algodón, no se fabrican en la Argentina. Pero más allá de esto, otro inconveniente estaría dado en que una vez que traspasan las fronteras solo un puñado de empresas se convierte en proveedores del resto. Aparece entonces el fantasma del oligopolio.

"No es que el precio internacional de la ropa en la Argentina sea alto. Lo que pasa es que la gente no tiene un mango". Claudio Drescher, Cámara de la Indumentaria

"En cuanto a precios, en la Argentina la ropa siempre es cara. Cuando se compara, por más que defienda el sector, en el país la ropa es cara. Por innumerables variables. En el país hay un monopolio de las materias primas", denuncia Ernesto Del Burgo, presidente de la Cámara Argentina de Innovación Textil y Afines.

"La materia prima es fundamental y hoy no hay materia prima. Ya no hay precios, es lo que vos quieras. Está manejada por muy pocas manos que hacen lo que quieren y de repente manejan quién va a fabricar y quién no. Y de alguna manera controlan qué entra y qué no a la Argentina en lo que es materias primas. Está más protegida la materia prima que los productos finales. Es más fácil traer ropa terminada que materia prima, esa es la realidad", insiste.

Y añade: "El industrial en la Argentina no puede hablar porque tiene miedo. No puede decir que no hay materia prima porque te llaman por teléfono a la noche y te dicen: no hables más".

Al combo de suba de precios hay que agregarle también un punto clave: la carga impositiva, sobre todo en el aspecto laboral. Abram analiza el impacto tributario: "En los sectores más ineficientes es donde más duele. Si se planta soja, el nivel de eficiencia que tiene el agro es tan grande que hoy debe estar recibiendo no más del 35 por ciento del valor de lo que produce, y siguen ganando plata. Son tan eficientes que pueden absorber esta presión tributaria fenomenal. Para un empresario con márgenes pequeños, la presión tributaria hace más estragos", aclara.

Si hay algo en que los textiles demuestran tener la piel sensible es en la apertura de las importaciones. ¿Sería esa una solución para aplacar los precios? Del Burgo explica que "el problema es el dólar a $ 100, no el dólar a $ 200 para la importación. Hoy la Argentina subsidia la importación. Hoy el tipo que puede importar es Gardel".

"El producto terminado es más fácil de importar porque tiene mil caminos para llegar al país. La materia prima, en cambio, está concentrada en un puñado de tipos que son muy inteligentes, brillantes, y manejan el mercado. Uno va por la calle y ve las medias chinas. ¿Cómo llegan ahí? Si están en la calle pero no hay importación, ¿cómo es que están? ¿Cómo aparecen? No importa lo que dice el cuadrito oficial sino lo que pasa en la calle. Y la calle lo que está diciendo es que el producto extranjero está".

Makari coincide: "Nosotros tenemos estimado que hoy de todo lo que es el consumo nacional de la cadena, un 60 por ciento es importado. Un máximo en los últimos 6 años". El sector textil genera 300.000 puestos de trabajo directos en todo el país y, según la economista, se calcula un efecto multiplicador de 2,5 puestos en otros sectores. Hay provincias en las cuales representa el 25 por ciento del empleo total industrial.

La mirada de la economía ortodoxa, sin embargo, puede tener otros matices. "La realidad es que no vale la pena empobrecer al resto de los argentinos para mantener esto. La pérdida del nivel de bienestar no lo justifica -concluye Abram-. Claramente lo que uno podría ahorrar comprando las prendas importadas podríamos gastarlo en otras cosas que a su vez también generarían empleo. Si la gente pudiera comprar ropa más barata, entonces podría redireccionar su gasto y, por ejemplo, salir a comer afuera. Todas las cosas que podemos imaginar que podríamos hacer si tuviéramos más ingresos, seguro es trabajo intensivo. Se generaría mucho empleo".

La versión original de esta nota se publicó en el número 337 de revista Apertura.

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