En la emergencia, van por un impuesto de emergencia

La Argentina no es ajena a la difícil situación mundial que trajo consigo la pandemia de coronavirus. Estamos inmersos en una cuarentena obligatoria que privilegia la salud de la población, pero trae consigo una arista económica que pone a prueba la creatividad de todos. Salvo para actividades esenciales hace tiempo que las empresas no pueden producir, los comercios no pueden abrir sus puertas y muchos cuentapropistas no pueden salir de sus hogares para obtener el sustento para poder vivir. La baja en el nivel de actividad es evidente y la recaudación impositiva se encuentra seriamente resentida. La cadena de pagos sufre un stress generalizado sin precedentes, mientras el estado intenta cubrir varios frentes con medidas de ayuda o alivio que nunca serán suficientes para todos.

En medio de un proceso de "renegociación" de la deuda externa que condiciona la obtención de fondos del exterior, el único aliado para financiar gran parte de esta crisis es hacerse de recursos haciendo uso de la emisión monetaria y con mayores impuestos. Una vieja receta que todos conocemos y no siempre ha dado buenos resultados.

En materia de impuestos extraordinarios Argentina tiene una vasta experiencia. Por citar solo los ejemplos más próximos tenemos: 1) La contribución especial de emergencia del 4 por mil sobre los Capitales que se aplicó por un ejercicio fiscal desde mediados de 1989 –L. 23764-;. 2) El Ahorro Obligatorio en función a la Renta y el Patrimonio de los años 1988 y 1989 que obligaba a depositar al fisco una cierta cantidad de dinero sujeta a reintegro a los 5 años de su depósito, que se "remuneraba" a la tasa de interés de la caja de ahorro común –L. 23549-; 3) El Fondo Nacional de Incentivo Docente -L.25.053- que se aplicó desde diciembre de 1998 y en todo el año 1999 sobre los automotores y motocicletas cuya valuación superara determinado importe.;4) El impuesto sobre Altas Rentas –L.25239, art. 1- consistente en una sobretasa del 20% del impuesto a las ganancias del año 1999 para personas humanas y sucesiones indivisas con altos ingresos.

Por estos tiempos asoma un nuevo impuesto especial, que en repite viejas fórmulas, pero esta vez no podemos permitirnos que venga solo porque entonces tendremos los mismos resultados.Nos hemos acostumbrados a transitar por un estado de crisis cuasi permanente donde nos movemos en el terreno conocido de la urgencia, pero no podemos articular un plan para salir de ese estado que no nos deja crecer.

Debemos resolver por qué el dinero de muchos argentinos se encuentra fuera del país o atesorado fuera del circuito financiero, en vez de volcarse hacia el sector productivo generando trabajo y riqueza en nuestra tierra.

Hoy el mundo recorre un camino complejo donde encontramos una oportunidad única para reinventarnos como Nación. Por compleja que resulte la situación, si sabemos leer el contexto hay indicadores que pueden transformarse en una luz de esperanza. Quizás por primera vez en este mundo moderno no estamos solos en medio de una crisis económica tan pronunciada. Debemos atender las urgencias, pero también diseñar un plan que nos saque de este estado donde no podemos avanzar. El sistema impositivo debe cambiar para no agobiar a los sectores productivos ni gravar excesivamente los consumos de primera necesidad. Debemos crear las condiciones económicas para que retornen al país los capitales que se encuentran expatriados y volcarlos a la producción para agrandar el PBI, generar más empleo, más riqueza y bienes con mayor valor agregado para vender al mundo.

En esta pandemia nuestros gobernantes han cerrado la famosa grieta que representaba la mezquina incapacidad de ponerse de acuerdo para resolver los problemas de la gente.

Ha llegado la hora de resolver con el aporte de todos el camino del crecimiento económico.

El Dr. Mario Juan Rapisarda es Contador Público Nacional graduado en la UNLZ, especialista en temas tributarios; siendo su correo electrónico mjrapisarda8@gmail.com

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