El argentino que logró que su lucha por los pingüinos transcienda fronteras

Pablo García Borboroglu es el único argentino que llegó a la final de los Premios Rolex a la Iniciativa 2019, un galardón con 43 años de trayectoria apoyando a personas que quieren transformar el futuro.

Viernes, el gran día. Pablo García Borboroglu no está entre los cinco ganadores del 2019 Rolex Award, premio que la firma entrega hace más de cuatro décadas como parte de su compromiso para preservar el planeta. Sin embargo, puede darse el lujo de decir que estuvo entre los 10 finalista de este reconocido reconocimiento. Semanas atrás había tenido que presentar su proyecto, la conservación de esta especie y la creación de la Global Penguin Society, una red internacional de expertos que trabaja en buscar soluciones para la preservación de esta especie, en el National Geographic Explorers Festival.

Ahí contó su historia que se sumó a la de un brasileño que, al igual que el argentino, trabaja por la preservación un pez en el Amazona. O la de un ugandés que está haciendo pruebas de un aparato low cost para detectar la malaria sin necesidad de extraer sangre. Ellos fueron dos de los ganadores, aunque los 10 finalistas cuentan con la ventaja de haber pasado por esta experiencia para seguir con sus proyectos.

“La importancia de este tipo de reconocimientos es que legitima el valor de lo que uno hace, sobretodo cuando es internacional , asegura Borboroglu. Y agrega: “En la Argentina el ambiente no es una prioridad, siempre estamos con la economía como primera preocupación .

Para el experto, a nivel mundial se entiende que lo relacionado con medio ambiente y conservación tiene una gran repercusión en la calidad de vida de los humanos.

Pablo comenzó trabajando por esta causa hace 30 años en la Argentina y, con esfuerzo, logró que su pelea sea escuchada en todo el mundo. “Me di cuenta que el problema de estas aves era similar en distintos países y, cuando hace 10 años decidí crear la Global Penguin Society, justamente fue con el espíritu de unirnos como si fuéramos una red social para que cada uno aporte sus saberes y experiencias , cuenta el biólogo chubutense que, en un principio, había empezado a estudiar abogacía.

Su abuela fue quien le inculcó el amor por los pingüinos. En 1991, tras un derrame de petróleo 17.000 de estos animales llegaron a Punta Tombo empetrolados. Y ahí estaba Pablo con un gran grupo de gente lavando pingüinos. Sin embargo, el problema no se solucionaba lavándolos con detergente sino evitando derrames.

Al ver que la especie estaba en extinción decidió crear la red internacional con tres objetivos: hacer ciencia, ayudar al manejo de la especie y educar. Hoy, la institución está en 19 países. “Los pingüinos son verdaderos indicadores de la salud de los océanos, ya que son sensibles a todos los cambios en sus hábitats , asegura el experto también investigador del Conicet y profesor asociados de la universidad de Washington.

A pesar de haber iniciado su proyecto en una pequeña ciudad al sur de la Argentina y muy al sur del mundo, el biólogo supo hacer de su lucha una causa mundial y hoy es considerado uno de las personas que más sabe sobre esta problemática.

Hasta la fecha, su trabajo ha beneficiado a 1,6 millones de pingüinos, ayudando a proteger casi 13 millones de hectáreas de hábitat e involucrando a niños en actividades educativas.

“Si sobrevivís, la Argentina te enseña a tener una flexibilidad para leer lo que está pasando y poder adaptarte rápidamente. Esto nos permitió como red poder ir a distintos lugares e interpretar las culturas de los distintos países, los valores de esas comunidades -en Nueva Zelanda, por ejemplo, es sagrado , cuenta.

Más allá de su trabajo científico, su mensaje es claro: “Cada grano de arena suma por pequeño que sea. Infinidad de veces nos sacamos la responsabilidad de encima culpando a otros y no nos hacemos cargo de lo que nos toca. Eso tiene y debe cambiar .

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