Llegó para liderar el crecimiento; se va después de resistir una expropiación
El grupo italiano Enel eligió a Nicola Melchiotti, su CEO local, para una nueva posición global. El ejecutivo había llegado a mediados de 2018 para acelerar la inversión de Edesur, su principal activo en la Argentina. Trotamundos, deja el país que, tal vez, más lo haya puesto a prueba.
Italiano, de Lovere, localidad de algo más de 5300 habitantes en los Alpes italianos. En el mapa, un punto en la provincia de Bérgamo, Lombardía. "Siempre tuve ganas de descubrir el mundo", contó Nicola Melchiotti (43) ni bien llegó a Buenos Aires, hace algo menos de tres años. Fue la escala más reciente de una aventura que inició en su pueblo, a orillas del Lago Iseo.
Fanático de las computadoras, trabajó desde los 15 años como programador. Gracias a un programa de intercambio, estudió ingeniería en Sistemas en la Escuela Superior de Electricidad de Francia. Tiempo después, hizo su MBA en Harvard. McKinsey fue su pasaporte para ser ciudadano del mundo. Hizo consultoría para empresas de gas y energía. También, banca privada para "grandes clientes ricos", como alguna vez los definió.
"La Firma" -como se reconoce a McKinsey en el mundo corporativo- lo depositó en las salas de embarque hacia el Norte de África. También, a Suiza, donde trabajó en temas de eficiencia para una planta de Enel. Un punto de inflexión en su carrera. Saltó al grupo energético italiano pero no para volver a su país. Al contrario. "Me dio la oportunidad de aprovechar mi experiencia internacional y trabajar para una empresa europea en el resto del mundo", confesó.
Era 2007. Su primera misión: asistente ejecutivo de la presidencia de Enel para América latina. Con base teórica en Costa Rica. Pero, en los hechos, arriba de un avión: recorría las operaciones en el lanzamiento del grupo en la región; en particular, su negocio de renovables.
Al final de la década, se mudó a México. Había sido promovido a country manager. Fue por un año. Estuvo ocho, con creciente responsabilidad sobre todos los mercados centroamericanos. "Entré con seis personas, una oficina recién abierta y tres plantas. Teníamos 50 megas de capacidad. Me fui con 2000 megavatios, 500 personas e integrando centrales de generación", definió esa electrizante experiencia, en la que ganó proyectos de inversión por u$s 2000 millones.
El éxito tuvo premio. También, responsabilidad. Volvió a Europa. Desembarcó en Bruselas. Como responsable de Asuntos Públicos y Regulación, fue el hombre de Enel en la Comisión de Reforma Energética del Parlamento Europeo. No fue una estadía prolongada. De un día para el otro, le pasaron su siguiente destino: Buenos Aires. Había sido designado country manager de Enel Argentina. Le sugirieron que embarcara rápido.
Del tarifazo al congelamiento
Melchiotti llegó al país a fines de julio de 2018. Formalmente, tomó posesión de su oficina en la sede de calle Alsina el 1º de agosto. No era que la situación fuera apremiante. Pero había que recuperar tiempo perdido y lo más rápido posible. En este caso, una década y media de desinversión, cuyo pecado capital fueron la pesificación y el congelamiento tarifario posteriores a la crisis de 2001.
El nuevo gobierno -el de Mauricio Macri- hizo de la recomposición tarifaria su credo y, dos años antes, acordó con las prestadoras de servicios públicos una revisión tarifaria integral (RTI) atada a objetivos de calidad de servicio. Lo que, para una red como la de Edesur -el principal activo de Enel en el país-, no significaba otra cosa más que inversión.
"Teníamos que recuperar 10 años en dos o tres. Ese era mi desafío. Y era atractivo", evocaba Melchiotti, quien buscó casa dentro de la zona de concesión de su empresa. Su expertise, además, aplicaba para que Enel también surfeara la ola verde que se promovía desde el Ejecutivo: las energías renovables.
Pero, ni bien asumió, el escenario había cambiado. La economía argentina aceleraba la dinámica de su descalabro. Sumada a esa inestabilidad financiera, hacía apenas días que se había renunciado a Juan José Aranguren, apóstol mártir de la política tarifaria, y su ministerio, Energía, fue degradado a Secretaría.
En comparaciones internas del grupo, la red de Edesur estaba 10 años atrasada con la de ciudades como Santiago de Chile, Río de Janeiro, San Pablo, Bogotá y Lima. Después de más de una década de alternar abultadas pérdidas con oportunas recuperaciones contables -delgada línea roja que mantuvo la concesión-, la recomposición tarifaria insufló vitalidad financiera. Entre 2016 y 2019, Edesur acumuló resultados positivos por más de $ 17.600 millones. "Lo que los balances no dicen es que eso significa que, por primera vez, la empresa no estuvo en bancarrota. Que se quedó con algo. Y que reinvertimos ese algo (y más)", relativizaba el nuevo CEO.
Desde la RTI, Edesur desembolsó u$s 720 millones. A las reinversión de utilidades, sumó u$s 100 millones de inyección de capital de Enel. Según la empresa, para 2018, ya había logrado recuperar siete años de deterioro, con un fuerte avance en materia de digitalización.
Una de las primeras cosas que le sorprendió a Melchiotti de la Argentina fue el enorme gap que existía entre las expectativas -y exigencias- de la sociedad con el nivel de atraso técnico del servicio. "Tenemos una base fenomenal de clientes, 2,5 millones de personas, que exigen una prestación estelar por lo que pagan. Pero, al mismo tiempo, la red eléctrica es de los '90. Estuvo bajo presión durante una década y está en condiciones que no son tan buenas", explicaba. Tampoco esperaba que el sector tuviera una estructura regulativa, en su opinión, "tan arcaica", al que veía como "muy cerrado y poco sofisticado", incluso, comparado con otros mercados eléctricos latinoamericanos.
Pero esas no serían las únicas sorpresas que le daría la Argentina. En 2019, uno de los últimos manotazos del Gobierno de Macri para ilusionarse con la reelección fue la suspensión de la segunda revisión anual de tarifas, que debía hacerse en octubre, el mes de las elecciones presidenciales. Se congelaron los valores a la revisión anterior, hecha en febrero. El Ejecutivo, además, definió una compensación para las distribuidoras -Edenor y Edesur- pagaderas a partir del 1º de enero de 2020.
Alberto Fernández, nuevo inquilino de la Quinta de Olivos, mantuvo el congelamiento e ignoró esa compensación. Como consecuencia, el año pasado, Edesur perdió $ 6065 millones. Había ganado $ 17.262 millones en 2019. Las inversiones cayeron 37%, a $ 9487 millones. La empresa acumuló deudas con Cammesa, la administradora del mercado mayorista eléctrico. Esa deuda, actualmente, es de $ 20.800 millones.
"En un año de pandemia y deterioro tarifario, Edesur ha garantizado un servicio esencial, ha aportado a las cajas del Estado más de $ 16.000 millones en impuestos y recaudación fiscal y, además, sostuvo más de 6000 empleos. Seguimos contribuyendo al buen funcionamiento del sistema eléctrico argentino", declaró Melchiotti, en el comunicado de los resultados, que atribuyó el rojo "al congelamiento tarifario que lleva más de dos años".
Más que un informe, un descargo. Y no sólo por el mal momento financiero de la distribuidora.
Alta tensión
Viernes 24 de julio de 2021, pasadas las 19. Ocaso de una semana de altísima tensión. Melchiotti, escoltado por el gerente general de Edesur, Juan Carlos Blanco, cruzó el acceso de la calle Villate, umbral de rigor para todo concurrente a una audiencia -al menos, una oficial- en la Quinta de Olivos.
Los ejecutivos pidieron la reunión. Por esos días, Edesur estaba en el blanco de un grupo de intendentes del conurbano, enfurecidos por cortes de electricidad que, en pleno invierno de pandemia, hubo en sus municipios. Una ofensiva a la que no dudaron en sumarse algunas facciones de la coalición gobernante. En especial, La Cámpora, que proclamaba que "La luz es un derecho" y no dudaba en relacionar a Enel con el Gobierno de Macri, llegando -en algún caso- a atribuirle al ex presidente y a su hermano del alma, Nicolás Caputo, algún interés accionario en el grupo italiano. Con la herida de Vicentin fresca, todavía sangrando, veían en Edesur una presa para saciar su apetito de expropiación.
Bajo, esmirriado, de cabellera negra y un rostro juvenil que intenta matizar con una barba candado, Melchiotti no se reconoce como impetuoso. Más bien, como alguien de personalidad habitualmente serena. Con ese aplomo, no dudó en preguntarle a su anfitrión: "Presidente... ¿Quieren estatizarnos?".
"Mi Gobierno no tiene vocación de eso", le contestó Alberto. "Además, si uno expropia, lo hace con una empresa que tiene dinero. No estatiza una con problemas", remató, con el gesto -y el tono- con el que el Presidente suele redoblar sus apuestas.
Agregó que era vocación de su gobierno desconocer la RTI de Macri.
Melchiotti no se fue de Olivos nerviosho. Al contrario. Volvió a su casa con la confirmación de que el Gobierno actual no priorizaba tanto la seguridad jurídica como la necesidad y la conveniencia política. "El único contrato que guía mi negocio es la RTI. Y el Presidente me acaba de decir que la seguridad jurídica no cuenta y él no se compromete a respetar esas reglas", pensó. "Para este gobierno, el contrato que tengo no vale nada. Eso está clarísimo", seguía trabajando su cabeza.
"Pusimos mucho. Ahora, de sorpresa, volvimos a 2013. Eso decepciona", concluyó. Sabiendo, sobre todo, cómo se digeriría la noticia en casa matriz.
La mitad medio llena del vaso era que no habría expropiación. Y no porque haya creído las palabras Alberto. "Cada país quiere convencerme de que es especial", se dijo. Sostiene que, en términos generales, la Argentina no es un lugar demasiado distinto a otros de los que conoció. Después de su cumbre con el Presidente, lo que menos le preocupó fue una estatización. A fin de cuentas, un Estado tiene todos los instrumentos legales para ejecutarla, razonó.
En ese punto, el tiempo le dio la razón: la ofensiva sobre Edesur se descomprimió y la campaña pro-estatización se diluyó; de vertiginosa viralización en redes, no tuvo long tail. Los problemas, ahora, eran otros: el apremio financiero de corto plazo y la enorme nube de incertidumbre que difuminaba el horizonte de largo.
nueva luz
El comunicado tiene fecha del 22 de abril. "Cambios en la cúpula de Enel Argentina", su encabezado. "Desde Enel Argentina, nos complace informarles que nuestro country manager, Nicola Melchiotti, fue nombrado responsable global de una nueva dirección que se crea en el grupo, Global Customar Operation", anuncia. "Su excelente trabajo en la Argentina durante los últimos tres años, en materia de digitalización y análisis de datos, le abrió las puertas a este nuevo desafío en el holding", resalta.
Tras reseñar su carrera, el comunicado señala que su función en la Argentina será ocupado, de forma interina, por Maurizio Bezzecheri, director general de América latina y a quien Melchiotti había sucedido como country manager en el país.
Bezzechieri es licenciado "cum laude" en Ingeniería Química. Desempeñó cargos ejecutivos en distintas multinacionales, en destinos como Europa, América, Oriente Medio y el Sudeste asiático.
"Mis años como country manager en la Argentina han sido de enorme aprendizaje. Estoy convencido de que la compañía es, hoy, lo suficientemente resiliente, ágil y digital como para enfrentar un futuro desafiante", se despidió del país Melchiotti, el niño prodigio de Enel que aterrizó en Ezeiza convencido de que, en toda cultura, sólo hay dos tipos de personas: los competentes y los incompetentes. Tal vez, haya encontrado el lugar que se convirtió en la mayor prueba de fuego para esa creencia.
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Llegó, dolarizaron los precios, se llenó de plata, se fue... buen negocio.. que la cuenten como quieran