Impuestos a la riqueza: una batalla por la igualdad

Esta no es una crisis más. Es una crisis profunda que deja como nunca en evidencia las terribles desigualdades que sufren millones de latinoamericanos/as diariamente.

Los sectores concentrados del poder económico son los que ponen las trabas más grandes a la posibilidad de generar recursos genuinos. Su poder de lobby es inmenso y es lo que se ve cuando uno corre el velo de una reforma fiscal de carácter progresista o de un nuevo impuesto que grave altos patrimonios.

La disputa por los recursos lo es también por el poder real. ¿Quiénes hacen las reglas con las que funciona el sistema financiero global? ¿Los movimientos sociales? ¿Los gobiernos populares? Cuando vemos que algunos sectores de las capas medias o bajas se oponen a este tributo o aporte de los sectores más ricos, pensamos inmediatamente sobre qué argumentos los han convencido de que quien tiene que seguir haciendo el esfuerzo es el trabajador/a?  Ahí radica gran parte del éxito de los poderosos: en convertir un tema sectorial, que solo afecta a la porción más pequeña de la población, en un tema nacional.

Hay un poder efectivo sobre el discurso que se desarrolla en medios de comunicación hegemónicos a través de mentiras, mitos, fake news, bombas de humo, etc. Por otro lado, está la real cara del fraude fiscal del que se valen. Manipulación de los precios del comercio internacional para deslocalizar recursos, utilización de guaridas fiscales, empresas fantasmas, testaferros, un ejército de abogados y contadores especialistas en fraude fiscal.

Ahí está el otro brazo de su inmenso poder y, sin dudas, el más nocivo porque termina despojándonos de recursos esenciales para un sistema inclusivo. No se trata de quitar a los más ricos como si habláramos de un despojo, sino de repartir mejor. No planteamos la apropiación de riqueza sino su redistribución equitativa y los impuestos son el arma más efectiva para eso. Hablamos también del rol regulador del Estado.

Hay sectores olvidados en muchos países que necesitan de recursos para crecer. Pequeñas y medianas industrias que generan empleos, pequeños y medianos comerciantes. Ni hablar de la inversión en tecnología para agregar valor a nuestras exportaciones o de la necesidad de mejorar las coberturas de protección social de adultos mayores, de jóvenes y niños. Se trata de repartir mejor siendo conscientes de que ninguno de los cientos de mil millonarios en el mundo va a caer en la pobreza por esto. Se trata de reducir ganancias, no derechos.

La posibilidad de concretar un impuesto a las grandes riquezas, que serviría y mucho en esta coyuntura, dependerá de cómo esté la correlación de fuerzas en cada país. Por lo pronto Argentina está en la recta final de lo que será un aporte por única vez, Brasil está avanzando gracias a sus organizaciones sociales que aportan a la concientización. Perú, Chile vienen más atrás.

No se trata solamente de obtener un recurso, sino de disputarle al poder económico real la soberanía económica y si es el Estado o los ricos globales quienes ponen las prioridades. No es revancha de clase, es justicia fiscal. La pregunta de fondo es: ¿Somos capaces los pueblos de América Latina de poner límites al capital financiero y plantear salidas alternativas a la crisis de la pandemia y a las que nos golpean desde hace décadas? Decimos que es ahora o nunca. Decimos impuesto a la riqueza ya y bregamos por un cambio en las reglas fiscales. Decimos que se necesita un sistema tributario más equitativo.

No solo con militancia y buena voluntad se hace un mundo más justo. Hay medidas basadas en la transparencia que deben ser implementadas a nivel local, regional y global para torcer esta situación:

  • Cooperación entre AT´s
  • Firma de intercambios de información tributaria entre países
  • Reportes de actividades económicas país por país sobre las grandes empresas
  • Registros de beneficiarios finales, es decir, de los dueños reales de las empresas.

El 15 de diciembre lanzamos en toda la región la campaña por un impuesto a las grandes riquezas con el apoyo de los movimientos indígenas, de mujeres, de derechos humanos y sindicatos. Queremos llevar este debate a cada rincón de Nuestra América para que todos y todas podamos comprender dónde se dan las verdaderas batallas por la igualdad, inclusión y, sobre todo, por el viejo anhelo de la integración latinoamericana.

(*) Fundación  SES y Red de Justicia Fiscal de América Latina y El Caribe

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