¿El cargo hace al hombre? ¿O el hombre, al cargo?

Era junio de 2015. "No importa el cargo, si ministro o secretario. Pero, por la magnitud e importancia de las decisiones que hay que tomar, y la rapidez necesaria para implementarlas, el funcionario a cargo de Energía debe tener diálogo directo con el Presidente. Sin intermediarios". Juan José Aranguren contaba qué había contestado cuando Mauricio Macri le propuso sumarse a sus equipos de trabajo.

Dicho y hecho, en el inicio de la Administración Cambiemos, Energía fue Ministerio. Y Aranguren, el funcionario con más autonomía del presentado como "mejor equipo de los últimos 50 años". Mucho más que la cara y la voz para la siempre ingrata tarea de anunciar aumentos de tarifas: encarnó la política energética de su gobierno.

El Vasco, CEO entre CEOs, lo hizo con su estilo. El mismo que había desplegado en su más de una década al frente de la filial de Shell, donde se erigió en paladín de la resistencia a los manejos del kirchnerismo. Pocos podían discutirle su know-how. Sí, alguna visión sesgada por su expertise (los hidrocarburos) y, sobre todo, cierta falta de cintura política, la otra cara una moneda acuñada con frontalidad y una convicción: "privilegiar lo correcto sobre lo conveniente", en sus propias palabras.

Pagó un precio. Mientras la invisible infraestructura energética se recomponía, en la superficie, donde sólo se veían costos, ya en seis meses, resultó el funcionario con peor imagen del gobierno: más de 30% de percepción negativa, en sondeos de opinión pública. No mejoró. Cuando pareció haber pasado lo peor, a mediados de 2018, le llegó el pedido de renuncia.

Su sucesor, Javier Iguacel, no fue ministro, sino secretario. ExCEO de Pluspetrol, siguió la línea trazada por Aranguren. Pero más homogeneizado con la nueva realidad de las cuentas públicas. Un desliz técnico, no consultado con el celoso custodio de la lapicera fiscal, Nicolás Dujovne (ocupante del raviol superior en el nuevo organigrama), le costó el cargo.

Con Gustavo Lopetegui, no quedaron dudas sobre las prioridades. Desconocedor de la materia -algo que él mismo reconocía-, consultaba a sus asesores antes de cada decisión. Pero, sobre todo, a la Casa Rosada, comprometido en cuerpo y alma con los nuevos objetivos de la desgastada administración. La resolución 45, que recortó los subsidios al gas nuevo de Vaca Muerta, y el decreto 566, de congelamiento de precios, fueron la prueba de ese compromiso de achicar el déficit fiscal.

Cambió el Gobierno. Sergio Lanziani, nombre desconocido para muchos ejecutivos del sector, estará frente al tablero de control de la industria energética. Se habla, también, del peso que tendrá Guillermo Nielsen, elegido titular de YPF, por lo que representa la empresa: produce y comercializa más de la mitad de los combustibles que se venden en el país y, además, prácticamente, es la dueña de la llave de Vaca Muerta. La gran incógnita es qué autonomía tendrán, para compatibilizar las necesidades del área con las urgencias económicas (y políticas) de la administración naciente.

Una vez más, quedará abierto el dilema: ¿el cargo hará al hombre? ¿O el hombre, al cargo?

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