Es uno de los pocos negocios que ganó con el cierre a las importaciones y hoy está mejor que nunca
La Feria de Editores, que tuvo lugar los primeros días de agosto, es la cara visible de un fenómeno bien argentino: el de los libros. En la ciudad con más librerías por habitante, el circuito off está cada vez más cerca de convertirse en mainstream.
"Hay otra canción" es una de las canciones del álbum La, la, la, que realizaron juntos Fito Páez con Luis Alberto Spinetta. Es, de hecho, el único tema que firmaron en coautoría. Dice algo como Hay otra canción, sin dirección / Una señal, en la oscuridad /Significados de algún lugar / Hacen que todo en mi vida se olvide. Hay, entonces, canciones que no se parecen a la mayoría de las otras, y lo mismo sucede con los libros. Hay otros libros, esos que no llegan tan fácil, pero que están ahí, esperando a sus lectores.
Claro, donde hay un nicho, hay una oportunidad: en una ciudad con la mayor cantidad de librerías por habitantes de todo el mundo (25 cada 100.000, según un informe de la Consultora BOP), de seguro hay consumidores en la búsqueda de libros que salgan de lo que pueden conseguir en las grandes superficies de ventas. Con este hecho en mente nació la Feria de Editores (FED), que reúne a editoriales del circuito off del libro local con sus lectores potenciales, y vio la luz por primera vez en 2013.
Fue organizada por los socios fundadores de Ediciones Godot, Víctor Malumián y Hernán López Winne, con tan solo 15 sellos en el patio de la radio cooperativa porteña La Tribu. La idea era generar un espacio donde las pequeñas editoriales pudieran hablar de forma directa con las lectoras y los lectores, recibir feedback de primera mano, generar una comunidad de lectoras y lectores.
Año tras año, creció en cantidad de editoriales, público y repercusión en la prensa, y ya en 2018 se realizó en el Centro Cultural Konex, lo que se repitió en 2019. En plena pandemia, el encuentro fue virtual pero igual de multitudinario. Y en 2021 volvió la presencialidad y se hizo al aire libre, en el Parque de la Estación, cerca de la estación Once.
La FED, como se la conoce, este año celebró su undécima edición: entre el 5 y 7 de agosto desfilaron 18.000 personas por los stands de los 280 sellos editoriales tanto argentinos como de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Uruguay y España que llenaron el Complejo C Art Media (avenida Corrientes 6271, CABA).
Entre las editoriales nacionales se destacan: Ediciones Godot, Sigilo, Ampersand, Entropía, Gourmet Musical, Eterna Cadencia, Limonero, Mardulce, Pequeño Editor, Libros del Zorro Rojo, Calibroscopio, Blatt & Ríos, El cuenco de plata, Alto Pogo, Corregidor, Marea, Años Luz, Gog & Magog, Siglo XXI, Común, Caja Negra, Conejos, Chai, entre otras.
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Por momentos, la fila de personas esperando pacientemente para entrar superó las tres cuadras. Una segunda feria del libro, pero de editoriales PyMEs. Incluso las más conocidas, como Eterna Cadencia, propiedad de Pablo Braun, que un día decidió dejar el negocio familiar del supermercadismo para dedicarse a los libros, con éxito, no deja de ser una empresa mediana: suma editorial y varias librerías, no todas en la Argentina; y lo mismo puede decirse de Siglo XXI o Corregidor, dos de las históricas.
"Logramos agrupar una comunidad de lectores de narrativas nuevas, mucho más curiosos por conocer nuevos autores a través de la curación de contenido y de editoriales de nicho, que solo publican narrativa coreana contemporánea, o libros de cine, de música o de deportes", cuenta Malumián, que además agrega que la edición virtual y pandémica la armaron por presión del público.
Este año pasaron 18.000 personas por la Feria de Editores, que reunió a 280 editoriales, tanto de la Argentina como de países como Chile, Colombia y España, entre otros.
Además del aumento del trabajo que significa para las editoriales, la FED supone ya -como la Feria del Libro- una presión (de las buenas) sobre las imprentas locales, que tienen una segunda fecha pico en el año, en lo que a libros se refiere.
Sí, hay una bonanza en el sector editorial argentino, pero no todo es color de rosa: solía haber muchas más editoriales independientes que fueron absorbidas por los grandes grupos en los años 90 y los 2000. Hoy son todas PyMEs que logran vivir de su trabajo (en su gran mayoría, al menos), pero que la cuestión es día a día. "No llegamos a tener un campo totalmente saludable", señala otra fuente también en off, dado que es un segmento chico en el que se conocen todos.
Un buen ejemplo de lo expresado es la editorial La Parte Maldita, que comenzó su andadura allá por 2010, tímidamente, pero que se terminó de consolidar como una empresa recién en 2019. En la actualidad -cuenta Santiago Kahn, cofundador de la editorial-, trabajan de forma fija (pero no todos full time) alrededor de siete personas y sacan entre seis y ocho novedades al año, y otro tanto de reimpresiones. Uno de sus libros con más salida es Crónicas africanas, de Fernando Duclos, más conocido en las redes como @periodistan.
La misma cantidad de novedades, entre seis y ocho, tiene Limonero, un sello especializado en libros infantiles. Luciana Kirschenbaum, su cofundadora, cuenta que producen libros que les gusten a los adultos y adultas y que quieren que funcionen como una manera de transmitir literatura a niños y niñas con libros de buena calidad tanto material como literaria, sumando ilustradores interesantes.
Sobre la FED, Kahn remarca el crecimiento del evento, que este año incluyó jornadas profesionales y un día enfocado en las librerías. "Es una feria muy intensa, con pocos días y mucha venta, distinta en ese sentido a la Feria del Libro", dice. "El público que viene a la FED es muy comprador, muy lector", agrega.
"La FED te permite tener un contacto directo entre lector y editorial", sostiene, por su parte, Kirschenbaum. "En otras ferias del libro, es más un paseo, mientras que a la FED vienen a comprar libros, esto para los editores es una gran oportunidad: lectores interesados en búsqueda de buena literatura", agrega.
Este año, en cualquier caso, también la popular Feria del Libro mostró números históricos: 1,34 millones de personas convirtieron a la edición 2022 en la más concurrida de la historia, y esto tuvo un correlato en las ventas, que según la Cámara Argentina del Libro, crecieron 61 por ciento en promedio. Lo mismo pudo verse durante los tres días de la FED. Los motivos, variados: dos años de encierro, consumo reprimido, y una inflación que hace que la plata "queme" en las manos.
Siempre en crisis
Son dos caras de la misma moneda. La misma economía que pone trabas a la importación, y permite el crecimiento de las editoriales nacionales, es la que le complica la existencia por la falta de dólares. A esto hay que sumarle un fenómeno global, la escasez de papel, que en la Argentina toma un cariz especial porque los productores de papel son pocos y, lo que es peor, no fabrican todos los tipos de papel; esto provoca que haya que importar papel y entonces aparecen las trabas que benefician a la industria local por un lado, pero la perjudica por otro.
De hecho, Limonero se ve en la necesidad de llevar parte de su producción a China justamente por esta búsqueda de un papel especial; algo similar ocurre con la pata infantil de Adriana Hidalgo, el sello Pípala, por señalar otro caso, y hay varios así.
"La situación económica general es brava y no te permite prever, cuando voy a reimprimir, los costos volvieron a subir. Siempre estás corriendo la coneja", apunta Kahn, que agrega que las editoriales más chicas crecieron mucho en el último tiempo, pero este fenómeno no se replicó de igual manera en aquellas más grandes. Todas las fuentes consultadas, en cualquier caso, están de acuerdo: la industria volvió a tener los números previos a la apertura irrestricta de la importación de libros de 2016.
"Justo ahora estamos tranquilos, pero este año pasamos momentos complicados", dice una persona que trabaja en una de las imprentas que abastecen al circuito off de libros. Se refiere a los primeros meses del año, cuando no sabían de dónde iban a sacar el papel. En el presente, los faltantes están en cierto tipo de papel, el blanco de gramaje pesado y el ilustración, lo que provoca que haya libros parados desde hace meses.
Nuevamente, las dos caras de la moneda: en uno de los lados, el ministerio de Educación nacional realizó una compra grande de libros de texto, cuenta esta fuente; en el otro, la falta de papel complica la producción. De hecho, y a modo de fotografía fija que da cuenta del desbarajuste permanente, hay que contar que tras la renuncia de Martín Guzmán, durante 10 días el papel no tuvo precio de referencia.
Todas las fuentes consultadas están de acuerdo: la industria volvió a tener los números previos a la apertura irrestricta de la importación de libros de 2016.
Y se da otro fenómeno que es bueno para la industria local: las editoriales extranjeras tienen que realizar impresión local para llegar al mercado argentino -para citar un caso en el que así sucede, pero que está lejos de ser el único: Impedimenta, una editorial española fundada en 2007 y con un catálogo muy cuidado-.
Al revés también sucede: ya hay editoriales argentinas que, para llevar sus títulos al exterior, imprimen directamente en los países donde quieren llegar; los destinos más comunes son España y Chile.
La canción que da título a esta nota cierra con palabras certeras: Hay que saber qué pasa / qué es lo que realmente pasa. Al final, de eso se trata, de saber que es lo que pasa alrededor nuestro, de tener un dedo en el pulso de la vida cultural del tiempo en que vivimos. Tal como me dijo una de las fuentes entrevistadas: "El argentino recorta otros gastos antes que dejar de comprar libros". Por suerte, además de haber otros libros, hay muchos libros para satisfacer esa demanda.
La versión original de esta nota se publicó en el número 344 de revista Apertura.
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