El costo de gestionar desde el ego

Exitosos o fracasados. ¿De qué lado estás? El ámbito organizacional suele fomentar la idea dual de que lo que a uno lo define es el éxito o el fracaso, por eso puede que sientas estar en alguno de esos "bandos" o hasta quizás has tenido etapas en donde te sentiste más de un lado o del otro. Pero seguro siempre "necesitaste" mostrar ser de los exitosos.

Es el Ego, esa parte nuestra - alimentada por "el sistema"- la que no permitirá que alguien tenga la mínima sospecha de que no pertenecemos a los "exitosos". ¿Y cómo confirmará esto? Buscando ascensos y cargos "importantes"; teniendo gente para supervisar; ambicionando poder de acción; acumulando pila de títulos; desarrollando proyecto que sean felicitados y reconocidos; alcanzando resultados y porcentajes de crecimiento que avalen nuestra performance. ¿Y quién acompañará esta - para nada inocente- "carrera corporativa"? Sin dudas, la empresa.

Las compañías adoptaron un mecanismo en el que, con el fin de generar mayor productividad y rentabilidad, buscan despertar el Ego de sus empleados. Tal como mencionó Pablo Maison, desde su cargo de vicepresidente de Recursos Humanos de Unilever Latinoamérica, para el libro La Muerte del Ego como camino hacia el Liderazgo:

"Por años las compañías han buscado tocar ese nervio interno de sus empleados con el fin de crearles la necesidad de ocupar un lugar social a partir del cargo que tienen en la empresa". El ejecutivo experimentó en carne propia cómo la empresa busca motivarte contándote una historia de que te elige para trabajar "porque sos el mejor", y luego espera que lo demuestres en cada paso.

Pero, ¿qué pasa con estas expectativas que se ponen en uno? Los modelos de liderazgos que suelen honrar las organizaciones son figuras que siempre tienen una respuesta para todo, que no se equivocan y que siempre saben qué hacer, decir y hacia adonde ir. Admitir un error así como mostrar ignorancia, duda o debilidad no está bien visto, y acá es dónde empiezan a crecer los Egos en una compañía.

Estos mismos que se encuentran en una reunión de directorio en dónde no se plantean ideas sino posiciones rígidas, o en un intercambio entre dos colegas en el que ninguno quiere dar el brazo a torcer y "tener la razón" es lo único que importa, o cuando el jefe intenta ocultar su ignorancia o vulnerabilidad y se muestra inflexible o cerrado frente a un posible cuestionamiento de su colaborador. Estas "sutiles" y cotidianas interacciones de los Egos van manifestando un costo a nivel individual, grupal y organizacional.

A la larga, el montar un personaje que responda a las expectativas e intereses de otros y no a la propia autenticidad; el poner foco en tener la razón en vez de en qué es lo que la empresa necesita; el no abrirse a posibles cuestionamientos, a nuevas perspectivas y propuestas; el miedo a fallar así como el ocultar errores o ignorancia por miedo a ser juzgado, entre otros patrones, va generando repercusiones negativas que impactan en la productividad organizacional y resultados del negocio.

Si bien suele resultar difícil cuantificar este impacto - porque muchas veces se plasma en sensaciones y/o malestares personales imperceptibles a los ojos del sistema-, el Ego llega a provocar costos enormes y hasta millonarios en las empresas.

El poder comprender el rol que juega este casi imperceptible fenómeno en las organizaciones es clave porque si bien todos lo conocen, no se lo suele poner sobre la mesa y es así como el mismo va haciendo de las suyas.

La invitación es a generar un espacio de reflexión para pasar de un modelo que gestion desde el Ego a uno que gestiona el propio Ego. ¿Qué significa esto? Desenmascarar a esos personajes que, fomentados por un sistema empresarial lleno de expectativas, quedan desconectados de su autenticidad y no dejan filtrar su vulnerabilidad.

La propuesta es a aceptar que todos en algún momento nos dejamos cautivar por nuestro Ego en pos de los aplausos y el reconocimiento de otros. El ejercicio de cuestionarnos y estar abiertos a ser cuestionados también es clave para suspender la voz del Ego y así alcanzar un aprendizaje y una mejora continua. Animarnos a exponer nuestro lado más auténtico, aunque el mismo implique mostrarnos vulnerables, sin dudas es el camino hacia el nuevo liderazgo.

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