Agro

Arvejas, porotos y garbanzos: los nuevos productos que podrían sumar millones de exportaciones

El potencial de las legumbres genera expectativas en los productores argentinos. Con la consolidación de nuevos hábitos alimentarios que desplazan la carne, hay cada vez más oportunidades de aumentar las ventas al exterior.

Una creciente demanda interna y externa, impulsada por nuevos hábitos alimentarios basados en la sustitución de proteínas de la carne, hacen de las legumbres un sinónimo de oportunidad para la Argentina.

Los mercados importadores requieren de grandes volúmenes de abastecimiento, por lo que el desafío nacional es promover la producción, a través de incentivos y de desarrollo de nuevas semillas que mejoren los rendimientos por hectárea de las explotaciones y permitan extender el área de siembra, y ayuden a resistir amenazas de todo tipo, incluidas enfermedades propias de cada cultivo. Sucede que, así como hay grandes compradores, también hay fuertes competidores.

"Un ejemplo para tener una perspectiva: la Argentina este año terminará exportando aproximadamente unas 70.000 toneladas de arvejas entre verde y amarilla. Si nosotros fuéramos capaces de capturar el 10 por ciento de la participación de Canadá en las ventas a China, estaríamos exportando 280.000 toneladas; o sea, estaríamos multiplicando por cuatro el volumen actual de exportación. El desafío es llegar a ese volumen". Así lo grafica el asesor Adrián Poletti, de Incrementar Consultoría Agropecuaria.

Los volúmenes de producción dentro del grupo de las legumbres secas no son homogéneos: en el caso de los porotos, asciende a unas 300.000 toneladas, sumando distintas variedades; le siguen los garbanzos (unas 130.000 toneladas); arvejas (100.000 toneladas) y lentejas, con entre 40.000 y 50.000 toneladas.

"La Argentina tiene potencial muy grande en porotos. Tenemos tecnología, superficie, comercialización, o sea, todo a favor para crecer. La producción de garbanzos acompaña el crecimiento de la demanda, el Covid le pegó muy fuerte y además viene de una gran cosecha en 2018 a nivel global, que deprimió los precios y mantuvo altos los stocks", describe Poletti. Cabe tener en cuenta que, a nivel mundial, entre 2018 y 2020 el comercio global de garbanzos fue de aproximadamente 2,1 millones de toneladas, lejos de las 170 millones de toneladas de maíz, las 165 millones de soja o los 190 millones de trigo, tres cultivos claves en la agricultura extensiva argentina, según destaca el Ieral, de la Fundación Mediterránea.

"En el caso de la arveja, no solo hay que mirar el rendimiento por hectárea, sino el nivel de producción de proteína. No es lo mismo una arveja que produce un 22 por ciento de proteína, que una que produce el 28 por ciento". Poletti destaca el potencial que tiene el país en este cultivo. "En 2020, China importó casi 2,8 millones de toneladas de arvejas desde Canadá. Para China, Canadá significa el 90 por ciento de abastecimiento y tiene que diversificar orígenes. Argentina tiene los tratados fitosanitarios aprobados y listos como para que el volumen se incremente", explica.

Respecto de las lentejas, el trabajo que requiere mejorar los resultados es grande. "Ahí está todo para hacer. Es un cultivo que hay que reformular, hay que arrancar de cero prácticamente, no tenemos genética introducida y la cantidad que se produce no es suficiente para abastecer la demanda interna", lamenta el consultor. Y agrega: "La verdad es que es una picardía que la Argentina no participe en esa especie cuando tiene potencial para hacerlo sin ningún problema".

Ventajas comparativas

Canadá, como principal abastecedor del apetecible mercado chino, no deja de ser un caso de estudio para la Argentina, que exhibe una ventaja natural en relación con el gigante norteamericano. "Allí la arveja es un cultivo estival, porque en invierno tienen un metro y medio de nieve. En la Argentina, tanto las arvejas, como las lentejas, son cultivos de invierno-primavera, por lo que se pueden producir sin resignar área a otros cultivos, como por ejemplo soja o maíz, ya que se pueden hacer los dos cultivos el mismo año, en distintas temporadas", destaca Gabriel Prieto, del INTA Arroyo Seco.

Actualmente, la Argentina exporta el 35 por ciento de su producción de arvejas a Brasil, al tiempo que el resto de lo que vende al exterior está distribuido entre los países asiáticos y africanos y, en menos proporción, a Europa. En Brasil, se destina principalmente a la industrialización, a través de un proceso de rehidratación para su posterior envasado en cajas, latas o frascos.

Pero la mira, también, está puesta en China, que produce en grandes cantidades, pero demanda al mismo tiempo cada vez más. "Si China hoy decidiera importar solo de la Argentina, no habría capacidad de satisfacer esa demanda por dos o tres años porque no llegaríamos a esa producción. Se siembra relativamente poco comparado con otros cultivos de invierno, como trigo o como cebada", ilustra Prieto.

Así como exhibe ventajas, el país tiene desventajas que ralentizan la expansión del sector. "Los costos argentinos de procesado, flete y transporte transnacional son muy altos. También hay que lograr mejor calidad a través de variedades más modernas, tenemos variedades que tienen más de 20 años de antigüedad, la implementación de una ley de semillas ayudaría muchísimo", advierte el especialista. "También nos posicionaría mejor y bajaría los costos la posibilidad de exportar en bodega y no en contenedores; o a granel en contenedores y no en bolsas", añade.

Para José D'Aloisio, graduado de la Maestría en Agronegocios de la Universidad Austral y especialista en comercio exterior, "la Argentina está aprovechando la oportunidad y está trabajando para ser uno de los proveedores más importantes a nivel internacional". Destaca que la demanda está orientada "al mercado de proteínas", por lo que coincide con Poletti en que su calidad es fundamental para ese consumidor. "Es más cara la extracción de la proteína, es decir, generar el aislado proteico, pero se apunta a eso", suma.

Vender a un líder

El año pasado, en plena pandemia, la empresa cordobesa Desarrollos Agropecuarios del Sur (Dassa), de Gustavo Siciliano y Pablo Martínez, concretó un envío de garbanzos nada menos que a la líder de las legumbres, Canadá; la cual, precisamente por ser un jugador clave en el mercado, es exigente.

"Fueron varios meses de trabajo para esa exportación. Vender a uno de los principales jugadores fue un logro y una satisfacción", se enorgullece Siciliano. A la hora de determinar la posición del país no duda en señalar la falta de incorporación de genética, para incorporar -por caso- semillas resistentes a la denominada "rabia del garbanzo", una enfermedad complicada que afecta al cultivo. Con mejores variedades, podría extenderse el área de explotación en el país, que hoy se concentra en el centro-norte de Córdoba y en el NOA, dejando afuera a la zona núcleo y a la provincia de Buenos Aires, por caso.

Otro estímulo para la producción depende de una variable externa: el precio internacional, que hoy ronda los US$ 500 la tonelada cuando había superado la barrera de los US$ 1000 la tonelada en 2017.

Hay otra variable todavía no controlada por la humanidad: el tiempo, que el año pasado no fue favorable para el cultivo en la provincia mediterránea. Según la Bolsa de Cereales de Córdoba, respecto del garbanzo, "de las 17.800 hectáreas sembradas en la campaña 2020/21, el 18 por ciento se perdió debido a la sequía y a problemas sanitarios". "Con un rendimiento de 13,6 q/ha se espera una producción final de 19.800 toneladas", añade el trabajo. "Durante los meses de agosto, septiembre y octubre las lluvias fueron menores al promedio histórico en más del 50 por ciento, lo que se tradujo en una disminución en los rendimientos", completa.

Para el año próximo, se espera la incorporación de nuevas semillas y también una mejora en los precios internacionales. "Con estas dos situaciones, el garbanzo va a volver a crecer en el norte de Córdoba", augura el empresario agropecuario.

Siciliano y otros productores conforman el denominado "Clúster del garbanzo y otras legumbres", con límite en el territorio de Córdoba, con el que buscan potenciar al sector hasta convertirlo en un polo. De acuerdo con su plan estratégico, su misión es "representar la cadena de valor del garbanzo de Córdoba y promover su desarrollo sustentable".

En la iniciativa participó inicialmente Carlos Ferrari, que es ingeniero agrónomo dedicado al coaching. "Un clúster es una organización que junta los diferentes eslabones de la cadena para potenciarlos y buscar el mejor relacionamiento, pero también los mayores resultados dentro de una cadena de valor", recuerda Ferrari. Y agrega: "En esa cadena de valor hay que hacer acuerdos que puedan servir a todos, con foco en el interés del grupo". Desde su rol de facilitador, organizó talleres en los que participaron entre 30 y 60 personas.

"Nuestro norte es emular los clústers de Canadá, donde hay uno en cada provincia y todos están alineados con la cámara nacional y trabajan de manera mancomunada", cuenta Pablo Campo, presidente del nucleamiento y miembro de la comisión directiva de Clera, quien informa que desde marzo la entidad ya es una asociación civil formalmente constituida. Como muestra de la coopetencia (combinación de competencia y cooperación) que caracteriza a los clústeres, tienen acciones orientadas a mejorar la calidad y abrir mercados, como el Programa Carbono Neutro, que incluye la elaboración de un manual de cultivo para trabajar de manera sustentable. 

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