Tablas que cuidan el mundo sobre el que se deslizan

Nairoby nació a fines de 2012 de la mano de dos emprendedores que querían innovar de manera sustentable.

Las olas del atlántico golpean frías la arena marplatense a finales del verano de 2012. Entre escolleras y estatuas de lobos marinos, surgía una charla que, años más tarde, se transformó en una empresa que se proyecta al mundo, y cuyos productos terminaran surcando esa misma arena.

Matías Lanfranconi tenía 26 años y ya era ingeniero en materiales, Sebastián Rosenfel contaba 36 años y venía trabajando en marketing digital e inteligencia de negocios. Los dos de Mar del Plata, ambos alumnos del Nacional charlaban un proyecto, una idea, una ambición. Querían hacer un negocio innovador y sustentable. Los unía no solo la escuela, también la pasión por las tablas, de sandboard, de surf, de snowboard, la sensación de deslizarse sobre la naturaleza. "Con Matías hemos sido voluntarios para juntar basura de las playas", cuenta Rosenfel "los locales sufrimos bastante el paso del turista". De esas iniciativas juntos, esa pasión por las tablas y esa charla nació Nairoby, una iniciativa tecnológica y sustentable que se dedica a desarrollar equipos deportivos reciclables a partir de un compuesto especial termoplástico micro/nano reforzado. Es decir, hacen tablas que cuidan el mundo por el que se deslizan.

"Hicimos de todo, consultorías y otros trabajos sencillos para juntar plata para entre proyecto", recuerda Rosenfel; pero al poco tiempo el apoyo también fue institucional. A finales de 2012 desde la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN) les dieron un capital semilla de $ 70.000 y soporte de investigación con su laboratorio para, un par de años más tarde, otorgarles un préstamo muy flexible por $700.000. A su vez fueron finalistas en el concurso IB 50K del instituto Balceiro y recibieron u$s 20.000. Ya para el 2015 estaban dedicados full time a Nairoby. Alquilaron un galpón de 150 m2 y pensaba que en breve estarían vendiendo tablas. "Equivocamos el pronóstico cada año", se ríe hoy Rosenfel, aunque asegura que en su momento no fue tan gracioso: "proyectamos qué íbamos a lograr vender en el 2014, luego en el 2015, luego en el 2016 y así. El primer galpón se llovía por todos lados y el consumo de energía hacía cortar la luz en toda la cuadra".

Fueron un par de años empujando por un camino que llegó a un callejón sin salida. "Pensábamos que obtener las propiedades mecánicas de la tabla era posible con ciertos procesos industriales y nos equivocamos, todo eso fue muy costoso", confiesa Rosenfel sobre el camino de aprendizaje. "Compramos máquinas que al final no nos sirvieron", y sonríe como consuelo: "Por suerte las pudimos vender".

Sin embargo, nunca dudaron de la pasión: "Estamos seguros de que el camino es el modelo de economía circular, no solo considerar de dónde conseguís la materia prima sino

qué vas a hacer cuando termine su vida útil. Vivimos rodeados de plástico, mucho más del que imaginás, al final toda la fabricación del mundo va a tener que ser como la nuestra", se entusiasma Rosenfel. Y remata: "que compres una silla y a larga la tires ¡es una locura!".

"Este año recibimos el apoyo del Fondo de inversiones del Litoral, que se especialista en tecnología, y nos va a ayudar a crecer, a llevar el proyecto a otra escala", cuenta Rosenfel. "Compraron un porcentaje de Nairoby por u$s 450.000. Con eso esperamos poder abastecer al hemisferio sur y lanzarnos en EE.UU. y poder buscar allá el socio que nos permita lanzarnos a una escala global".

Ahora están listos para vender tablas 100% reutilizables que sus clientes pueden devolver cuando quieran, para cambiar de tamaño o modelo, porque se averíen, o simplemente no la usen. Con esto reciben un crédito que pueden usar para una nueva tabla incluso de otro deporte. Snowboard, surf, sandboard, son las opciones actuales que esperan aumentar. Representa una gran alternativa para las empresas de alquileres de equipos que buscan renovar sus productos cada temporada y por ser totalmente personalizables también atraen al consumidor individual. Pensando en Argentina y el mundo.

Ya están instalados en una nueva planta de 250 m2, y tienen toda la infraestructura lista para producir. Varias de estas máquinas son creaciones propias ya que no existían en el mercado. Diez personas trabajan hoy en Nairoby. "El año que viene esperamos vender entre u$s 90 y 120.000 solo en Argentina, en EE.UU. debería ser mayor", detalla Rosenfel. "Pero allá más que vender tablas queremos vender la tecnología". Ese es el camino que proyecta Nairoby, para las tablas que cuidan el mundo por el que se deslizan.

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