La desaceleración económica de China oculta su escala y resiliencia

Los titulares anuncian que el crecimiento económico de China en el segundo trimestre de este año fue el más bajo en casi 30 años. Y son correctos. La expansión interanual de 6,2% representa el menor ritmo desde 1990, un año en que la actividad económica se vio golpeada por las medidas energéticas vinculadas con la seguridad tras las protestas en la Plaza Tiananmen en 1989.

La economía de China hoy es totalmente diferente en escala y resiliencia a lo que era a principios de los noventa. El crecimiento de su PBI el año pasado todavía era equivalente al tamaño de toda la economía australiana. Este año, con la trayectoria que lleva su moneda, sumará más que otra “Australia .

La segunda economía más grande del mundo todavía sigue siendo la mayor fuente global de expansión. La noticia de que una economía de u$s 13,6 billones creció en el primer semestre del año 6,3% no debería generar temor a una inminente crisis.

Sin embargo, hay varias preocupaciones cruciales. La primera es la medida en que la guerra comercial entre EE.UU. y China podría descarrilar el crecimiento del gigante oriental. No hay duda de que los aumentos de aranceles, junto con las prohibiciones de exportar impuestas por EE.UU. que afectan a las compañías chinas como Huawei, están teniendo un grave efecto. En junio, las exportaciones norteamericana hacia China se contrajeron 31,4% interanual. Las ventas Chinas a EE.UU.disminuyeron 7,8%.

Sin embargo, acá también las implicancias de este derrumbe no es tan preocupante como podrían sugerir los números. De hecho, el comercio hace tiempo que dejó de ser el motor de la expansión de China. En este año, el superávit de la cuenta corriente representa sólo 1,5% del PBI, muy lejos de su pico de casi 10% hace sólo una década.

Los problemas reales con la economía china tienen un origen interno. Los precios de los activos, en particular las viviendas, subieron tanto que muchos profesionales jóvenes se quedan afuera del mercado en las florecientes ciudades de China. Los gobiernos locales se endeudaron mucho y despilfarraron en proyectos de poca utilidad, lo que desalentó la inversión.

Los hogares también se ven cada vez más agobiados por las deudas de consumo. Eso dejó a China haciendo malabares para mantener la estrategia de alejarse del crecimiento conducido por la inversión para convertirse en una economía más orientada al consumo, sin provocar más desequilibrios internos.

Estas fragilidades estructurales se funden y forman una resaca que probablemente sea un obstáculo para la expansión de China en los próximos años. Las ventas de viviendas nuevas disminuyeron durante el primer semestre del año después de haber subido en el mismo período de 2018 y que se dispararan dos años atrás. El crecimiento de la producción industrial se contrajo significativamente comparado con el año pasado y la inversión en activos fijos también fue débil.

Hasta ahora Beijing no muestra señales de sucumbir a la tentación de relanzar el tipo de estímulo impulsado por la liquidez que tanto logró elevar el crecimiento en 2009 y 2014-15. El estímulo ahora proviene principalmente de los recortes de impuestos. El financiamiento social total, el indicador más integral del crédito en la economía, creció 11,3% en junio. Si bien esto representa una aceleración del crédito, todavía es significativamente inferior a los niveles de 2018 y 2017.

Beijing debería recordar que el principal obstáculo para el dinamismo de su economía proviene de la deuda. Volver a inundar la economía con crédito sería como tomar vinagre para aplacar la sed.

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