El teletrabajo como una revolución ambiental

La irrupción de la pandemia por Covid-19 expuso, sin dudas, qué tan grave puede ser el impacto de las acciones del hombre sobre naturaleza. En poco tiempo, el ambiente nos cobró años de maltrato y desidia.

Este virus, que se inició como una enfermedad zoonótica y saltó rápidamente al mundo nos obligó a tomar la única medida de prevención posible: quedarnos en casa.

De un día para otro la rutina laboral de millones de trabajadores se modificó. Las oficinas quedaron desiertas, el transporte público bajó drásticamente la cantidad de pasajeros, las zonas en donde se concentran las grandes empresas y las dependencias públicas disminuyeron el nivel de ruido y contaminación de aire. Incluso, se redujo la cantidad de residuos que se disponen a diario.

A su vez, los empleados cambiaron su dinámica de viaje y oficina por el teletrabajo. De repente, el living familiar comenzó a compartir espacio con las reuniones por zoom, la redacción de informes o la atención de llamadas laborales. El teletrabajo llegó y, posiblemente, para quedarse.

Más allá del beneficio que tiene en la prevención de contagios, la descentralización del trabajo impacta de manera directa en el ambiente.

Contar con una ley de teletrabajo, que regule la actividad y establezca límites y acuerdos entre empleados y empleadores no sólo permitirá crear una nueva manera de pensar el mundo laboral sino también repensar la ciudad que habitamos.

El cambio climático es el tema ambiental que envuelve gran parte de los desafíos que enfrentamos a corto plazo. Hay tres sectores que impactan de manera directa en las emisiones de gases de efecto invernadero: transporte, energía y residuos. 

El Inventario de Gases de Efecto Invernadero (GEIs) de la Ciudad indica que el sector energético representa al 58% de las emisiones de CO2; el transporte, el 28% y los residuos, el 14%.

Todas estas áreas se activan en las oficinas: consumo energético para iluminación, calefacción o refrigeración, ascensores, sistemas, telefonía, residuos y transporte.

Afianzar la tendencia al teletrabajo es avanzar hacia la creación de ciudades descentralizadas, pensadas a escala humana en donde las distancias sean cortas y la vida cotidiana pueda resolverse en pocas cuadras, utilizando la bicicleta o las vías peatonales; disminuyendo el ruido y la contaminación del aire; reduciendo los residuos, en especial los plásticos de un solo uso.

Además, impulsa la economía barrial y descongestiona los grandes centros comerciales con la consiguiente disminución en el impacto ambiental que este tipo de lugares produce: derroche de energía y agua, exceso de ruido, de tránsito, de residuos.

El teletrabajo, entonces, no debería ser una solución urgente para un contexto inesperado sino una política a largo plazo que impacte en el mundo laboral y en la vida cotidiana de todos los vecinos y vecinas de la Ciudad.

De esta forma, la revolución será recuperar la vida en los barrios, trabajando desde casa, comprando en negocios de cercanía, recorriendo sus calles y sus parques, siendo más conscientes del impacto ambiental que generamos.

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