Los aranceles de Trump son una excusa para abrir otros diálogos

La estrategia que utiliza Donald Trump para negociar con el mundo no tiene nada de secreto. Su movimiento favorito es golpear primero y negociar después. Y así lo viene haciendo desde que llegó a la Casa Blanca, con resultados dispares, ya que en algunos casos sus movidas también repercuten de manera negativa en el territorio estadounidense. Alberto Fernández y su equipo saben que van a necesitar tener una buena relación con EE.UU. porque su voto es clave para ablandar al FMI. Hasta ahora el país no había recibido ninguna esquirla directa, ya que el grueso de nuestros problemas con la administración Trump se resumía al impacto que generaban en los flujos de comercio los constantes contrapuntos con China. El mandatario estadounidense había sido bastante generoso con Mauricio Macri e incluso tomó la iniciativa de llamar a Fernández después de su triunfo en octubre. Pero algo pasó.

El lunes, el jefe de la Casa Blanca decidió reimplantar aranceles a las exportaciones de acero y aluminio de la Argentina y Brasil, como represalia a la devaluación de sus respectivas monedas. Trump tiene claro que en este caso no hay una decisión oficial de ajustar el valor del peso o el real frente al dólar, como sí lo hace China con el yuan. De hecho, en la Argentina la depreciación se hizo a fin de octubre y desde entonces el cepo permitió al BCRA mantener controlado el precio del dólar, al punto de que a nivel local se vuelve a hablar de un incipiente atraso cambiario. En Brasil sí hubo un proceso más reciente, asociado a la debilidad de sus exportaciones y a los conflictos regionales.

Pero a Trump no le interesa tanto justificar sus actos: sus decisiones no son tan lineales. Sí es cierto que ratifica un mensaje que vale tanto para China como para cualquier país que devalúe: EE.UU. no se quedará de brazos cruzados si considera que está sufriendo una afrenta comercial. Lo que en el fondo le interesa al presidente estadounidense es ser el que maneja la agenda de cualquier relación diplomática. Cuando Jorge Argüello se convierta nuevamente en embajador en Washington, nombrado Alberto Fernández, tendrá que sentarse frente a las autoridades comerciales para reclamara por los aranceles. Pero seguramente en un despacho del Departamento de Estado lo estarán esperando para hablar de Venezuela, Bolivia, narcotráfico, así como a Brasil le preguntarán por el desembarco de la china Huawei.

La decisión de Trump tiene una particularidad poco contemplada hasta ahora: al afectar en simultáneo a los dos principales socios del Mercosur, los obligará a dejar de lado las diferencias conceptuales entre Fernández y Bolsonaro (que ahora se prometieron virar al pragmatismo) y coordinar su reclamo a EE.UU. Es otro mensaje que transmite el deseo de que no haya riñas en el vecindario.

Esta nota habla de: